Historia de un hombre dedicado
a satisfacer a una clientela que heredo la tradición familiar
de continuar consumiendo una pizza distinta.
Neuquén > Habría que hacer una
investigación profunda e irse a los archivos para saber si
es la pizzería más antigua, que creció y vio
crecer la ciudad. Lo real es que “Horacito” cumplió
sus 40 años y aún sigue en vigencia como ese 23 de octubre
de 1966 cuando abrió sus puertas en la calle Perito Moreno
440.
Su fundador es Jorge Hernández, tal como dicta su Documento
Nacional de Identidad, aunque son muchos los que lo llaman por el
nombre del negocio.
Trabajador empedernido desde sus nueve años de edad. A los
72 se lo puede ver a las cinco y media de la mañana amasando
para satisfacer a su clientela, que por estos días es mucha.
Por casualidad, el local se decoró con los colores del club
Boca Junior. Para muchos nacidos y criados en esta provincia es una
especie de museo xeneise. Se pueden apreciar grabados de jugadores
históricos como Ubaldo Rattin, Roberto Mouzo, Hugo Orlando
Gatti, Silvio Marzzolini y Pancho Sá.
Más atrás en el tiempo están los campeones del
’43: Severino Varela, Claudio Vacca, Valussi y Marante. A ellos
se suman Roberto Cherro, Ludovico Bidoglio y Ernesto Cherro entre
otros nombres históricos que habitan el reducto.
Si bien sus primeros pasos se dieron en la calle Perito Moreno, fue
en los ’70 que el Barrio Nuevo recibió a “Horacito”
con los brazos abiertos. En la esquina de Chile y Don Bosco, Hernández
continuó con la actividad. Sin embrago en el ’81 se mudo
a su dirección actual: Felix San Martín 644 donde cumple
con el mismo ritual desde años.
Pizza que no abunda por sus cualidades, manufactura y por ser alta,
de molde –como la que se acostumbra a comer en varios comercios
de Buenos Aires- “Horacito” es un producto genuino. De
esos que trae recuerdos para algunos y que se disfruta junto a la
pasión que lleva los colores azul y oro.
A su dueño se lo observa medio cansado, pero la rutina lo lleva
a activarse. La faena es igual hace 40 años. Cinco y media
el reloj suena y comienza su día.
“Desde los nueve años trabaje en panadería. De
ahí surge el oficio. En el ’51 mi hermano puso un local
en Centenario hasta que en el ’60 instaló una confitería
y comenzamos hacer las pizzas”, señaló Hernández
cuando hurga en sus recuerdos y regresa a La Colonia. En 1965 instaló
una pizzería “Las Palmeras” hasta que un año
después se mudo a la capital.
El tiempo, la maduración y las ganas de proyectarse lo llevaron
a instalarse en Perito Moreno 440, lugar que fue bautizado como “Horacito”.
Según comentó Hernández el nombre salió
de apuro. Poco acostumbrado a los trámites correspondiente,
cuando se le preguntó por la denominación del local,
en un segundo le surgió: “Horacito”, nombre que
directamente se relaciona con su hijo mayor, que en esa época
apenas tenía tres meses. Así, fue como se puso en marcha
el pequeño salón, en tiempo en que la calle Perito Moreno
corría en dirección opuesta a la actual y la ciudad
era gobernada por Angel «Lito» Della Valentina.
Hernández rememoró que “los primeros meses no
pasaba nada. Se vendían pocas facturas y el resto se regalaba”.
Sin embargo algo cambió cuando los transeúntes observaban
cómo se elaboraban los productos. Quizás por esa sencilla
razón el pizzero con más trayectoria en la ciudad no
duda al manisfestar: “trabajaba en una mínima mesada.
Diría sin querer que fui una especie de adelantado. Hacía
todo a la vista del público que pasaba y miraba por la ventana
cómo amasaba. De esa manera fue que la gente comenzó
a entrar al negocio”. Fue un adelantado.
En esa época no abundaban las pizzerías como ahora.
Estaban «El Álamo” ubicada junto a la terminal
de colectivos El Valle (entre Chubut y Río Negro), “La
Boca” sobre Alberdi y después se agregó “Cabildo”,
en Alcorta casi San Luis.
Antiguos pobladores
El doctor Eduardo Castro Rendón fue uno de los clientes de
la pizzería. Iba atrás del mostrador para observar la
elaboración de la masa y charlar un rato, según comentó
Hernández. También el padre del ex gobernador Pedro
Salvatori era otro de los clientes, quien lo hacía acompañado
por su mujer por los problemas que tenía en una de sus piernas.
Salvador Oses, quien poseía una de las casas de repuestos de
automóviles, era otro acudía al local. Hoy su hijo Antonio
es uno de los clientes que sigue la tradición de ir a la pizzería
al igual que sus hijos.
En la memoria de Hernández los nombres son infinitos y se suceden
uno tras otros. Pero lo cierto es que existen hasta tres generaciones
de familias que siguen pasando por la pizzería.
Traslado y “boom”
Hasta el ’76 “Horacito” estuvo radicado en Perito
Moreno. Si bien emprendió el negocio dedicado a la pizza, de
acuerdo a lo manifestado por Hernández “la gente consumía
mucha pastelería”, especialidad a la que también
se dedicaba.
Con la mudanza a Chile y Don Bosco, el “boom” de la pizza
desembarcó. En esos cuatro años que estuvo en el Bajo
neuquino, “Horacito” alcanzó a despachar 180 pizzas
por día. En aquel tiempo el expendio del producto era algo
increíble teniendo en cuenta que hoy existen locales del mismo
rubro que por maquinaria y personal llegan a duplicar las ventas.
Ya con propiedad, en el ’81 la familia Hernández se mudo
para anclarse definitivamente en Félix San Martín.
Si hay algo que caracteriza a esta pizzería son sus clásicos
gustos. Jamón y queso, jamón, queso y morrón,
muzzarella, fugazza, fugazza y queso más la completa con anchoas.
El propietario comentó que “apunte a eso porque nunca
quise tener empleados. Para la familia era más fácil.
Además la clientela sabe que es lo clásico y con que
se va encontrar”.
La construcción de la represa El Chocón (en 1967 la
empresa Nacional Hidronor S.A. inició las obras del complejo
Chocón-Cerros Colorados con el propósito de controlar
las crecidas de los ríos, disminuir los efectos de las bajantes
prolongadas, aumentar las superficies bajo riego y producir energía
eléctrica) trajo consigo a trabajadores provenientes de diferentes
puntos del país.
Estos nuevos habitantes de Neuquén, mediante el denominado
“boca a boca” fueron a “Horacito” por recomendación,
curiosidad o simplemente para probar.
Cómo serán las vueltas de la vida que algunas de esas
personas se radicaron en la ciudad y siguen consumiendo la pizza,
mientras que otros regresaron después de años y se sorprendieron
al volver al reducto “boquense”.
Jorgito, como lo llaman los allegados, manifestó que “hay
gente que volvió y se sorprende porque pensó que no
estaba más. Sin embargo hoy hay casos de familias que ya van
por la tercera generación. Eso que sucede es una alegría
y satisfacción porque quiere decir que hice las cosas bien».
Quien le puso el nombre a la pizza neuquina aseguró que «dentro
de lo clásico siempre me interesó que la gente vuelva
contenta sin importar la ganancia. Existieron casos de pizzerías
que abrieron hicieron su dinero y cerraron”.
La pasión azul y oro
Jamás se le cruzó por la cabeza que iba a tener cierto
impacto o que llamaría la atención. Hernández
sólo poseía, por su gusto por el tango, un cuadro de
Gardel rescatado de la revista Antenas y otro de Rattin, lámina
editada por El Grafico, que en esos tiempos era por excelencia la
revista de deportes más vendida del país.
El arribo de un asiduo comprador con póster inédito
para la época inundó el salón con formaciones
campeonas del ’62, ’64, ’58, ’54. De esa manera
cada parroquiano que llegaba era atraído por las fotos. Hoy,
las láminas conviven con otras más recientes, algunas
regaladas por gente que concurre al local.
Entre algún que otro obsequio figura una bandera de Boca con
inscripción en japonés que, traducido al español,
da como nombre Neuquén. Según afirmó Hernández
“la bandera fue regalada por la familia Arroyo que fue a la
final de Boca y Milán. Como ese obsequió también
tengo gorros, bufandas entre otras cosas”.
Si hay algo que le llama la atención a este trabajador es cuando
abuelos y nietos llegan juntos a comprar. El abuelo trata de trasmitirle
o bien contarle quién era tal jugador o a qué futbolista
vio jugar, como si se tratara de una especie de documento que atesora
en su memoria. Esto también sucede con viejos amigos que se
toman un tiempo para cruzar anécdotas e historias sobre lo
que vivieron.
Historia sin fin
El adiós de Delia hace dos años quizás fue la
parada más difícil que le tocó vivir a este equipo.
La otra mitad y sostén de la pizzería hizo replantear
el futuro. Es que según Hernández “después
del fallecimiento de mi señora la idea era vender el fondo
de comercio y alquilar el local”.
Aún faltaban dos años para cumplir las cuatro décadas
y el futuro era incierto y no había mucho para pensar. De todos
modos la decisión de seguir adelante con el apoyo incondicional
de sus hijos, hizo que el equipo se alineara nuevamente para que la
persiana se siga levantando como siempre.
Si bien cree que el negocio debería seguir su rumbo en manos
de sus hijos. Hernández, duda y hasta lo ve difícil
por el sacrifico que se corre.
De todas maneras la ilusión y sueño está intacto.
Solo habrá que aguardar por el destino o decisión que
marcará cual será el futuro.
Mientras tanto….Cinco y media de la mañana de hoy. Cinco
y media de la mañana como todos los días. El reloj suena.
La tarea siempre es la misma. La faena entre el mate y radio AM de
por medio no cambia. Aparenta cansado por los años que le dio
la vida. Sin embargo hay un solo objetivo a cumplir. Amasar como ese
primer día de un 23 de octubre de 1966. Abrir las puertas y
aguardar por esa clientela. La que lo sigue, la que lo adoptó,
la que sigue llegando de generación en generación para
llevarse la tradicional pizza. La que se puede imitar pero no igualar.
En una ciudad cosmopolita que supo ser pueblo y que mantiene una tradición
y pedazo de historia que se llama “Horacito”. (L.C)
No al delivery
Para algunos puede ser fuera de moda. Fuera de tiempo. Pero todo
tiene una explicación: “el producto debe llegar bien.
Como sale del horno. De tener delivery la pizza no sería la
misma. Llegaría fría y con el queso o muzzarella desparramada”.
El Bajo
En tiempo en que nadie imaginaba en que se iba a trasformar el microcentro
hacia el Alto, la zona del Bajo era el lugar predilecto para los comerciantes.
La calle Perito Moreno la albergaba la Cooperativa IOSE, la Rotiseria
“Lastre”, el almacén de ramos generales “Torren”,
el edificio del Doctor Linares, “El Ancla”, dedicado a
la venta de embutidos y fiambres y la Farmacia Fittipaldi, que hasta
el día de hoy se mantiene en la misma dirección y a
metros de la Escuela 121.
También había una carnicería a cargo de la familia
Ferramola y la despensa de Don Porfirio, un italiano que se instaló
en el sur dejando la guerra atrás. Según comentó
“el movimiento comercial se daba por la instalación de
la Terminal “El Valle”, ubicada entre Chubut y Río
Negro”.
Cargada sana
Como suele suceder después de cada domingo las cargadas de
acuerdo al resultado de la fecha están a la orden del día.
Hernández Que supo ver en acción a Paulo Valentín,
habilidoso delantero dijo “la generación de ahora te
carga. Antes había como esa risa gozadora y nada más.
Pero es un buen momento sin ofender a nadie y algo que pasa en todos
los locales comerciales”
La familia unida
“El negocio siempre lo lleve adelante con Delia, mi señora.
Ella envolvía, cortaba y cobraba. En mi caso elaboraba y cocinaba.
Siempre fue así. Luego se agregaron Claudio y Horacio que armaban
las cajas”, así se encarga de describir Hernández
este comercio familiar que por cuestiones de comodidad y evitar problemas
nunca pensó en expandirse o permitirse soñar con una
colosal pizzería.
Si bien hoy la otra mitad del alma de “Horacito” no se
encuentra físicamente, los tres Hernández siguen adelante
cumpliendo su respectivos roles para que día a día se
levante la persiana.
Limitaciones
Dedicado cien por ciento a la producción, más de 200
pizzas son las que se preparan diariamente. Es verdad, que en algún
momento se pensó en agrandar el salón. Pero el físico
se limita a la cantidad citada. A pesar de ser conciente que la demanda
que a veces es mucha, a está altura Hernández no sé
extralimita en el amasado. Eso sí. Solo piensa en la calidad
del producto y que la masa salga tal como le gusta al cliente.
Vida esclavizante
“Si se quiere llevar bien las cosas hay que ser esclavo del
negocio. Esto es así. No hay vuelta que darle”, sentencia
Hernández. Aunque parezca sorprendente este hombre que se sumerge
empedernidamente en su negocio, no hace mucho pudo conocer el estadio
Ruca Che o disfrutar después de largos años de carreras
de Turismo Carretera.
Sin duda esto refleja el tiempo y dedicación a un negocio que
le deja los lunes libres para el descanso o para pequeños paseos
por la ciudad.
Ningún secreto
Cada panadero o repostero tiene su mano y secreto. Para Hernández
no hay receta o técnica oculta alguna. Solo agua, sal y levadura,
más el tiempo de cuidado necesario para que salga todo bien.
Precisamente respecto al armado dijo: “el trabajo de la pizza
lleva sus horas tiempo. Tiene que llevar su punto necesario para poderla
cocinar. Depende la cantidad se le da un período. A la masa
hay que llevarla. Quizás ese sea el secreto”.
Al hacer modesta observación hacia otros locales, Hernández
señaló “la mayoría de las pizzería
cocinan a la piedra. Esto hace que la masa sea finita. Su procedimiento
de trabajo sea diferente. Es una masa que no lleva punto. Se aplasta
el bollo, se le pone un toque de salsa y va al horno directamente”.
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