Humor, talento e ingenio popular

 
 

“De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa
con tu libro”.
Roberto Fontanarrosa (1944-2007)


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Resulta imposible afirmar cuál de todas las innumerables cualidades de Roberto Fontanarrosa lo definió mejor, quizá la de haber sido un enorme artista sea el calificativo más justo. Los caprichos inexplicables del destino hicieron que ayer, con tan sólo 62 años, el “Negro” dejase este mundo para siempre. Sin embargo, su obra, plagada de talento y reflejada en sus libros e historietas, será inmortal.
En 2003 se le había diagnosticado una esclerosis lateral amiotrófica y el 18 de enero de 2007 anunció que dejaría de dibujar sus historietas, debido a que había perdido el completo control de su mano derecha a causa de la enfermedad. Pese a ello, continuó escribiendo guiones para sus personajes.
Ayer por la tarde, falleció víctima de un paro cardiorrespiratorio, mientras se encontraba internado en un hospital de su ciudad natal

Una gran obra
Roberto Fontanarrosa nació en Rosario, el 26 de noviembre de 1944. Su carrera comenzó como dibujante humorístico, destacándose rápidamente por su calidad.
Fue creador de personajes míticos como Inodoro Pereyra y Boogie el Aceitoso. Era fanático del fútbol y del club Rosario Central. De esa manera unió esa pasión con la literatura y el humor gráfico. Colaboró con numerosas revistas y publicaciones y estuvo ligado históricamente al diario Clarín donde publicaban su trabajo.
Escribió doce libros de cuentos, como “El mundo ha vivido equivocado”, “La mesa de los galanes” y “No sé si he sido claro”, entre otros. “El Rey de la Milonga” su último libro y quizá el mejor de todos, fue una síntesis acabada de humor y dotes literarios. Publicó tres novelas, fue guionista de Les Luthiers y sus cuentos actualmente son representados en la televisión en un programa de Canal 7. A lo largo de su extensa trayectoria, consiguió cosechar varios premios, halagos de la crítica y homenajes a nivel gubernamental.
Pero su humor y su talento no se agotaban en el papel. Tenía una gran capacidad oratoria. Ésta la dejó plasmada en aquella intervención en público, cuando participó como expositor en el III Congreso de la Lengua Española que se desarrolló en Rosario el 20 de noviembre de 2004. Allí ofreció una desopilante charla titulada “Sobre las malas palabras” que será recordada por mucho tiempo.
Dijo alguna vez: “No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: me cagué de risa con tu libro”.

Un duro dibujado

Boggie, el aceitoso» nació como muchos personajes, de ese hijo no reconocido de la literatura y el dibujo que es la historieta. Era la década del 70 y el mundo se encontraba sumergido en los devenires de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
Como siempre sucedió en todo enfrentamiento entre dos grandes naciones, las más marcadas ideologías encontraban su fuente de alimento en cuanto recurso existiera. Tal como ocurrió en el cine con las primeras aventuras de James Bond y luego con las de “Harry, el sucio”, protagonizadas por Clint Eastwood.
Y esta figura, más asociada al “primero disparo y pregunto después” que al respeto por la ley, fue la que inspiró a un Roberto Fontanarrosa de 28 años para crear a su hijo más ácido y violento.
El año exacto de su nacimiento es 1972. El “Negro” le envía al humorista Crist una carta con un dibujo en la que parodiaba a Harry, el sucio, del cual su amigo de toda la vida era fanático. Ni lerdo ni perezoso, Crist le presentó ese trabajo al director de la Revista Hortensia, Alberto Cognini, quien decidió publicarlo en una sección de parodias.
De ahí en más, y a la par de Inodoro Pereyra, Fontanarrosa no se detuvo nunca con ese rubio que se movía en las sombras, ágilmente y resbaladizo como su apodo, para cumplir todo tipo de misiones y encargos. Su primera recopilación de 1974 le dio un nuevo auge, hecho que le permitió ser publicado en Latinoamérica y Europa, sobre todo en Italia y España. Su popularidad nacional vino de la mano de Humor y La Maga y finalmente, el diario Clarín.
Fue en la década del 90 cuando su querida Colt dejo de disparar y su odio a los diferentes pasó a ser un tibio recuerdo. Diez años después, todas sus aventuras se unieron en un tomo recopilatorio publicado en 1999 y, luego en un tomo que integraba la segunda etapa de la Biblioteca Clarín de la Historieta.
Al respecto, Fontanarrosa explicó: « Boogie era un mercenario sin patrones fijos, turbio, pero protegido por alguien, casi impune. Un hombre de acción. Pero más tarde pasó a ser un interlocutor que escucha historias ajenas, lo que diversificó y enriqueció el relato».
Es decir, un duro como pocos, pero humano al fin.

Boogie animado

Neuquén > José Luis Massa disfrutaba ayer del estreno porteño de “Isidoro, la película” cuando recibió la triste noticia. El director de la película animada y titular de Indiecito Studios es uno de los referentes del cine de animación en nuestro país y estaba trabajando con Fontanarrosa en su próximo proyecto: “Boogie el aceitoso”.
De esta manera, Massa se involucra en un proyecto de animación para adultos en una primicia que adelantó días atrás a Lu5. “Presentamos un corto en Annecy (N. de la R: el festival más importante de animación fuera del circuito comercial de Hollywood) y nos fue espectacular. Boogie es un personaje de un poder internacional fantástico”, aseguró Massa. Lo cierto es que en ese clásico festival europeo, recibió pedidos de co producción de España, Canadá y también de una compañía alemana.
La sorpresa llegó cuando Massa confirmó que la voz central estaría a cargo de Mickey Rourke. “Le mandamos el libro y dijo que lo quería hacer. Ahora estamos negociando su contrato pero sería fantástico”, informó Massa.
El director había comenzado a trabajar con Fontanarrosa y a realizar algunas animaciones teniendo en cuenta que la compañía Indiecito deja el 2D para comenzar a trabajar ya en 3D. “Seguramente hay una parte del proyecto que lo vamos a hacer en Corea del Norte”.

El gaucho sabio

Sí como el Far West inspiró a Hector Germán Oesterheld y a Hugo Pratt para dar a luz al Sargento Kirk, las pampas y todos sus colores fueron el mundo que visitó Roberto Fontanarrosa para dibujar a Inodoro Pereyra.
Inodoro apareció por primera vez a fines de 1972, en la revista Hortensia, el mismo año que “Boggie, el aceitoso”. La tira era una brutal parodia al encuentro entre Martín Fierro y el Sargento Cruz. Fue tanta la burla que hasta el propio Fontanarrosa se ríe de sí mismo y le hace decir a su gaucho: “¿Sabe lo que pasa? Que a esto ya me parece que lo leí en otra parte y quiero ser original”, cuando su defensor en la afrenta con los soldados lo invita a refugiarse en las tolderías.
Al poco tiempo, Inodoro se convertiría en la visita obligada de una galería de extraños personajes, algunos históricos y otros lisa y llanamente, anacrónicos. Pero su presencia no habría sido la misma si no tuviera a su lado al fiel Mendieta, un perro que aseguraba ser un cristiano emperrado por una eclipse.
Tras un paso por las revistas Mengano y Siete Días, con aventuras por entregas, donde abundaban episodios de largo desarrollo y falso suspenso de folletín, en 1976 comienza a ser publicado en el diario Clarín, ya con historias unitarias y prácticamente un chiste en cada cuadro.
Y es aquí donde el remate se transforma en su facón oxidado para lanzar sutilmente críticas a un mundo cada vez más vertiginoso y más olvidadizo de su pasado que le permitió crecer. Inodoro llegó a conocer a Superman, a Darwin, hasta peleó con los indios ranqueles y una horda de loros socarrones e insolentes. Era un hombre, y lo sigue siendo, con todas las letras, con sus defectos y virtudes. No lo reconocía, pero valoraba la amistad y la belleza de las cosas simples ante todo, aunque en el fondo, no le escapaba al discurso machista.
Básicamente sabía que su mundo estaba a punto de desaparecer. Pero no le importaba, porque sabía que había esperanzas para la inmortalidad. Tal como se pudo notar en un diálogo que mantuvo con Boogie en un encuentro ficticio con su creador. El mercenario espetaba: “Los dibujantes pasan, los dibujos quedan”. A lo que Inodoro respondía: “¿Le parece, rubio”.
Y razón tiene.

La enfermedad que lo acorraló

a esclerosis lateral amiotrófica, que fue minando la salud del escritor Fontanarrosa , es una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular, que provoca una parálisis muscular progresiva y suele ser finalmente fatal. Este mal, que se conoce como ELA por sus siglas, fue lo que mostró al genial creador en una silla de ruedas primero y, ya en los últimos meses, no lo permitía dibujar sus propias tiras cómicas.
La enfermedad, cuyo origen aún es desconocido, afecta en la Argentina a unas 2 mil personas y no tiene tratamiento de cura posible, aunque sus efectos pueden ser morigerados con distintas terapias.
La ELA se denomina de este modo porque es, por un lado, una «esclerosis lateral», es decir que implica la pérdida de fibras nerviosas acompañada de un endurecimiento, y por otra parte es «amiotrófica» porque produce una atrofia muscular, que se produce al haber dejado los músculos de recibir señales nerviosas.
En cambio, quienes padecen la ELA mantienen inalteradas sus funciones cerebrales no relacionadas con la actividad motora, como la sensibilidad y la inteligencia, lo cual era particularmente notorio en Fontanarrosa, quien mantuvo su lucidez y su sentido del humor hasta el final.

Fontanarrosa en papel

Recopilaciones de chistes sueltos

¿Quién es Fontanarrosa?
Fontanarrisa
Fontanarrosa y los médicos
Fontanarrosa y la política
Fontanarrosa y la pareja
El sexo de Fontanarrosa
El segundo sexo de Fontanarrosa
Fontanarrosa contra la cultura
El fútbol es sagrado
Fontanarrosa de penal
Fontanarrosa es Mundial (donde se
recopilan las crónicas periodísticas que realiza
en ocasión del mundial de fútbol de 1994) y Fontanarrosa continuará.

Historietas

Los clásicos según Fontanarrosa
Semblanzas deportivas
Sperman
Inodoro Pereyra: su personaje más famoso, junto con
Boogie, el aceitoso. Este último se publicó en diarios uruguayos y colombianos. También se han publicado libros con recopilaciones del personaje en Brasil e Italia.

Novelas

Best Seller (las aventuras del mercenario sirio homónimo)(1981)
El área 18 (1982)
La gansada (1985)

Historia

No te vayas, campeón (2000)

Libros de cuentos

El mundo ha vivido equivocado (1982)
No sé si he sido claro (1986)
Nada del otro mundo (1987)
El mayor de mis defectos (1990)
Uno nunca sabe (1993)
La mesa de los galanes (1995)
Los trenes matan a los autos (1997)
Una lección de vida (1998)
Puro Fútbol (2000)
Te digo más... (2001)
Usted no me lo va a creer (2003)
El rey de la milonga (2005)

El fútbol, Central y «el Cairo»

Resulta imposible separar al Negro Fontanarrosa del fútbol y mucho más de su pasión por Rosario Central, el club de sus amores. Al deporte más popular de los argentinos, el talentoso escritor y humorista dedicó varias de sus obras. Entre ellas, se destaca el cuento «19 de diciembre de 1971», un clásico de la literatura futbolística nacional que refleja la victoria histórica de Rosario Central contra su archirrival, Newell`s Old Boys, en la final del campeonato Nacional de 1971, que consagró campeones a los “canallas” con la famosa palomita de Aldo Pedro Poy.
Entre otras obras relacionados con esta pasión popular, pueden destacarse “El Fútbol es sagrado”, “Fontanarrosa de penal”, “Fontanarrosa es Mundial” (donde se resumen las crónicas periodísticas que realizó en ocasión del Mundial de 1994, “El área 18”, “Puro Fútbol” y “No te vayas campeón”, una fabulosa recopilación de historias y anécdotas vividas por el escritor, vinculadas todas ellas a los mejores momentos de la historia del fútbol argentino. Un material de lectura casi obligatoria para futboleros y que está acompañado por una ilustración fotográfica imperdible.
El fútbol, incluso, se hizo presente en la literatura de Fontanarrosa dentro de libros de cuentos cuya temática no estaba relacionada a este deporte pero que, indefectiblemente, se filtraba a través de algún personaje o historia relacionada con la pelota, como lo reflejan algunos de los cuentos presentes en su último trabajo “El rey de la milonga”.
El Negro también se nutría de historias futboleras tomándose un café en sus ratos libres en el Bar El Cairo (en la esquina de calle Santa Fe y Sarmiento, en Rosario), sentado en la metafórica “mesa de los galanes”, escenario de muchos de sus mejores cuentos (no sólo vinculados al fútbol), que luego en los años noventa se mudó a otro bar: La Sede.
Desde el año pasado, la camiseta azul y amarilla a rayas de Rosario Central lleva en su parte izquierda una caricatura especialmente diseñada por Fontanarrosa . Una imagen que portarán por siempre en sus corazones quienes se pongan esa camiseta y que resulta el mejor homenaje para el hincha más ilustre de todos los “canallas”.

“El área 18”

Congodia, un joven y pequeño país africano, ha logrado su independencia y su desarrollo apostando al triunfo en los encuentros que disputa su invicto equipo nacional de fútbol. Pero Congodia se halla en una estratégica situación geográfica y las apuestas, por tanto, se tornan más y más importantes. Así lo comprende una poderosa corporación multinacional, que decide armar un conjunto capaz de obtener la victoria en el mismísimo clima infernal del estadio Bombasí. Para ello, recluta a una pandilla de desesperados bajo la capitanía del único hombre que puede conducirlos al éxito: Best Hama Seller, el controvertido aventurero internacional sirio.

“Cuentos de fútbol argentino”

Si acaso es cierto, como afirma Alejandro Dolina, que “en un partido de fútbol caben infinidad de novelescos episodios”, el inevitable resultado del encuentro entre fútbol y ficción tenía que ser este cóctel poderoso y típicamente argentino. Nadie mejor que Fontanarrosa para elegir a los integrantes de esta selección. Aficionado al gol de lujo, consagró un equipo mixto de eficacia más que probada. El escenario está dispuesto: el lector mueve la pelota.

“No te vayas campeón”

¿Produce alucinaciones ópticas la camiseta de Chacarita? ¿Quién fue el verdadero héroe de aquella final entre Rácing y el Celtic? ¿De qué color era, en verdad, Paulo Valentim? Estas y muchas otras incógnitas se intentan develar en “No te vayas, campeón, el repaso caprichoso y algo desmemoriado de un hincha sobre muchos de los grandes equipos del fútbol argentino”. Roberto Fontanarrosa desarrolla una serie de notas inéditas, mayoritariamente antojadizas, donde recorre recuerdos, opiniones, retratos de futbolistas, semblanzas, jugadas, goles, alegrías y decepciones.

 

 


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