Por LAURA E. ROTUNDO
Silvia no nos dice su apellido para mantenerse en el anonimato. Lleva
4 años y seis meses de abstinencia al juego. Durante doce años
pasó su vida en distintas salas de entretenimiento, donde apostaba
hasta dinero robado de su propio hogar. Hoy, a los 41, asegura que
recuperó su vida, que su vínculo con la familia y con
los amigos volvió a ser especial.
Un intento de suicidio fue el hecho que la hizo “tocar fondo”
y tomar conciencia de que la ludopatía se había adueñado
de todas sus conductas. Dice que se trata de una enfermedad emocional
y que no se cura, pero que se puede salir adelante.
En diálogo con La Mañana de Neuquén, Silvia nos
da este reportaje como Encargada de Relaciones Públicas de
Jugadores Anónimos.
A grandes rasgos, ¿cómo observan desde Jugadores
Anónimos el panorama de la adicción al juego en nuestro
país?
Nosotros, fundamentalmente, tenemos en claro que se trata de un trastoro
llamado ludopatía. Si bien se podría tratar como una
adicción, hay que tener en claro que es una enfermedad.
¿Cuáles son las causas que generan la necesidad
de jugar?
Esta es una enfermedad emocional. Cualquier causa puede provocar que
vos quieras y sientas la necesidad de jugar: la alegría, la
tristeza y por supuesto, la falta y el exceso de dinero.
Personalmente, creo que uno siempre trata de escaparse de toda la
situación por la que estás pasando y no se acepta la
enfermedad. Lo que se cree es que al encerrarse en una sala de juego,
el problema pasa y en realidad está ahí, en estar jugando.
Según lo indican las estadísticas, esta dependencia
aumenta cada vez más. ¿Es efectivamente así?
Sí, lamentablemente el crecimiento de la enfermedad es aterrador.
En nuestros grupos de autoayuda, la cantidad de gente que acude es
cada vez mayor y cada vez se suman a edades más tempranas.
Si bien no trabajamos con menores, lo normal es que nos visitaran
personas, a partir de los 40 o 45 años. Actualmente, comienzan
a los 25 o 26 años.
Dentro de los grupos nos basamos en nuestras experiencias propias
para intentar mejorar; no brindamos asistencia psicológica,
pero sí muchos compañeros reciben tratamiento afuera
de Jugadores Anónimos.
En nuestra Línea Vida (que brinda asistencia telefónica
las 24 horas), recibimos diariamente ocho llamados provenientes de
nuevos jugadores que necesitan detener estas conductas.
¿A qué grupos socioeconómicos afecta
este mal?
A todos...
Igualmente no es lo que importa la cantidad de dinero que uno juega,
sino el mal que causa a la hora de jugar. En este preciso momento,
nosotros recibimos a más mujeres y éstas suelen ser
adictas a las máquinas tragamonedas.
¿Qué es lo más usual a la hora de jugar?
De todo un poco.
En los distintos grupos de autoayuda, nosotros tenemos a jugadores
de carreras de caballos, quiniela, bingo, casino y tragamonedas.
Pero es para destacar que el problema no es un juego en particular
sino la “apuesta”, ya que hay gente que ha jugado al billar
por plata.
Un familiar o un amigo de un jugador, ¿qué
consejos debe darle o cómo puede impedir que esta persona se
acerca a un bingo o a un casino?
Nosotros tratamos directamente con los jugadores para decirle cómo
tiene que manejarse él y no mantenemos un vínculo con
sus familiares y amigos.
Sí existen grupos para aconsejar al entorno de las víctimas
de esta adicción, como la entidad JUGANON (15-4085-5996, las
24 horas) que trata a los “coadictos”.
¿Qué es la “coadicción”?
Siempre que hay un adicto en un grupo familiar, existe un coadicto.
Por ejemplo: si en un matrimonio, el hombre juega, la mujer está
en cierta forma apañando la situación que su cónyuge
genera.
Siempre están las personas de “al lado” que no
quieren ver, no quieren hacerse cargo y no pueden, porque les cuesta
mucho, aceptar que su compañero o compañera es un enfermo.
¿En su caso particularmente, le molestaba que alguien
le dijera que no juegue más?
Sí... en el momento en que se está en la “carrera
del juego”, molesta muchísimo que te digan “pará”.
Además, para darte cuenta que tenés esta enfermedad,
lo primero es el “autodiagnóstico”. El problema
es que cuando estás metido en ese mundo, estás tan ciego
que no sabés hasta dónde podés llegar.
¿Y usted cuándo se dio cuenta y se planteó
que no podía seguir así?
Cada uno toca su fondo de distinta forma. Yo no me daba cuenta de
lo que me pasaba, pero sí mi familia. Yo toqué fondo
con un intento de suicidio y una inmediata internación.
¿Jugaba todos los días?
En un principio, comencé como jugadora social. Es decir, como
una persona normal que va a una sala de juegos para divertirse un
rato.
Luego, me di cuenta que me gustaba cada vez más y el juego
comenzó a ocupar un lugar muy importante en mi vida: jugaba
más tiempo del planeado, descuidaba a mi familia y decía
muchas mentiras para irme a jugar.
Hasta un tiempo jugaba con plata genuina, mía, pero después
sacaba dinero de donde no debía, robaba hasta de mi casa; pedía
prestado y no devolvía nada... lo único que me interesaba
y lo único que necesitás en esos momentos es jugar y
sentir la adrenalina que te causa estar en una sala de juego.
Lo peor es que si uno gana, no sirve... porque un jugador no espera
la ganancia, sino que desea seguir jugando.
Recuerdo que me inicié en todo esto a los “veintipico”
y mi carrera de juego duró entre diez y doce años. Ahora,
tengo 41.
¿Cuál es la reacción cuando un jugador
compulsivo pierde?
En ese instante no podés pensar. Si perdés, querés
jugar para recuperar y si ganás, querés seguir jugando
para ganar más. Es algo terrible...
Desde su punto de vista, ¿es algo “curable”?
No, esta adicción no se cura, simplemente se detiene... y por
eso quienes asistimos a los grupos de autoayuda decimos que esto es
“sólo por hoy”. Yo todos los días, cuando
me levanto, digo que por 24 horas no voy a jugar.
¿Y cuál es su sensación cuando pasa
delante de la sala de juegos?
Ya no me causa nada. Actualmente llevo 4 años y seis meses
de abstinencia. Lo único que sé es que el juego me derrotó
y que bajé los brazos.
Sé que hoy en día conseguí una vida mejor, como
la de una persona común que puede mirar a la gente sin tener
que esconderse de nadie. Cuando jugaba compulsivamente, perdí
a todos mis afectos: me separé y con mis hermanos y mis padres
no mantenía contacto porque yo no estaba nunca. Hoy la relación
volvió a ser normal.
“Sólo por hoy”, sé que mi recuperación
es mucho más importante que lo que me pueda dar una sala de
juegos, lo cual no significa que mañana no me agarren los cinco
minutos de desesperación y vuelva a caer... si esto pasara,
empezaría de nuevo para intentar cambiar toda esta historia.
¿Cuál fue el caso más espeluznante que
se presentó en el grupo de autoayuda?
Podría asegurarte que todos los casos son aterradores. Lo que
decimos siempre es que el juego compulsivo tiene tres destinos: la
cárcel, la locura y la muerte. Si uno sigue jugando, termina
en el alguno de esos tres destinos.
Cuando llega una persona nueva al grupo, le contamos la historia de
cada uno y le decimos que si es jugador compulsivo va a responder
más de siete preguntas. Luego, se conversa sobre las experiencias
de todos y se lee literatura relacionada con el tema.
A partir de cada caso, se le da una serie de sugerencias para saber
cómo manejarse durante el primer tiempo de recuperación:
no tiene que manejar plata y se le aconseja que lleve consigo una
lista de teléfonos de sus hermanos y/o de sus amigos incondicionales
para que pueda contactarlos en cualquier horario, cuando sienta que
los necesita.
¿Cree que el Estado debería permitir la apertura
de tantas salas de juego?
Nosotros no estamos en contra ni a favor de nada. Lo único
que nos interesa es luchar contra nuestra enfermedad. Yo no puedo
prohibirle al resto de la sociedad que deje de jugar porque yo soy
adicta... sólo queremos llevarle un mensaje de alivio al jugador
compulsivo que definitivamente está sufriendo, mientras padece
este mal.
Hoy, en base a tu propia experiencia, ¿qué
podrías decirle a un jugador compulsivo?
Yo puedo asegurar que en un momento de mi vida creí, convencida,
que el juego era lo más importante que tenía. Realmente
me estaba quedando sin nada y consideraba que la pérdida económica
era lo peor que podía atravesar... hasta que me di cuenta que
lo que me estaba perdiendo era a mí misma: había dejado
de ser una persona confiable y no podía mirar a la gente a
los ojos.
Por suerte y gracias a la voluntad que también puse y pongo
cada día en mi recuperación, descubrí que existe
una vida mejor sin juego, que me permite caminar tranquila por la
calle y sentirme mejor persona. Recuperé mi autoestima y me
siento feliz.
Todos los que estén pasando por esto, tienen que animarse a
concurrir por primera vez a los grupos de autoayuda, en los que van
a recibir el apoyo, la contención y la comprensión que
necesitan.
Para agendar
JUGADORES ANONIMOS también funciona en forma gratuita en Neuquén
Capital, en la Biblioteca del Colegio Don Bosco (Chaneton 559), los
lunes y jueves de 20 a 22 horas.
Más información en www.jugadoresanonimos.org.ar.
|