«En 1974 me fui del país porque
pensé que la Triple A me iba a matar»

 
 
«Volví, con la perspicacia política que me caracteriza, en enero del ’76, cuando todo el mundo sabía que en marzo iba a haber un
golpe militar».
Carlos Ulanosky fue centro de una entrevista colectiva mediatizada por el periodista Jorge Halperín y colegas de diarios y revistas del interior del país.

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Por Gloria vila

Sucedió en la sala de conferencias de la Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina (ADEPA).

El destacado periodista Jorge Halperín, director de Le Monde Diplomatic, que ha hecho de la entrevista periodística casi una especialización y su hijo Fernando, editor de la sección internacional del diario La Nación, presentaron al emblemático Carlos Ulanosky para ser entrevistado por colegas periodistas del interior del país en el ámbito de la Asociación de Entidades Periodísticas (ADEPA).
En la introducción, Jorge Halperín dijo: “Como ya sabemos que la «más jorobada» es la primera pregunta, les sugiero que empiecen por la segunda.”
“Cuando nosotros nos iniciamos,-reflexiona Carlos Ulanosky apenas iniciada la entrevista - en los ’60, la pregunta más brava se hacía con el pie en el pasillo, por miedo a ser expulsado, a ser echado. Pero por suerte a mí me expulsaron siempre... en la segunda pregunta. Si me preguntan cuándo me sentí bien, les digo que fue cuando trabajé con gente que me gustaba.
Trabajé en medios grandes y chicos; trabajé en medios muy comprometidos, muy vinculados al poder y también en el medio más independiente que hubo en el país que fue «La Maga».
De cada uno puedo sacar conclusiones diferentes... Me parece que lo que me hizo sentir mejor fue el vínculo con las personas que tuve a mi alrededor. En «La Maga» dependíamos de muchos factores: de nuestros lectores, de los avisadores que nos recibían pero no todos nos daban publicidad.. Y dependíamos también de aquellas áreas oficiales que sí nos daban publicidad. En ese momento el secretario de Cultura era «Pacho» O’Donell que se portó muy bien con nosotros en esos términos.

Medios grandes, medios chicos
¿Dónde me sentí más libre? En realidad no le doy un valor supremo a ese tema. Trabajé años en un medio muy grande donde todos sabíamos que nos «bajaban línea» acerca de que aquéllo no se podía y aquéllo otro no se podía y que mejor entrevisten a éste y no entrevisten a tal otro. Y así sobreviví. No trabajé nunca en ningún medio absolutamente independiente. Hay una tensión permanente entre los límites que establece la empresa donde trabajás y lo que querés hacer vos.Yo creo que uno, sin tener necesidad de decirlo, transgrede, y ve qué posibilidad tiene de «meter» las cosas que uno tiene ganas de meter. La verdad, muy pocas veces tuve que hacer notas que me dieran vuelta el estómago. Y sí me di el gusto de hacer centenares de notas que yo tenía ganas de hacer, desde personajes pequeños hasta grandes personajes, desde pequeños temas a grandes temas.
Tuve en claro mi vocación desde chico, yo quería ser periodista. Mi familia decía que era un mentiroso, porque cada vez que volvía de la calle decía: ¿A qué no saben quién estaba en tal lugar? A lo mejor mentía, probablemente, por lo cual ya era periodista. Luego, en el secundario, tuve la suerte de tener compañeros muy buenos. Uno de ellos fue Rodolfo Terragno con el que hicimos una revista estudiantil, éramos unos «cholulos» de cierta gente y la excusa de la revista nos permitía llegar a ellos. En esa época yo admiraba a Leopoldo Torre Nilsson. Rodolfo admiraba a Borges y admirábamos a Augusto Bonardo, a Pinky. A mí me encantaba cómo escribía Horacio De Dios y cómo escribía Neustadt (con esto me ganaré, quizás, el repudio de todos ustedes ), pero esta es la verdad, me encantaba Neustadt.

Ser periodista
Y esa revista estudiantil me definió, quería ser periodista. Dije « quiero participar en esa mesa de la inteligencia». Hasta ese momento, todo estaba en el mundo de la intuición. Con Rodolfo fuimos a buscar laburo a revistas de «mala muerte», esas que se imprimían en papel ordinario y en color sepia, donde dejábamos sumarios.
Hasta que un día caí en la «Editorial Abril», donde conocí a dos personas que fueron importantes en mi carrera, allá por el año 63, cuando yo tenía 19 años. Conocí a Osvaldo Seigerman y a Enrique Rau, que era de esos maestros que se preocupaban en agarrar la nota y decirte: “Mirá, esto ponelo abajo. Abrí con esto. Sacá tal cosa”. Tuve esa suerte de tener un extraordinario maestro. Y a partir de eso, la gran cantidad de laburos que conseguí fue a través de amigos. Y, aparte, porque creo que no hago mal lo que hago. Luego vino la revista a la que me convocó Osvaldo Seigerman, que la sacó Jacobo Timerman cuando se fue de «Primera Plana», se llamaba «Confirmado». Ese fue mi primer laburo en relación de dependencia, en el año ’65.
En Clarín trabajábamos en la “Sección opinión” y nos pedían notas de gente que desconocíamos; era gente que tenía que ver con compromisos del diario. Y eso nos obligaba a postergar una nota que hubiéramos querido hacer. Después me llevé sorpresas. Un día en Clarín, el secretario general de redacción me llama y me dice: «Quiero que le hagas una entrevista del domingo a Canela» Y yo para mis adentros pensé, «Canela, esa b...» Y ahí actué mal, me dejé llevar por prejuicios, cosa que no es buena, siempre es bueno dejarse sorprender. La fui a ver a Canela y me encontré con una persona fantástica, que tiene toda una historia y me transmitió unos «perfumes informativos» que yo desconocía por completo. Una persona que cuando chica había sufrido la guerra en Italia. Me transmitió una cantidad de experiencias que yo no tenía. En ese sentido la cosa fue al revés: Primero me dio vuelta el estómago y después dije ¡qué tonto! Era una persona muy interesante. En Página 12, lo mismo: la empresa tenía un compromiso con la municipalidad y había que dedicarle los viernes un espacio muy importante del diario a los recitales de fin de semana que organizaba el municipio conjuntamente con el diario. La verdad, no lo hacía a gusto, lo hacía por obligación.

Humor, Satiricón, Perdón
“Cuando volví, la revista «Humor» ya era un gran éxito. Y lo llamé a mi amigo Cascioli y le dije que quería colaborar allí. Y me puse a hacer columnas de medios, que es uno de los temas que me han acompañado toda la vida. Y trabajé hasta que me dijeron que no había más guita, poco antes del cierre.
Yo casi todo el proceso estuve afuera. Me fui porque tenía miedo de vivir acá. Así de simple, así de sencillo. Primero me fui en el ’74 cuando clausuraron «Satiricón» y volví, con la perspicacia política que siempre me caracterizó, en enero del ’76, cuando todo el mundo sabía que en marzo iba a haber un golpe. Pero así es la vida y así es la dimensión de la negación de las personas. Entonces estuve hasta abril del 77 cuando me volví a ir. En ese período fui colaborador de «El Ratón de Occidente», de Oscar Blotta, el inventor de «Satiricón». Con Cascioli, Guinzburg, Abrevaya, Alicia Galloti y Laura Linares hicimos una revista que se llamaba «Perdón», un nombre muy simbólico. Era una revista de espectáculos anticipada a su tiempo pero no le interesó a nadie. Fue uno de los fracasos más grandes que viví en la carrera. Inmediatamente me fui a laburar como redactor publicitario, que fue mi oficio alternativo. Y ahí, de la mano de un amigo, entré en la agencia Ricardo De Luca. Del Proceso mucho no puedo decir, porque lo viví desde afuera.
Cuando nos fuimos en el ‘74 la “riple A estaba en su apogeo y recibimos presiones. La sensación que tuve fue que me iban a matar.. La segunda vez no tanto. Había vuelto a salir «Satiricón» y los militares hicieron un operativo y la cerraron. Se llevaron por diez días a Oscar Blotta, Mario Mactas y una correctora. En los interrogatorios les preguntaron dónde estaba yo; cuando quedaron en libertad me avisaron. Acababa de nacer mi hija menor y nos fuimos. Apenas llegué a México en el ’74 tenía unos contactos, que me llevaron a Televisa donde estaban por arrancar con publicaciones gráficas. Después trabajé en el suplemento cultural del diario «El Universal». Y la segunda vez también, trabajé en las revistas «Proceso» y en la versión mejicana de la revista española «Interviú» donde me divertí muchísimo. También en «Unomasuno» que era un diario muy parecido a «Página 12» y en los últimos años en el «Instituto Nacional de Defensa de los Consumidores» donde dirigí toda la parte de publicaciones y una revista que contenía lo que yo considero que debe ser una parte del periodismo, el servicio. Hacíamos campañas para el día del niño, de la madre, del padre, fin de año. Y decíamos: «Regale afecto, no lo compre».

Diario de cabecera
Me crié en una casa donde no abundaron los libros pero sí llegaban muchas revistas y dos diarios, «El Mundo», y «La Razón» que salía a la tarde. En «El Mundo» empecé a leer las primeras crónicas de las cosas que me interesaban. Tenía entre 10 y 11 años cuando leía con un espíritu crítico. Me situaba frente a las crónicas de Edgardo Daboglio, las crónicas de Jorge Koremblit o las críticas cinematográficas de Calki. Me fascinaban las investigaciones que hacía Horacio De Dios, las notas de Villita en deportes y las contratapas de Neustadt. Me acercaban cosas que me resultaban reconocibles y eso me ayudó también en mi formación.. Bueno, después con los años me fui enterando cómo eran y quiénes integraban la redacción del diario ; la verdad es que era una redacción impresionante. Lamentablemente el diario no tuvo la suerte que se mereció. En la última etapa, «El Mundo» era un diario del «ERP». Y yo siempre digo que siempre hay que tener un diario de cabecera. Y utilizarlo casi como elemento de laboratorio, ir leyéndolo de una manera teórico-práctica. Ver, por ejemplo, cómo fulano “arranca” las notas. Yo me sigo fijando en eso. Creo que en eso me ha ayudado mucho tener una actitud de aprendiz eterno, a mí me gusta aprender, todo el tiempo. Lamentablemente, en este oficio nuestro, hay un elemento que se nos ha perdido y que es el tiempo libre. Carecemos de tiempo libre. Y tengo en cuenta lo azaroso que resulta encontrarse con amigos para nada... para hablar de temas de interés común. Antes, en el tiempo libre, nos encontrábamos en el café o íbamos a almorzar, o recorrer Florida, Lavalle o Corrientes para nada, simplemente para eso. Y mirar, y observar, y tomar nota con la libretita de algo que, a lo mejor, originaba una nota. Bueno, eso se ha perdido por completo.
Hoy, en las redacciones, me asombra cómo hablan por teléfono los redactores. Las notas más importantes del día se hacen por teléfono, yo no lo puedo entender porque cuánto mejor es ir a hacer una nota, salir. Bueno, y en eso está la precarización en la que ha caído el oficio nuestro.. ¿Por qué? Porque esa es una cosa impulsada y alimentada por las empresas. No salgas así no te pago viáticos, así no te pago el remisse, así no te pago el taxi. No salgas, hacélo todo por teléfono. Y hablale a los ministros por teléfono. “Ministro, tengo la 3 abierta, tengo la tapa abierta”. Todo esto que escucho, me asombra muchísimo, porque me parece mucho mejor el contacto personal, es mucho más rico.

Sin parar
Desde el año ’79 trabajo ininterrumpidamente en radio, y en el ’69 escribí mi primer libro. He llegado a tener hasta seis o siete laburos a la vez.. En el año ‘91 me llamaron de «Planeta» para hacer un libro sobre el lenguaje de los argentinos. Y ahí en vez de un libro salieron tres. Luego en el ’94 me ofrecen hacer la historia de la radio. Y yo, irresponsablemente dije que sí, sin saber en qué me estaba metiendo.
El primer libro, lo hice cuando se empezaba a hablar de biografías no autorizadas. Galerna, me encargó una biografía no autorizada de Palito Ortega que, en ese momento, era un ídolo impresionante. El libro se llamó «Palito Ortega, indagación de un ídolo». Y en el momento en que salió, Palito hizo un juicio. Secuestraron la edición y por una decisión judicial la quemaron en un juzgado.

Superstición y cautiverio
“Me parece que la prensa escrita cayó cautivada ante la superstición de la televisión. Desde 1975 en Estados Unidos empezaron a diseñar los diarios a semejanza de la televisión. Algún genio dijo: “A la gente no le gusta leer más” y eso quedó consagrado. Hoy, todo diario que se precie, tiene que atravesar el filtrado del “rediseño”. Sacrificar el espacio escrito a favor del espacio del diseño, de la fotografía, del blanco. Me parece un error porque de ese modo la gráfica pierde identidad. Me parece que se ha perdido casi por completo el análisis, el comentario diferenciador, la opinión propia. Los desafíos son iguales para el diario que se edita en la Capital Federal o en el interior. Me parece que está avanzando mucho toda la información vía electrónica. Los diarios han sufrido otro fenómeno, que es el de la tematización.
En los diarios de los domingos no hay menos de ocho suplementos distintos. Porque el marketing dice ahora que hay que atender diversas necesidades, por razones estrictamente comerciales.
Ese estilo, lo empezó un diario estadounidense que se llama «US Today», con noticias de no más de 50 líneas, a todo color para que la gente no extrañe la televisión y con multiplicidad de entradas en cada una de las páginas. Marcó toda una época, es un diario que se sigue editando y tuvo una profunda influencia en Latinoamérica.
En teoría se supone que la gráfica tiene un lector más preparado y con más tiempo para dedicarse a un análisis un poquito más sofisticado que los que les da la televisión o la radio.

Regionales
En el primer mundo, la gente se dio cuenta un día que los diarios nacionales ya no le servían. Y empezaron «a tallar» los diarios locales que le contaban a la gente lo que pasaba en el barrio. Hubo experiencias de Clarín y La Nación, sin demasiado éxito. En Estados Unidos y en Europa los canales locales son muy exitosos. Yo creo que tienen mucho futuro esos medios, en tanto y en cuanto puedan sobrevivir.

Gran maestro

En los últimos tiempos Carlos Ulanosky le dio un lugar a su vocación como formador de las nueva camadas de periodistas.
Sobre esta experiencia dijo: “Estuve diez años en la Escuela de TEA. Fueron años a puro sacrificio.
Y en el momento en que podía gozar de cierta estabilidad y comodidad, me fui. Se dieron una serie de circunstancias que me llevaron a decidir que no tenía más ganas de estar allí y renuncié.
Lo mismo fue lo que me sucedió con Radio Municipal; confieso que fue algo absolutamente personal.
Era un lugar de mucha pelea cotidiana, y dije: «No estoy en condiciones. Necesito un lugar donde me hagan mimos en la espaldita».
Y fui a ver a mi amigo Jorge Guinzburg y le dije: protegeme”.
Y así lo hizo; y se lo agradezco.
En un momento dado, en la Escuela de TEA hicimos convenios de pasantías con diversos medios.
Uno de los medios fue «Página 12». Recuerdo cuando fuimos por primera vez, casi como si lleváramos a nuestros hijos al jardín de infantes, con unos chicos que estaban en tercer año, para que hicieran la pasantía.
La experiencia para los pibes fue buenísima, estaban en el mejor lugar y en el mejor momento. Pero también había una parte oscura porque la mayoría de los periodistas sentían que eran una carga extra. Igual que nos pasó a nosotros cuando llegó a Clarín la primera camada de becarios. Los periodistas decían «¿Qué vienen a hacer estos «plomos» acá? Tenemos que enseñarles, tenemos que atenderlos; con todo lo que nos pasa, con todo lo que tenemos que hacer ¡ encima esto!». Esa fue la actitud inicial. El único que se preocupó por ellos, que los alentó, que les enseñó, que perdió el tiempo, digamos, pero se lo hizo ganar a todos, fue Homero Alsina Thevenet. ¿Y por qué? Porque, tal vez, tenía determinada edad que le permitía entender el asunto.
Pero la mayoría trataba de “cadetizar” a los jóvenes. Los jóvenes venían a aprender, a hacer una extensión de sus conocimientos en el lugar más práctico, pero los mandaban a comprar las facturas, los cigarrillos y a preparar el mate.»

Terragno, el amigo de toda la vida

“Con Rodolfo lo pude compatibilizar a través del afecto. Le tengo un afecto histórico invariable. Me parece que es una persona sumamente inteligente y valiosa. Me parece que es un tipo digno de tener en cuenta. Está en la política y está en ciertas cosas que a mí no me gustan demasiado pero le tengo un afecto muy sólido. Me parece que es una persona que merece tener suerte, y espero que pueda realizarse en la política más de lo que hasta ahora le tocó.”

Sus afectos

Embargado por el profundo dolor de la reciente pérdida de su esposa, Ulanosky hizo una cálida referencia de sus seres más queridos. “Mi hija tiene 29 años, se llama Inés, es fotógrafa, me acaba de hacer abuelo. Y tengo otra hija de 37 años que se llama Julieta y que es diseñadora gráfica. Son divinas personas.”

 

 


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