Neuquén > Un joven
se encuentra encerrado en su cuarto. Las circunstancias de la vida lo
han confinado a su casa y, para poder salir de su aburrimiento, no encuentra
mejor solución que espiar a sus vecinos con sus binoculares.
Al principio se trataba de un juego pero, con el tiempo, pasa a ser
una parte vital de su vida cuando descubre que uno de los observados
es un asesino. O al menos, eso es lo que cree él.
El espectador común podrá pensar que el filme es una adaptación
o remake del clásico de 1954, «La ventana indiscreta»
de Alfred Hitchcock. Pero se equivoca. Sólo se trata de «Paranoia»,
un thriller pergeñado para cautivar a adolescentes y no tanto
durante una hora y media donde los bostezos le ganan de mano a la acción.
Burda copia de la cinta filmada por «el maestro del suspenso»,
mantiene algunos cambios importantes en su argumento principal. El protagonista,
Shia Lebeouf, no es fotógrafo sino un rebelde con arresto domiciliario.
En uno de sus tobillos lleva puesto un dispositivo electrónico
que le da descargas si se aleja del perímetro de su casa, lo
que lo obliga a su encierro. La mujer, Sarah Roemer, atrapa con su mirada
y su sonrisa. Pero, en lo que se refiere a dotes actorales, bien gracias.
No falta el amigo gracioso ni la madre resignada, que sólo potencia
la sensación de «Esto ya lo vi en otro lado».El único
que salva una película condenada al fracaso desde un principio
es David Morse en el rol del vecino asesino. Sabe qué miradas
poner y como moverse. Realmente se hace odiar y eso es lo extraño.
Ninguno de los héroes consigue despertar simpatía, mientras
que el villano sí.
El final es obvio, a pesar de la pequeña vuelta de tuerca, y
por suerte derrumba toda posibilidad de secuela. Eso sí, si a
la salida se escucha un giro. El espectador no debe asustarse. Es Hitchcock
gritando desde su tumba con deseos de venganza. Esa sí que sería
una buena película. Por lo menos, desde lo ridículo (PJF).