“El diablo se viste a la moda”
La insistente voz de Miranda Priestly (Meryl Streep) persigue
a Andrea (Anne Hathaway) hasta en sueños: «¿An-dre-aaa?,
¡An-dre-aaa!». ¿Es este el trabajo con el que soñaba
al salir de la universidad?
¿Es este el trabajo por el cual tiene que estar agradecida
y sentirse tan afortunada? Sí, es la nueva asistente personal
de Miranda, la legendaria editora de la revista femenina más
glamourosa de Nueva York. Ella dicta la moda en el mundo entero, millones
de lectoras siguen sus recomendaciones.
Sus empleados y colaboradores la consideran un genio. Los grandes
creadores la temen.
Todos, sin excepción, la veneran. Todos, menos Andrea, que
no se deja engañar por este escaparate de diseño y frivolidad
tras el que se agazapa un diablo que viste un traje de chaqueta de
Prada (exclusivo, por supuesto), calza unos Manolo Blahnik y siempre
luce un pañuelo blanco de Hermès.
“El diablo se viste a la moda” está basada en la
novela de Lauren Weisberger del mismo título, que estuvo durante
seis meses en la lista de éxitos de New York Times y que se
ha traducido a 27 idiomas.
En el filme, las dos veces ganadora del Oscar, Meryl Streep, es Miranda
Priestly, la actual reina de la moda cuyos caprichos puede hacer que
una carrera despegue termine abruptamente.
El director David Frankel, que ha explorado los caprichos de la moda
y la fama en las destacadas series «Sex and the city”
y «Entourage», comentó que en vez de haber escogido
el camino obvio, demonizando a Miranda, prefirió «explorar
la implacable búsqueda de Miranda de la excelencia de forma
seria», señaló. «Y cuántos sacrificios
ha de hacer para sobresalir».
«Hay un montón de mujeres famosas que han tenido el mismo
éxito que Miranda Priestly, y es muy fácil criticarlas
porque han antepuesto a todo su trabajo», continúo Frankel.
«Los hombres raramente se ven criticados por ello».
Miranda ha tenido que hacer grandes sacrificios para llegar a la cumbre
y mantenerse allí. Ámala u ódiala (con la mayoría
de sus subordinados decantándose por esto último) y
nadie puede negar que ella es el principal motor de un formidable
imperio.
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