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Por José Luis Pacheco |
El debate por las sumas no remunerativas, que terminó
de instalarse en el Ejecutivo y en el Deliberante, ha sumado varios
elementos aunque en realidad ninguno aporta demasiada claridad en
la discusión de un tema complejo como pocos. Lo que se ha
hecho explícito es que oficialismo y oposición coinciden
en la necesidad de dar un corte a esta situación. Sin embargo,
los intereses políticos de cada uno llevan a que no coincidan
para nada en las formas y en los tiempos.
El radicalismo apunta a dilatar cualquier definición, en
el pensamiento de que en realidad lo que buscan las bancadas opositoras
–con mayor o menor insistencia- es obligarlo a echar mano
a las partidas presupuestarias, aumentando el gasto corriente y
alterando el nivel de prioridades que para la gestión de
Horacio Quiroga pasa indefectiblemente por las obras públicas.
De allí que vincule cualquier discusión salarial con
una reforma integral del estatuto, tema que, se sabe, es resistido
por el gremio que encabeza Luis Martínez.
En el espectro opositor se leen claramente dos posturas. El interbloque
conformado por el ARI, Frente Grande y PJ pretende que la incorporación
de las sumas se haga sin mayores demoras. Pero ante la falta de
votos para imponer su proyecto de ordenanza, se ve en la disyuntiva
de esperar que el MPN se decida a llevar al terreno de las acciones
su decisión política de apoyar el mentado “blanqueo”
o forzar un despacho por la minoría que en realidad le serviría
de poco. Es que en ese caso, la propuesta debería seguir
durmiendo en comisión durante tres semanas más para
terminar siendo rechazado al momento de su votación en el
recinto. El interbloque interpreta que en el corto o largo plazo,
la incorporación de las sumas será un hecho y que
ellos podrán exhibir el rédito por haber puesto el
tema sobre la mesa de discusión, aunque finalmente no sea
su ordenanza la que se apruebe.
En el caso del MPN, apeló a un pronunciamiento que, por su
cuidada redacción, conformó a todas las partes, aunque
sus intereses sean distintos.
En definitiva, un ni. Si bien dejó en claro que es “ilegal”
el pago de sumas no remunerativas ni bonificables, no comulga con
la idea de tomar una decisión apresurada. Se las ingenió
para postergar una definición aunque sin romper lanzas con
ninguno de los sectores en pugna: los empleados, a quienes les dijo
que está de acuerdo con su reclamo, y el gobierno municipal,
que respiró aliviado frente al compromiso de la primera minoría
de no acelerar ninguna resolución que altere la actual política
salarial.
Otro elemento que formó parte de la puesta en escena por
el reclamo de los municipales, fue el llamativo error cometido por
el Ejecutivo al momento de hacer la “simulación”
sobre el impacto de la incorporación de las sumas no remunerativas,
en las finanzas de la comuna. La información brindada a los
concejales el miércoles pasado daba cuenta que la masa salarial
aumentaría cerca de $5 millones anuales. 48 horas más
tarde, se reconoció la existencia de una equivocación
y se elevó esa cifra a $8 millones, aunque tampoco sea definitiva.
Dos cosas resultaron llamativas. Primero, que se cometa un error
de esta naturaleza en el manejo de un tema políticamente
urticante y que amenaza con transformarse en una pesada carga para
el Ejecutivo. Segundo, que quien se haya expuesto en este error
fuera el secretario de Economía, Martín Farizano -el
integrante del Gabinete que mejor relación cultiva con los
concejales- y en un tema que no depende directamente de su cartera.
En el fondo, esta situación deja en evidencia un mal que
aqueja a la gestión municipal: la falta de un interlocutor
político válido ante un Concejo Deliberante dominado
por la oposición. Y esto Quiroga ya lo advirtió hace
tiempo.
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