El hallazgo conmovió
la zona. Los testigos dicen que al cadáver le faltan la lengua,
los ojos y otros órganos. Y que no hay rastros de sangre ni
olor pestilente. El intendente cree que los responsables son “de
otro planeta”
El Chocón > La leyenda del Chupacabras,
el temible y extraño ser que, según el mito popular,
depreda el ganado con precisión de cirujano y fría
crueldad, volvió a cobrar vigencia a partir del macabro hallazgo
que le tocó protagonizar a Marcelo Guevara, un puestero de
El Chocón que el martes a la mañana encontró
una de sus vacas prolijamente mutilada, con las cuencas de sus ojos
vaciadas, sin cerebro, con asépticos cortes en la mandíbula
y en su parte trasera, con el lomo quemado y sin la lengua, extirpada
sin rastros evidentes de desgarro. En el lugar no había sangre
ni el clásico vaho que desprenden los animales en proceso
de descomposición, sino un penetrante olor a azufre, según
describen los testigos.
El cuadro trajo a la memoria, automáticamente, la ola de
mutilaciones de ganado que se registró en las provincias
de Río Negro (Choele Choel), La Pampa y Buenos Aires en 2002,
cuando los hombres de campo fueron presas de una verdadera psicosis
que terminó con una investigación encargada por el
Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA) a expertos de la Universidad
Nacional del Centro (Tandil). El estudio concluyó que el
causante de las lesiones que presentaban los animales fue un roedor,
el ratón conocido como “hocicudo rojizo”, y de
esa manera derrumbó la expectativa popular alimentada por
el mito del misterioso depredador rural (ver aparte).
“De otro planeta”
El intendente de El Chocón, José Luis Mazzone, abonó
el relato que le hizo Guevara cuando lo llamó para contarle
lo que había visto. No sólo eso: el jefe comunal,
todavía atrapado por el asombro y el estupor, sentenció
en diálogo con La Mañana de Neuquén: “Es
gente de otro planeta; no me cabe ninguna duda”.
“Estoy acostumbrado a ver vacunos muertos por cuatrerismo
o por accidentes, pero esto no lo puedo creer; nunca vi una cosa
así”, abundó el funcionario, y aportó
datos que, según él, dan cuenta de un hecho absolutamente
singular. Dijo que:
“Ni los perros ni los jotes, que son terribles, se acercaron;
ningún animal carroñero tocó el cadáver”
“Le faltaban vísceras, tenía un tajo en la
cola y un corte en la cara, y le faltaban la piel y la lengua, que
fue quitada como con un bisturí”
“Pasados dos días no había más que olor
a azufre, nada de olor a podrido”
“El animal estaba tirado en una posición rara, con
las cuatro patas para arriba y la cabeza torcida para atrás.
Y estaba de debajo de una línea de alta tensión, donde
no se cae solo”
“Tenía quemada una parte de la nalga, como si lo hubieran
agredido con un soplete”
Con absoluta convicción, Mazzone aseguró que “no
pudo haber sido un ratón porque acá no hay; es gente
de otro planeta”, y contó que “el paisano (por
Guevara) se niega a hablar de estas cosas porque les tiene mucho
temor. Si hasta se negaba a ir a ver el animal”. La referencia
del funcionario permite entender el impacto que un hallazgo de esta
naturaleza tiene en la población rural.
Relatos que coinciden
También el guardafauna Miguel León, delegado en la
zona de Confluencia del Cuerpo de Guardafaunas de la provincia,
se sumó al asombro generalizado y coincidió con Mazzone
en el tono de su relato.
León destacó la prolijidad de la mutilación.
“No había rastros de sangre y los cortes estaban como
cauterizados”, señaló, e hizo hincapié
en “la ausencia del olor a podrido que debería despedir
el cadáver, que en este caso es reemplazado por un fuerte
olor a azufre”. La leyenda dice que ese aroma es denominador
común de los escenarios de los crímenes del mítico
Chupacabras (ver aparte).
La vaca mutilada, un animal de unos 150 kilos, fue encontrada en
el campo que explota Marcelo Guevara junto a su esposa, su hijo
y su nieto. Es un predio importante, de unos 28 kilómetros
por 5, ubicado en la zona conocida como La Chanchería, al
lado de la subestación 550KW de Transener, a un kilómetro
y medio de la ciudad de El Chocón. Allí, Guevara y
los suyos llevan adelante una empresa familiar dedicada a la cría
de chivos y vacas.
El guardafauna León dijo, además, que escuchó
comentarios sobre la supuesta aparición de otras dos vacas
mutiladas en zonas aledañas, aunque les restó trascendencia.
“Son sólo comentarios”, insistió.
Temor a la psicosis
Seguramente por temor a la psicosis que desataría la divulgación
del hecho, tal como sucedió en 2002 en Buenos Aires y en
La Pampa, no se han efectuado denuncias en organismos superiores,
como por ejemplo el ministerio de Producción de Neuquén
o el SENASA. De hecho, voceros del organismo nacional confirmaron
a este diario que la dependencia “no fue notificada”
del caso. “Vamos a esperar a contar con elementos concretos”,
señalaron.
El ratón hocicudo, verdugo oficial del
mito popular
El SENASA encargó un estudio a expertos
universitarios. Los científicos concluyeron que las vacas
habían muerto por causas naturales y encontraron culpable
de las lesiones a una clase de ratones
El Chocón > Para dar por tierra con
las conjeturas de todos colores que se tejieron sobre las causas
de la matanza de ganado ocurrida en las provincias de Río
Negro, La Pampa y Buenos Aires en 2002, el 1 de julio de ese año
el Servicio Nacional de Sanidad Animal (SENASA) difundió
los resultados de un estudio realizado por la Universidad Nacional
del Centro. La investigación concluyó que los causantes
de las numerosísimas mutilaciones de animales habían
sido roedores.
Concretamente, el informe señalaba que los decesos se habían
producido “por causas naturales (enfermedades metabólicas
o infecciosas de altísima incidencia para la época)”
y que las lesiones que presentaban los cadáveres habían
sido obra de “un ratón del género Oxymycterus,
conocido como hocicudo rojizo”, cuya población había
crecido y había “cambiado sus hábitos alimenticios”.
“Las conclusiones de los estudios –efectuados sobre
20 animales procedentes de establecimientos bonaerenses- descartan
el registro de radioactividad en los lugares donde aparecieron los
animales analizados y la acción de narcóticos sobre
los mismos”, destacaba el comunicado oficial.
Además, la investigación descartó que para
los cortes se hubieran utilizado elementos especiales, como calor-cauterización,
y en el comunicado se consignaba que “observaciones en campo”
habían demostrado “la presencia de roedores alrededor
de los cadáveres, dentro de los mismos y en el momento de
ingerir tejido de los animales”.
Heridas similares
El estudio de los expertos de la Universidad de Tandil había
establecido, según informó el SENASA en aquella oportunidad,
que los animales observados presentaban, en términos generales,
lesiones “con un mismo patrón”: una “fuerte
asociación de las heridas con aberturas naturales, como boca,
orejas, glándulas mamarias, recto, vulva, etc., y, en casos
excepcionales y generalmente con más tiempo de muertos, en
abdomen”, decía el comunicado.
La escalada de muertes de animales que aparecían mutilados
con similares características había generado una conmoción
que, condimentada por las especulaciones sobre la incidencia de
fenómenos extraños nacidos al calor de las leyendas
y las ciencias ocultas, dio lugar a una fuerte pulseada entre quienes
buscaban explicaciones en la racionalidad de la ciencia y los que
ensayaban respuestas a partir de la fantasía y de creencias
populares arraigadas en determinadas regiones y sectores de la población.
Con el informe de los científicos universitarios, el SENASA
intentó dar por ganada la batalla, aunque, claro, no logró
convencer a todos. |