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Los jovencitos neuquinos
participaron
en octubre de «Danzamérica 2003». |
Neuquén >Con ellos en escena, la plazoleta
del monumento a San Martín parece una esquina del Barrio porteño
de San Telmo. Sobre las baldosas de piedra, la pareja de tangueros
ensaya una pose; con las barbillas altivas y los ojos fijos el uno
en el otro. El ruido de los bocinazos de la Avenida Argentina no les
importa, ni tampoco las miradas entre curiosas y admirativas de los
transeúntes. Parecen estatuas coloridas, ajenas a todo.
Ellos son Pía Alonso, de doce años, y Nicolás
Benko, de quince, una de las parejas de tango más jovenes del
país. Cuando la cámara hace “click” se aflojan,
se estiran un poco la ropa y Pía pregunta «¿Alguna
otra más?», con toda la predisposición del mundo.
Cuesta advertir, al verlos dibujar con los pies impecables ochos,
que se trata de dos chicos. Tampoco se nota cuando hablan, porque
son chicos, pero serios. Pero, más allá del sobrio traje
negro de él -con pañuelo blanco al cuello- y del vestido
con brillo y flecos de ella, hay en sus ojos y en sus gestos una transparencia
que delata su edad. Cuando dejan de bailar, vuelven a ser dos preadolescentes
de sonrisa ancha y ojos tímidos.
Anhelos
Hace seis años la profesora Maricel Casares, al armar las
parejas de baile, los puso juntos porque tenían la misma
altura. Todo un acierto del destino, ya que desde ese día
no se separaron.
Claro que hay roces, como en cualquier pareja de baile, y algunas
“boletas” se pasan de vez en cuando. “Nico se
olvida la coreografía” o “Pía protesta”
son las confesiones que se escuchan entre bambalinas. Es que los
ensayos son rigurosos, y durante la época de clases les queda
menos tiempo para ello. “No queremos que descuiden la escuela”,
aseguró Eduardo Benko, el papá de Nico, que hace de
presentador oficial cuando bailan en Neuquén.
Pía está todavía en la escuela primaria –pasó
a séptimo grado en la escuela 183- y ya decidió que
su futuro está en la danza.
En cambio -y si bien puede pensarse “¡Qué desperdicio
de talento!”-, a Nicolás le gusta la robótica,
y a eso quiere dedicarse cuando termine la secundaria. Ya averiguó
que la carrera se puede hacer en Buenos Aires o en La Pampa, y que
dura un poco más que lo seis años básicos de
ingeniería electrónica. “La robótica
se puede usar para muchas cosas, pero a mí me gustaría
aplicarla al cine” contó Nicolás, desde su traje
tan sobrio, sentado en un cantero de Diagonal 25 de mayo. Mientras
tanto, va a tercer año en la escuela Jean Piaget, y escucha
la música que le gusta a todo adolescente: Estopa, Spinetta
y Attaque 77.
Sacrificio
Cuando los padres de Pía la llevaron a aprender danza clásica,
a los cinco años, no pensaron que el tango se iba a convertir
en la profesión de su hija. Ahora, además de cursar
el sexto año en el Instituto de Maricel Casares, está
en cuarto año de la carrera de Intérprete Nacional
en Danza Clásica del IUPA (ex INSA), que queda en Roca. Toda
su familia hace un gran sacrificio para acompañarla y ayudarla
a realizar su sueño artístico.
“Esta chica crece tanto… y a esta edad los vestidos
le quedan chicos enseguida”, suspira Margarita, mamá
de Pía. Ella hace las veces de vestuarista y maquilladora
en los shows. Los espectáculos tienen un clima de familia
unida, en parte porque son chicos y en parte porque tratan en lo
posible de hacer gastos selectivos y priorizar los viajes a los
encuentros nacionales de danza.
“No vamos todos porque sería muy caro. Cuando fuimos
a Danzamérica, por ejemplo, nos acompañaron las mamás”,
contó Pía.
En la tarde neuquina el sol ya se escondió, y en pocos minutos
más lo chicos deben ir a bailar en una confitería
céntrica. Un rápido make up maternal comprueba que
el rodete de Pía esté en su sitio y que el traje de
Nicolás no se haya arrugado. Tras el retoque veloz, los dos
tangueritos partieron, caminando junto a sus padres, listos para
dar una exposición magistral de tango y fuerza juvenil.
Presentaciones
Pía y Nicolás participaron en octubre del año
pasado de “Danzamérica 2003”, y obtuvieron medalla
de plata en la categoría “Milonga”, bailando
el tema “La luciérnaga”; y medallas de bronce
en la categoría “Tango fantasía”, con
el tema “El Huracán” y en “Tango tradicional”,
con “Zorro gris”.
El dinero para el viaje a Córdoba, donde se realizó
el certamen, lo juntaron haciendo el espectáculo “Tango
a la gorra”, que se realizó durante los meses más
cálidos de 2003 en uno de los boulevares de la Avenida Argentina.
Hubo que solventar gastos de inscripción, clases especiales,
alojamiento, comida y vestimenta, y todo lo aportaron con lo recaudado
a puro cortes y quebradas.
Además, en agosto, presentaron su show callejero en Recoleta,
un sitio casi exclusivo de parejas con un promedio de edad bastante
más alto que el de los neuquinos. “Pero la gente fue
muy abierta con nosotros, inclusive algunos bailarines se acercaron
a hablar y por ahí nos corrigieron algo, pero como profesionales”,
contó Nicolás.
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