CIPOLLETTI.- ¿Qué
hace que una multitud siga en la pantalla un programa de televisión,
agolpada en un gimnasio? La pregunta surge clara y transparente
a poco que se quiera analizar lo sucedido en la noche del domingo
en Cipolletti, cuando casi 6.000 personas se agolparon en el Polideportivo
para ver -y escuchar- al crédito local, Claudio Basso, que
competía en la producción argentina «Operación
Triunfo».
Se puede argumentar que a este programa lo miran millones de personas,
ya que es uno de los actuales de la TV nacional que más ráting
consigue domingo a domingo. Pero esto tal vez no alcance a explicar
el porqué de una multitud que deja su hogar, se mueve, va
a un gimnasio y participa de la ceremonia interactiva como si se
tratara de un partido por la final de la Copa del Mundo, con la
Selección Argentina.
La explicación tal vez venga por el lado del afecto; y de
cómo un programa ideado sin duda para ganar dinero, también
mueve sentimientos. En este caso, el del apoyo de un pueblo a uno
de sus representantes, pugnando a escala nacional para conseguir
ese efímero fantasma llamado éxito.
En realidad, este tipo de fenómeno no se da frecuentemente.
Recuerdo, por ejemplo, cómo movía a las masas argentinas
(era otro momento de la TV, que dificultosamente llegaba al interior
en esas épocas) aquel programa llamado «Odol pregunta».
Había que contestar preguntas muy difíciles, realmente
para expertos. Si se lo hacía bien, y se llegaba a la instancia
final, podía accederse al premio mayor, que era de un millón
de pesos. Mucha plata entonces, tanto o más que ahora.
Tan especial era ese programa, que cuando ganó (contestando
sobre los pájaros) un señor llamado Mario Marateo,
en su pueblo de orígen (Azul, provincia de Buenos Aires)
se organizó una bienvenida para el ganador que sólo
otro dos hombres lograron concitar en esa zona entonces agrícola-ganadera
de la provincia que hoy gobierna Felipe Solá: uno fue Carlos
Gardel; el otro, Juan Domingo Perón. Miles de personas fueron
a buscarlo a la estación de trenes, y Marateo fue paseado
en andas como sólo se hace con los grandes ídolos.
¿Fue gracias a la TV, o gracias al efecto del sentimiento,
ese placer popular que se obtiene cuando un par, una persona «como
uno», llega al éxito, a ese lugar reservado para muy
pocos?
Lo de Claudio Basso en Cipolletti es equiparable a esos especiales
momentos en que el pueblo selecciona, elige, a un representante
para triunfar en nombre de todos. Cuando se consigue, la gloria
es plural, es compartida, es satisfactoria.
Por eso, tal vez, la TV y Claudio Basso lograron juntar más
gente en Cipolletti el último domingo que cualquier partido
político, que cualquier gremio, que cualquier promesa.
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