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Jóven
hipoacúsico estudia
para ser maestro de sordos |
CENTENARIO.- Muchos dirían
que Rubén David Daruich es un ejemplo de vida. Pero no es así.
El, que sufre hipoacusia bilateral severa, es mucho más que
eso. Porque supo ser generoso en sus pretensiones y en lugar de contentarse
con alcanzar sólo logros personales, soñó con
ayudar a otros que están en su misma situación. Por
eso completó sus estudios secundarios en un colegio normal
con el firme objetivo de ser, algún día, profesor de
sordos.
David tiene tres hermanos y proviene de una familia donde el único
que sufrió sordera fue un abuelo y se lo atribuyó a
lo avanzado de la edad. Sin embargo, él empezó a quedarse
sordo cuando era un niño sin que mediara una enfermedad o un
golpe.
El último diagnóstico que le dieron explica, en parte,
el desconcierto de los primeros médicos que lo trataron: «me
dijeron que mi problema está en el nervio auditivo, que hay
células que no se formaron bien y se fueron muriendo»,
dijo. Porque David habla. (Y aunque un lector atento piense que es
obvio que hable pues es sordo, no mudo, vale la aclaración
debido a que «muchas personas creen que ser hipoacúsico
equivale a no tener voz»).
Si usted quiere oírlo, puede sintonizar a partir del lunes
la radio en el 95.1 del dial. Allí, en la FM cristiana Shaday,
conducirá de 6 a 9 un programa informativo. Esa no será
la primera vez que se sentará frente a un micrófono.
Desde hace tiempo participa de una audición musical en donde
su esposa, Leda, lo asiste atendiendo el teléfono y escribiendo
los mensajes que luego él comenta al aire.
David se casó con Leda «varias veces» como ella
misma cuenta con una sonrisa. Es que el matrimonio en su culto se
efectúa a través de una promesa que los novios se hacen
uno al otro en el altar. Para poder concretar el casamiento, tuvieron
que ensayar con el pastor varias veces lo que David diría durante
la ceremonia.
Leda y David tienen un hijo, Nahim, de dos años y aunque no
temieron que fuera sordo, sí hablaron al respecto. Porque David
no la pasó fácil cuando era chico y perdió la
audición. Tuvo, eso sí, una familia que lo contuvo y
aún lo contiene.
Su madre no quiso privarlo de toda la educación que pudiera
darle y aunque no pudo conseguir que David fuera sólo a una
escuela «normal» -como él mismo dice-, acordó
con los maestros que iría a una institución especial
en el turno tarde y a una escuela común en el matutino. Así
hizo la primaria y la secundaria y eso le permitió llegar al
nivel terciario.
Desde el año pasado estudia magisterio en el Instituto N°9
de esta ciudad. Es el único hipoacúsico que ha llegado
a este punto de la carrera y no le ha resultado fácil. Para
terminar el secundario estuvo 9 años. Cuestiones que podrían
parecer superfluas, como que un profesor dé la clase mientras
escribe en el pizarrón o use bigote y barba que le tapen los
labios era suficiente como para que David perdiera parte de la explicación
y se atrasara en sus estudios.
Para comunicarse, lee los labios y habla. También maneja el
lenguaje de señas. En el camino que decidió recorrer
como docente, lo está acompañando una de sus hermanas,
Débora. Ella es de gran ayuda para él porque puede comunicarle
aquello que se pierde en clase. «A veces -recuerda- ella no
estaba y el profesor y otros alumnos se ponían a debatir. Yo
le preguntaba a algún compañero de qué estaban
hablando y me decía que espere, que lo dejara escuchar. Ahí
me levantaba y me iba porque no podía participar».
Como es el primer alumno hipoacúsico en la carrera docente,
mantuvo reuniones con supervisores del Consejo Provincial de Educación
donde planteó su interés por ser profesor de sordos.
Su propuesta no se limita a enseñarles señas. Pretende
ayudarlos a plantarse frente a la vida con firmeza, dejando atrás
las miradas y los comentarios ofensivos. «Lo primero que haría
como docente sería animar a los chicos a estudiar, para que
no sean conformistas ni se pongan límites ellos mismos. Porque
tienen que entender que no sólo los chicos sordos tienen problemas»,
concluyó. |
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