Por miguel a. toledo
La preocupación es fácil de comprender: la crisis
económica provocó una sensible disminución
en el consumo de gasoil y naftas; a lo que se sumaría el
éxodo de más vehículos hacia el mercado del
gas, reduciendo aún más el sector de los combustibles
tradicionales.
Aunque los precios del petróleo, que impactan inmediatamente
sobre los surtidores y ahuyentan a los automovilistas, son un dolor
de cabeza para los estacioneros, la inquietud principal es de tipo
estratégico y está relacionada con la modificación
progresiva de la matriz energética del parque automotor,
acentuando la participación del gas, que actualmente supera
el 43%.
Y esto parece ser más que una simple tendencia: algunos creen
que es inexorable. Entre 1994 y el 2001 en la Argentina se duplicó
el consumo de GNC hasta alcanzar los 154 millones de metros cúbicos/mensuales.
Esto equivale a la producción completa de cinco días
del yacimiento Loma La Lata/Sierra Barrosa, el más grande
del país.
Sin embargo, las perspectivas que llenan de temor a los estacioneros
«convencionales», entusiasma al gobierno. Una iniciativa
que no viene del área de Energía sino del ministerio
de Producción, ha identificado a este segmento como un potencial
polo de desarrollo industrial y ha conformado el «Plan Industrial
de Utilización del Gas Vehicular» remitido al Congreso.
Básicamente, el proyecto tiene cuatro ejes principales:
Estabilidad
tributaria real (impuestos, tasas, etc.) durante 15 años.
Fomento de
las inversiones y exportaciones (actualmente hay unas 1.000 PyMEs
dedicadas a este rubro).
Gasificación
del transporte urbano y suburbano de pasajeros (se pretende reconvertir
a las 10.000 unidades registradas en el sistema nacional y sería
obligatorio).
Gasificación
voluntaria del transporte de carga, interurbano, comercial y particular.
Según esta visión, el desarrollo del mercado del GNC
permitirá aprovechar mejor un recurso barato y abundante
a nivel doméstico, de modo de obtener más petróleo
disponible para exportar.
Además, movilizaría un sector industrial donde la
Argentina está a la cabeza tanto en lo tecnológico
como en el consumo.
¿Una
«cuarta fase del gas»?
A grandes rasgos, la Argentina podría estar ante una «cuarta
fase» en el desarrollo masivo de su principal energético:
el gas. La primera de estas etapas puede ubicarse en la década
del 50 -cuando se construyó el primer gasoducto a Buenos
Aires, desde Neuquén-, hasta mediados de los 70, cuando se
descubrió Loma de Lata. Por entonces, había aún
mucho más oferta que demanda.
Una segunda etapa podría identificarse en la década
del ’80, cuando se produjo la reconversión masiva de
industrias que antes utilizaban fuel oil. Ya en épocas más
cercanas, la utilización de gas para generar energía
eléctrica volvió a impulsar el consumo de este fluido.
Ahora, el uso de GNC en el parque automotor podría resultar
en el nuevo hito. La Argentina es el país donde más
se utiliza en GNC, seguida de Italia, Brasil, Estados Unidos y Pakistán.
En el mundo, hay aproximadamente 2,3 millones de vehículos
a GNC.
El 83% de los 823.988 automotores convertidos a gas en la Argentina
son de uso particular. Esto no sólo marca una consecuencia
de la crisis económica, sino también un cambio importante
en la mentalidad de los automovilistas argentinos, que hasta hace
poco tiempo aún creían que el gas era «perjudicial»
para los motores.
Del total de vehículos convertidos, el 4% son taxis (unos
30.000) y otro 12% son pick ups (97.900).
Hay una cifra que ilustra esto palmariamente: el GNC, con una participación
del 14% en el mercado de combustibles, supera ampliamente a la nafta
común y está sólo dos puntos porcentuales abajo
de la nafta súper. El 64 % restante de la torta corresponde
al gasoil.
Si el gobierno tiene éxito en su plan (que es a 15 años)
el uso del GNC podría cuadruplicarse rápidamente.
Este factor, sumado al desarrollo del uso del gas en otros sectores,
podrían llevar la participación de este hidrocarburo
muy cerca del 60% en ese período de tres lustros.
Para el secretario de Industria, Dante Sica, «el gran negocio
de la Argentina es utilizar el gas, que es abundante en la región,
y ahorrar para exportar el petróleo que es un comodity internacional».
Tal perspectiva abre el interrogante: ¿y las reservas?. Aunque
convencionalmente el horizonte de reservas gasíferas del
país es actualmente de 8 años, esto no significa que
sea el límite. Está probado que la Argentina tiene
aún mucho gas en su subsuelo, sin mencionar que sólo
se han explorado 5 de las 15 cuencas existentes. Pero otro factor
clave es la regionalización y en este escenario, las reservas
de Bolivia deben sumarse a las propias.
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