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Las audiencias se reanudarán
el próximo lunes con las declaraciones de varios testigos, entre
ellos el sacerdote Rubén Capitanio.
Neuquén
> Los ocho militares acusados de secuestrar y torturar
a 17 militantes políticos y dirigentes gremiales de Neuquén
y Río Negro decidieron no declarar ayer ante el Tribunal Oral
Federal de esta capital.
La determinación de los jefes castrenses, imputados en delitos
considerados de lesa humanidad, prácticamente tumbó
las expectativas, fundamentalmente de las organizaciones de Derechos
Humanos y del fiscal del Tribunal, Manuel de Reyes Balboa.
Habían organizado una estrategia para cada uno de los imputados
que giraba en torno a las conductas criminales empleadas en los procedimientos
ilegales de detención que siguieron con las terribles sesiones
de interrogatorios y tormentos que debieron soportar los hombres y
mujeres en “La Escuelita”.
El fuerte golpe sacudió también a integrantes de la
agrupación HIJOS, víctimas de la represión militar
y numerosas personas que seguían las alternativas del histórico
juicio dentro y fuera de la pequeña sala, acondicionada a último
momento para el desarrollo del juicio.
Después, el defensor federal, Carlos Peralta, acometió
aún más y pidió a los magistrados que sus defendidos,
Oscar Lorenzo Reinhold, Alberto Gómez Arenas y Luis Alberto
Farías Barrera, no participen de las audiencias de debate.
El planteo del funcionario federal, debidamente fundado, fue aprovechado
también por el defensor del suboficial Julio Francisco Oviedo,
quien adhirió al requerimiento.
Los reclamos de los defensores fueron rechazados por las organizaciones
de Derechos Humanos.
El fiscal Balboa reconoció la legitimidad del planteo, pero
aclaró que, en el caso de que el Tribunal haga lugar, los imputados
deben permanecer a disposición del Tribunal y las partes, en
el momento en que se los requiera.
Los resultados de los incidentes sostenidos ayer, que aún no
fueron resueltos por los jueces, pueden encaminarse en favor de los
imputados.
Sin embargo, en la sala, algunas personas dijeron que los militares
tuvieron impunidad para asesinar, torturar, saquear, abusar sexualmente
de las mujeres. Y hoy queda claro también que pactaron “guardar
silencio”, para no responder sobre los sanguinarios crímenes
cometidos a partir de marzo de 1976.
Sin muestras de arrepentimiento
El primero de los militares incriminados que se sentó en el
banquillo de los acusados, mirando de frente al Tribunal de sentencia,
fue el coronel Mario Alberto Gómez Arenas.
Sereno, con voz clara, erguido, dijo que nació en 1930 en Godoy
Cruz, Mendoza.
Contestó que cursó estudios universitarios y que se
desempeñó en Inteligencia del Ejército hasta
1983. Estuvo a punto de ponerse de pie, cuando remarcó que
ingresó al Ejército en marzo de 1949.
Después siguieron el mayor Luis Alberto Farías Barrera,
el teniente coronel Sergio Adolfo San Martín y el coronel Jorge
Eduardo Molina Ezcurra. Este último señaló que
se retiró de la fuerza en el mes de marzo de 1995.
Significa entonces que continuó desempeñándose
como jefe militar en los gobiernos democráticos de Ricardo
Alfonsín y Carlos Menem.
El quinto incriminado al que se le preguntó si declaraba por
los cargos que se le endilgan fue al suboficial mayor Francisco Julio
Oviedo.
Manifestó que sus estudios universitarios en el profesorado
de Historia fueron incompletos y que se retiró en 1981 cumpliendo
servicio en el Destacamento de Inteligencia 141 de Córdoba.
El coronel Oscar Lorenzo Reinhold nació en Santa Fe en 1935.
Se desempeñó en el Ejército hasta 1987. En Neuquén
fue el jefe de la División Inteligencia del Comando de la Subzona
52.
Enrique Braulio Olea es cordobés, nacido en 1930, en la localidad
Las Perdices. Se retiró en 1987 con el grado de general de
brigada. Y, finalmente respondió a preguntas del Tribunal,
el medico Hilarión de la Pas Sosa.
El hombre, que se mostraba cansado, dijo que nació el 21 de
octubre de 1930 en Profundidad, Misiones, y que se incorporó
al Ejército en 1949. Su retiro se produjo en 1989, como coronel
médico.
Insultados
Los militares salieron de la sala de debate esposados, en fila india
y protegidos con chalecos antibala provistos por el Servicio Penitenciario
Federal.
Fueron acompañados por corpulentos hombres hasta la puerta
de acceso al edificio judicial, donde los esperaban dos camionetas
Trafic de la fuerza nacional.
Numerosos familiares de los jóvenes detenidos y torturados,
no resistieron y descargaron todo tipo de insultos. Los vehículos
donde se protegieron los ex militares fueron golpeados con los puños
y patadas, hasta que salieron del lugar por la calle Carlos H. Rodríguez
hacia el Este. No se sabe a qué lugar.
Algunos de los militares se mostraban inconmovibles, sin remordimientos.
No disimularon algunas expresiones de júbilo. Otro evitó
sonreírse y optó saludar a un abogado defensor, con
un guiño cuando despacito bajaba las escaleras del Tribunal.
Después de la presurosa salida de los vehículos de la
U-9, en la calle de un lado a otro caminaba Oscar Ragni, cuyo hijo
aún permanece desaparecido.
Había insultado y maldecido a los acusados con toda su fuerza
y con la bronca que arrastra desde hace más de treinta años.
Ayer no resistió y gritó su contenida impotencia por
la desaparición y muerte de su hijo.
En un costado sobre la vereda estaba Francisco Ledesma. Sus ojos estaban
inflamados de llanto. Estuvo detenido más de cinco años
en Rawson, en “La Escuelita” y la U-9.
Las actividades se retomarán el lunes desde las 9 con la comparencia
de varios testigos, entre ellos el sacerdote Rubén Capitanio.
Los tormentos que nunca olvidarán
Neuquén
> Rubén Obeid fue detenido el 14 de octubre del
‘76 en Contralmirante Cordero cuando viajaba en un colectivo.
Tenía 29 años. El operativo fue realizado por varios
individuos que viajaban en un Ford Falcon verde. Horas después
allanaron su casa.
En “La Escuelita” fue insultado, golpeado. Lo mojaron,
le colocaron electrodos en la cabeza y lo picanearon.
Fue liberado el 10 de marzo de 1979.
Francisco Ledesma, se encontraba detenido en Rawson desde el 21 de
enero de 1976. Fue trasladado por personal del Ejército a esta
ciudad y su primer contacto fue con el mayor Farías Barrera,
quien lo trasladó y ordenó su detención en “La
Escuelita”, donde fue torturado con picana, le aplicaron el
submarino seco (una bolsa de nylon en la cabeza).
También fue golpeado y finalmente encerrado en un calabozo
de Rawson, hasta 15 de diciembre de 1981, fecha en la que recuperó
su libertad.
María Cristina Luca, Marta Inés Brasseur y Graciela
López fueron detenidas en Cipolletti, entre el 19 y 20 de noviembre
del ‘76.
Como en todos los casos, fueron interrogadas y torturadas en “La
Escuelita”. El 3 de diciembre fueron llevadas en avión
hasta Paraná, Entre Ríos.
Luca fue liberada el 8 de junio del 83, Brasseur, el 17 de marzo de
1982. López, también en el mismo año.
Pedro Tressa y María Ruchetto fueron detenidos e interrogados
y torturados en “La Escuelita” durante tres días.
El joven mantenía una relación sentimental con María
Luca. Rucheto, en marzo del ‘76 se desempeñaba como docente
en Planicie Banderita.
Islanda Becerra, militante de la Juventud Peronista, fue apresada
ilegalmente el 15 de diciembre de 1976 por efectivos policiales y
civiles cuando tenía 19 años.
En “La Escuelita” fue atada a un catre, esposada de pies
y manos y encapuchada. Fue picaneada en las sienes, la boca, simulaban
que le disparaban en la cabeza. Quedó libre el 31 de diciembre
del mismo año, aunque fue obligada a presentarse en el Comando
del Ejército durante quince días, hasta 1978.
David Lugones, apresado el 29 de abril del ‘76, fue trasladado
a esta ciudad al 27 de diciembre del mismo año. Un día
después lo llevan a “La Escuelita”, donde fue atado
a una cama de pies y manos y torturado. Allí reconoció
al joven Oscar Ragni, entre otros detenidos.
El 29 de diciembre le hicieron firmar una declaración con los
ojos vendados y lo amenazaron que no hablara de lo ocurrido en el
centro de detención.
Escenario
“No me pude contener”
Neuquén
> Oscar Ragni dijo que “los sentimientos hoy me
vencieron. Saqué todo lo que guardaba. Fuimos tolerantes; responden
a una institución que no es noble”. Y, añadió:
“Ya no los respeto”.
El hombre que en 1976 y durante largo tiempo se entrevistó
con varios de los militares imputados, implorando por conocer la suerte
de su hijo, contó que “está presente junto con
los 30 mil compañeros desaparecidos”.
“Hasta ahora nadie ha dado razón de su muerte, pero hoy
me siento un poco mejor” y continuó abrazándose
con amigos y familiares de las víctimas. Estaba aliviado.
Muy cerca estaba Noemí Labrune, una de las fundadoras de la
Asamblea por los Derechos Humanos de Neuquén. Remarcó
que “no tienen coraje” para permanecer de frente al Tribunal
y la comunidad en general.
Añadió que “estamos transitando la última
etapa, que precisamente fue llegar a la Justicia. Hagan lo que hagan
no podrán evitar la sentencia que seguramente escucharán
en una cueva”.
Finalmente dijo que las evidencias “son concluyentes”
y calificó como “ejemplar la instrucción de la
causa conducida por el juez Guillermo Labate y la secretaria, Silvina
Domínguez.
Boff: «El rescate de la dignidad»
Neuquén
> El teólogo brasileño Leonardo Boff asistió
ayer a la segunda audiencia del juicio contra ocho represores imputados
de graves violaciones a los derechos humanos durante la última
dictadura en Neuquén.
«Creo que estos juicios son el rescate de la dignidad humana
que fue violentamente ofendida durante la dictadura militar con crímenes
contra la humanidad», aseguró Boff a la agencia Télam.
Boff, de 69 años, es uno de los fundadores de la Teología
de la Liberación en los años 60 y 70, censurada por
el Vaticano.
Dijo que «si se destruye esa mínima relación de
humanidad no se puede construir una sociedad ni proyectar una convivencia
que sea verdaderamente humana. Eso no puede ocurrir jamás y
no se puede ocultar y olvidar sin más porque sería no
honrar las víctimas».
Boff indicó que «se tiene que realizar sin una perspectiva
de venganza sino de restablecimiento del derecho básico y perspectiva
de futuro».
Consideró que si bien muchos países latinoamericanos
sufrieron dictaduras, como el caso de Brasil señaló
que «los niveles que se han realizado en la Argentina tienen
solamente una semejanza con los niveles nazistas».
Boff ofreció anoche una charla en el aula magna de la Universidad
Nacional del Comahue sobre la denominada «Carta de la Tierra»,
referida a los conflictos por el uso, la propiedad de la tierra y
la contaminación global.
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