Por laura rotundo
Luis Vicat es abogado y licenciado en Seguridad. En diálogo
con La Mañana, opinó sobre la situación de inseguridad
que atraviesa nuestro país y sobre las políticas que
deberían aplicarse actualmente para revertir el complejo panorama
que describe con crudeza este Superior Policial retirado.
¿Cómo describe la situación de nuestro
país respecto de la inseguridad?
En términos generales, creo que la situación que se
atraviesa en este sentido debería ser motivo de preocupación
para las autoridades del Estado, porque tiene una tendencia a la alza.
Es decir, estamos experimentando un aumento exponencial del delito
en general.
¿Qué políticas cree que deberían
aplicarse para revertir el escenario actual?
A corto plazo, es casi imposible revertir la situación, en
el estado en que está planteado el tema. Las de hoy son todas
medidas espasmódicas o, si se quiere, de oportunidad política.
Por ejemplo, ante el reclamo de inseguridad reinante, se saturó
la calle de personal policial y de patrulleros. Esta saturación
preventiva, logísticamente en el tiempo, es insostenible por
carencia de medios del Estado. Actualmente se están aplicando
políticas reactivas de seguridad: ante un hecho determinado
que genera conmoción social, como puede ser un secuestro, se
crean brigadas antisecuestros o ante un hecho de un robo en una ruta,
se patrullan más los caminos.
En cambio, lo que habría que vertebrar son políticas
de seguridad proactivas, que nos permitan -además de no «policializar»
el conflicto- llevar a cabo lo que se denomina «inteligencia
criminal preventiva». Esto consiste en producir o tratar información
para poder planificar políticas de seguridad, antes de que
el delito se produzca.
De nada le sirve al ciudadano común que se compren más
patrulleros para que vayan cinco minutos después de que le
rompieran la puerta de la casa…
Otro ejemplo tiene que ver con lo que se ha tomado como medida en
la Ciudad de Buenos Aires: cuando se blindó la avenida General
Paz (ya que en cada paso de capital a provincia, hay fuerzas policiales),
luego se produjo un reflujo delictivo. Cuando los delincuentes vieron
que existían «diques de contención», éstos
se quedaron en el Conurbano Bonaerense. ¿El resultado? Aumentó
el delito en esta zona, a expensas de este cerco de acero por el cual
está aún rodeada la Capital Federal.
¿Cómo puede ser que eso no cambie?
Porque es un producto de la presión social y ésta se
traduce en presión política. Hay que producir algún
tipo de actividad que por lo menos al ciudadano común le demuestre
en principio que el Estado se está ocupando del problema.
Igualmente insisto que en tanto y en cuanto no se consoliden políticas
de inteligencia criminal delictiva y no se trabaje sobre los nodos
«pre» delictivos, con la minoridad que está en
riesgo, con las zonas en donde el mapa del delito no se anuncia, es
difícil que las cosas mejoren.
Por mencionar un ejemplo que está muy de moda hoy, podríamos
citar el caso de los colectivos. En el último tiempo, hay una
ola de ataques a este tipo de transporte porque la delincuencia muta
y migra en forma permanente. ¿Qué sucede? Antes asaltaban
los autos y que roben los autobuses era una rareza. Lo que hay que
hacer es tratar de trabajar en las zonas más calientes del
delito, desempeñar actividad táctica policial en horarios
críticos, rediseñar los recorridos de los transportes
públicos en los rincones críticos y recién ahí
se puede decir que se está creando una política «abarcativa».
Muchas veces se habla de la corrupción dentro de las
fuerzas policiales. ¿Cuál es su opinión?
Es una verdad. Como en toda actividad humana, el policía tiene
un nivel de honestidad condicionada, que puede ser alto, medio o bajo,
según la personalidad de cada uno. Todavía se arrastran
restos de corrupción en las instituciones policiales y esto
es conocido por todo el mundo.
Un ejemplo práctico de esta afirmación es que cualquier
vecino sabe si en la manzana que reside o en las tres o cuatro que
lo rodean, dónde se vende droga. Si para darnos cuenta de dónde
funciona una cocina de droga, no hace falta otra cosa más que
mirar el color de las hojas de los árboles (por ejemplo, si
no es otoño y las hojas de un árbol igualmente están
amarillas, se deduce que a 100 metros se vende droga), lógicamente
esto también tiene que notarlo la Policía.
Tenemos que tratar de luchar con esta realidad y generar un nuevo
modelo de pensamiento en el funcionario policial. Pero mientras se
arrastren intereses cruzados, mientras que la Policía siga
estando mal paga y mal equipada, esto va a resultar muy difícil
de lograr porque además, de la mano de esto, está la
confianza ciudadana. No podemos pretender que haya participación
comunitaria cuando no hay confianza en las instituciones de nuestro
país. Hasta que no se revierta esta realidad, por más
anuncios que se hagan con bombos y platillos, no van a dejar de ser
anuncios y no cambios.
¿Cómo vislumbra el futuro de Argentina en seguridad?
Vamos cada vez peor. Yo considero que nosotros tenemos que mirarnos
en tres espejos: Colombia, Brasil y México. Argentina está
en un proceso de instalación progresiva y fortalecimiento de
cárteles de la droga, no sólo colombianos, sino también
peruanos y mexicanos, que es lo más grave de la situación
actual porque éstos últimos son los que producen las
drogas sintéticas.
Si consideramos que un kilogramo de efedrina cuesta 2.500 pesos en
Argentina, mientras que en México se cotiza a 10.000 pesos,
vamos a estar aún mucho peor porque los cárteles de
allá van a instalarse acá porque les resultará
mucho más barato fabricar la metanfetamina para luego mandarla
nuevamente a su país de origen.
¿Cómo es posible que esto se sepa y no se tomen
medidas para frenarlo?
Justamente ésta es la pregunta que deben hacerse las autoridades.
Yo he escuchado algún discurso oficial que dice que la seguridad
es un problema de todos. Yo coincido pero también es responsabilidad
de unos pocos, que son los mandatarios y además, son nuestros
empleados porque nosotros somos los que pagamos los impuestos para
que quien tiene el cargo, ocupe el lugar que en definitiva ocupa.
Me parece que sería necesario menos alfombra roja y más
de ensuciarse los zapatos y producir en términos de eficacia
y eficiencia. Si esto no se hace pronto vamos a llegar a un punto
de no retorno, como es el caso de Brasil o México, en donde
-por ejemplo- los cárteles mexicanos están en una guerra
abierta con el poder, matando gobernadores y policías.
Hubo muchos casos en los que se hizo justicia por mano propia,
y también influye en estas decisiones que las instituciones
no actúen…
Exacto. Si vamos al linchamiento, porque la justicia por mano propia
surge cuando ya no se cree en el Estado, se pueden producir errores
graves. Hace un tiempo atrás, un grupo de ciudadanos quemó
la casa de un violador, que después finalmente se probó
que no era culpable de los delitos por los que se lo acusaba. Este
hecho es un indicador de la debilidad intrínseca del Estado.
Además, hasta que el Estado siga ausente como controlador y
contenedor en áreas tan sensibles como son las villas y esto
se siga permitiendo, evidentemente esto va a ir -en el sentido brasileño-
hacia un punto en el que coexisten dos estados: el nominal y el «favelero».
¿La despenalización de la droga influirá
en el escenario de la inseguridad?
Acá hay una gran confusión, porque no existe
solamente mucho negocio por parte del narcotráfico sino que
también se generan negocios en muchos organismos que dicen
combatir el narcotráfico.
Uno no puede volver al medioevo, época en la que se incineraba
a una persona porque tenía lepra; uno tampoco puede crucificar
a un epiléptico porque nos referimos a gente enferma. Despenalizar
al adicto enfermo me parece una muy buena medida. Esto no debe confundirse
con el discurso engañoso de algunos pícaros que buscan
embrollar a la gente, dando a entender que el adicto que comete un
delito no va a ser penado. Esto no será así de ningún
modo.
Lo que hay que tener en claro es que no podemos «doblevictimizar»
a alguien que cayó en las garras de una adicción y en
lugar de tratarlo, se lo manda a la cárcel porque estaríamos
generando, a futuro, a un delincuente.
¿Considera que debería modificarse el Código
Penal?
En general, nuestra legislación es bastante buena pero fracasa
en términos de aplicación. Habría que reconsiderar
algunas figuras penales y revisar en algunos casos, de bajar la edad
de punibilidad porque no es lo mismo un menor de hace 25 años
que jugaba con soldaditos de plomo, que uno de 12 años de hoy
que juega con armas de veras.
|