Opinión: La Semana en Centenario

Una radiografía de la desocupación

 
 


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Por Adriano Calalesina

La radiografía de la desocupación en Centenario revela manchas oscuras a lo largo de la historia. Para descubirlas hay que entender todo un complejo sistema en el cual el Estado y los «desprotegidos» ingresan en un círculo perverso donde la necesidad real y la extorsión se confunden en duros reclamos por más planes sociales y asistencia.
El martes, la localidad padeció otro corte de ruta por parte de desocupados que reclamaron al gobierno provincial que los incluya en planes que fueron dados de baja por el Municipio. Pero antes de entrar en el tema hay que señalar varias distinciones: desocupado es aquella persona que no tiene empleo y que gasta un tiempo considerable en volver al sistema laboral, tenga éxito o no en la búsqueda. Pero en Centenario existen los denominados «grupos» que si bien son marginales y padecen necesidades comunes a las franjas más desprotegidas, actúan al amparo de los «líderes» que mantienen contactos con el poder de turno, a través de una representación parecida a la de un «reinado suburbano».
Hacia adentro, los líderes «pelean» por más planes sociales y un manejo de los fondos que se traduce en la repartición de los bonos de gas, las cajas alimentarias, la copa de leche y una batería de refuerzos como materiales para la construcción, en el mejor de los casos. Creen que son ellos mismos quienes tienen mejor confianza con «la gente» y descreen que los funcionarios de las áreas sociales puedan realizar tan ciclópea tarea a conciencia. Se ganan el respeto y la falsa admiración de los beneficiarios ante la acción de «sacar al Estado para repartir a los más pobres». Son como modernos Robin Hood o las historias de bandoleros populares, donde el delito es aceptado y aplaudido si se beneficia a quien menos tiene.
Pero hacia afuera, la sociedad cada vez tiene una pésima imagen de estos grupos, y los prejuicios son grandes y peligrosos. Ve a los líderes -como Héctor «Zapallito» Molina, quien ya es una leyenda e icono indiscutible de una de las versiones nefastas de Centenario- como las personas que llevan a un rebaño de las narices a las protestas y cortes de ruta, en pos de conseguir beneficios sociales -no sólo para la tropa- sino para los líderes mismos. Pero Molina (que bien puede ser otro líder de desocupados) conoce el sistema político y es una persona inteligente. Sabe cómo presionar y cómo actuar con decoro, si la situación amerita tal responsable actitud.
¿Cómo se revierte este vicioso esquema? El intendente Javier Bertoldi pateó la pelota hacia arriba: cortó la asistencia municipal a 860 planes y descabezó a los líderes negándoles el pago de servicios por «cooperativas», pero el problema hoy se trasladó al propio ministro de Desarrollo Social, Walter Jönsson, «acusado» por el jefe comunal de montar un «gobierno paralelo».
Existe un cruel diagnóstico de la realidad: estos grupos no pueden sobrevivir sin asistencia, ya que no están dentro del sistema laboral. La mayoría no tiene calificación para ingresar a una petrolera, tampoco a las tareas rurales, según se dice, aunque muchos dudan de que esa solución sea exitosa. Hace falta una profunda revisión de este fenómeno -sin política de por medio- para implementar un plan especial que los contenga, pero con normas de derechos y obligaciones sin excepción.

 

 


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