Por Adriano Calalesina
El fantasma de la inseguridad es un fenómeno latente en Centenario.
La reacción corporativa de los taxistas –que incluyó
presión con un corte de ruta en el puente y el peaje- ante
la escalada de asaltos y aprietes que vivió el sector, disparó
varias lecturas y pasos a seguir, para diseñar una política
de seguridad local, por lo menos a mediano plazo.
El problema es complejo. El Gobierno provincial y la Policía
acordaron con los choferes realizar controles más estrictos
sobre los pasajeros, una medida que ya fracasó hace unos años
atrás por ser considerada «antipática».
Se comprobó que la gente abordaba menos vehículos por
la incomodidad de la medida, y la clientela era «espantada».
Pero en lo inmediato, la medida le sirvió al Gobierno y a la
Policía para descomprimir un conflicto que pudo desmadrarse,
y a los taxistas para calmar los ánimos, que en la semana amenazaron
con bloquear las rutas de la provincia a modo de protesta. Se habló
también de una propuesta a largo plazo, como lo es la instalación
de un sistema de seguimiento satelital, pero tiene costos demasiado
altos, que aún los taxistas de Centenario no podrían
afrontar, por lo que la alternativa aún es una utopía,
y por ahora, la solución es «más policías
en la calle».
Pero atender el reclamo puntual del sector, descuidando el resto de
las demandas de seguridad en la comunidad, no es una ecuación
rentable para el ministerio de Seguridad y Justicia, quien deberá
asignar más recursos en operativos y sueldos. Algo de esto
se vio el martes, cuando luego de acordar los operativos con el «cacheo»
nocturno, algunos destacamentos como el de Vista Alegre quedaron sin
efectivos policiales. Para otros sectores, el problema no es tanto
la cantidad de policías sino la estrategia con la que se encaran
los problemas en materia de seguridad.
La situación es similar al reclamo que hicieron en su momento
los chacareros –sin corte de ruta- donde los constantes asaltos
nocturnos a las propiedades derivaron en un reclamo de mayor patrullajes,
con exclusividad de móviles. La reacción del Gobierno
también fue casi igual: asignó un móvil especial
para realizar un recorrido nocturno, que tardaba más de dos
horas en pasar por el mismo punto. Pero cuando el delito bajó,
los recursos y el personal tuvieron que usarse en otros lugares. Es
que la delincuencia actúa como un mercado de oferta y demanda,
siempre que se la analice desde los hechos consumados y no desde las
causas culturales y económicas que desembocan en el mismo,
apartadas de toda demagogia. La presencia policial focalizada en la
calle para la seguridad de los taxistas es un «golpe de efecto»
para la tranquilidad de los choferes, pero no una garantía
absoluta. Es que en la trinchera, el delincuente sólo piensa
en otros nichos donde delinquir, y el sistema se volvería inestable,
sobre todo para los jefes policiales.
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