Por Marcia Cide
El reclamo de un sector específico del agro, afectado por
la medida del gobierno nacional de retener más cuando la rentabilidad
es mayor está surtiendo efecto directo entre los rionegrinos,
aún con la enorme distancia geográfica y de escenario
económico y social.
“El campo” de las estancias argentinas que retrató
Aldo Sessa, el de las publicidades de las camionetas no son las chacras
del Valle rionegrino, ni los campos de ovejas de la Región
Sur, de Catriel o Río Colorado.
Tampoco son las mismas medidas económicas. Al sector sojero
exportador se le anunció la aplicación de un sistema
de retenciones móviles de acuerdo a sus márgenes de
ganancia. El sector fruticultor exportador aporta un porcentaje del
10% sobre el valor de la mercadería.
Pero las consecuencias del reclamo no hacen distinciones. Las medidas
de protesta del agro, que comenzaron hace casi cien días, primero
fueron titulares lejanos de los noticieros nacionales. Y luego, lo
concreto: la escasez de alimentos, el desabastecimiento de combustibles,
el alza de precios, las colas en las estaciones de servicio. Todo
lo que hoy forma parte de nuestro paisaje. Como dijo el gerente de
una cadena de supermercados regional, para explicar que no hay quejas
ni reclamos por esto que vivimos: “Son tres meses de conflicto
y la gente ya se acostumbró”. Sí son nuevas ahora
la reducción de servicios de transporte, la racionalización
en la utilización de vehículos oficiales –lo que
a la mayoría nos resulta sensato y necesario-. Todo parece
indicar que “nos vamos a acostumbrar”.
Pero ¿cómo se llega a que un rionegrino no pueda comprar
más de dos litros de leche en el supermercado? Hasta ahora
participamos en el conflicto sólo como perjudicados por la
protesta.
Cuando a comienzos del reclamo contra las retenciones los fruticultores
regionales salieron a las rutas a solidarizarse con sus pares de la
Pampa Húmeda, aclararon que el corte era simbólico porque
estaban en plena cosecha. Y de sacar un solo día los tractores
de la chacra o de parar los galpones y cerrar los frigoríficos
¿quién se iba a solidarizar con ellos ante las pérdidas?
Entonces, como ahora, dejaron en claro que conocen la diferencia entre
la política de retenciones para la soja y para las peras y
manzanas. El estado de “alerta y movilización”
en el que se declararon en las últimas horas habla de una actitud
más preventiva que reactiva a la política económica
actual.
El sector de los pequeños fruticultores regionales no pierde
de vista sus propias necesidades y urgencias: para atenderlas, la
aplicación del Plan Frutícola Integral fue lo que más
sonó en la asamblea convocada sobre la tarde de ayer en Roca,
más que la problemática del agro de la región
pampeana.
Hoy y sin distancias, los rionegrinos padecemos una vez más
la intransigencia de los dos actores principales del drama del campo,
en un fin de semana de largas incertidumbres.
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