Por DarÍo Soto
No es común observar tanta apatía en los días
previos a una elección presidencial. Es que todo pareciera
estar dispuesto para que el Kirchnerismo triunfe y sitúe en
el sillón de Rivadavia a Cristina Fernández. Mientras
tanto a los otros candidatos que también compulsan, en su caso
por bancas en el Congreso de la Nación, les cuesta levantar
la adrenalina y navegan en un mar de desconcierto social producto
de la mixtura partidaria en que derivó la conformación
de las boletas con la fragmentación de la Unión Cívica
Radical.
Con ese marco recorre la provincia, como tantas otras veces, el ex
gobernador y presidente de la UCR rionegrina, Pablo Verani, quien
va por una banca en el senado pero cuya misión superior pareciera
ser evitar una derrota estrepitosa que ponga en riesgo el liderazgo
de su partido en la provincia. De alguna manera lo expresó
hace pocas horas al responder a la prensa sobre las razones que lo
llevaron, después de haber ganado todo en la política
provincial, a exponer su figura en una durísima confrontación:
“Lo hice para apoyar a quienes siempre me apoyaron”, palabras
más palabras menos aseveró el viejo caudillo.
Es que no debe resultarle agradable a quien estuvo cerca de ocupar
la presidencia nacional de su partido, pedirle ahora a la gente que
lo vote a él que viene colgado en la boleta del Frente para
la Victoria, detrás de una candidata justicialista, pero así
son las cosas en esta argentina donde los adversarios de ayer son
los aliados de hoy, habiendo quedado de lado las identidades partidarias.
Sin embargo, y a pesar de todo, lo que pareciera tener en contra,
es la única figura que emerge con brillo propio en medio del
gris profundo en que están sumergidos los otros aspirantes
a ocupar un lugar en el “Poder Legislativo Nacional”,
poder que por otro lado viene muy devaluado debido al desprecio de
la actual administración por la tarea legislativa que lo ha
casi transformado en una apéndice del Poder Ejecutivo. Así
sus principales opositores, los candidatos del FpV salieron en los
últimos días a confrontar con el veterano político
con el único propósito de ganar centímetros de
papel y minutos de aire o imagen en los medios de comunicación
dejando al desnudo la carencia de proyectos y propuestas con las cuales
tentar al apático electorado provincial. Curiosamente el radical
no contestó con la vehemencia con que suele hacerlo, en una
suerte de ninguneo para con sus adversarios circunstanciales.
Pero Verani, necesita ganar claramente, sin dudas, no sólo
por él sino por lo que él representa para su partido.
Dejando de lado que seguramente será la última compulsa
electoral de la que participe como protagonista, el roquense sabe
que no es lo mismo llegar al senado habiendo salido segundo que habiéndole
ganado al líder del bloque oficialista y principal espada política
de la candidata presidencial. No se trata solamente de llegar al congreso,
se trata de hacerlo pisando fuerte, arribar como futuro líder
de un cuerpo que, ya se dijo, hoy carece de peso en la administración
nacional.
Pero así como la administración de Miguel Saiz lo necesitaba
para correr esta carrera, su propio partido –o una parte de
él al menos- lo necesita triunfador (torazo en rodeo ajeno)
para que emerja como el líder capaz de reconstituir el desmembrado
cuerpo político de un radicalismo que pareciera debatirse en
su etapa terminal. Una mochila muy pesada y que carga con estoicismo
el viejo dirigente que hasta no hace mucho tiempo no pocos lo tenían
como un jubilado de la política.
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