Se trata del tercer ataque en esta
semana, en un país que se encuentra inmerso en una profunda crisis
política tras la renuncia de Musharraf.
Islamabad
(Télam/AFP-NA) > Al menos 70 personas murieron
ayer en un doble atentado con explosivos en Pakistán, el segundo
ataque de este tipo tras la renuncia del ex presidente Pervez Musharraf
hace tres días, en un país que sufre una profunda crisis
política.
Los ataques, en los que también fueron heridas al menos 80
personas -varias de ellas de gravedad, lo que hace temer un mayor
número de víctimas fatales- tuvieron lugar frente a
una fábrica de armas en Wah Cantt, cerca de la capital paquistaní,
Islamabad, informaron las autoridades sanitarias locales.
Testigos de los ataques dijeron que un hombre hizo estallar la carga
explosiva que llevaba consigo en el momento de cambio de turno de
los trabajadores de la fábrica, y pocos segundos después
ocurrió un estallido similar.
La fábrica, la Pakistan Ordnance Factories, es un conjunto
de 20 unidades industriales que fabrican artillería, municiones
antiaéreas y municiones antitanques destinadas al Ejército
paquistaní, en la que trabajan entre 25.000 y 30.000 operarios.
Talibanes
La acción se la atribuyó el grupo Trehik I Taliban (Movimiento
de los Talibanes de Pakistán), cercano a la red radical islámica
Al Qaeda, en un llamado telefónico a la cadena de televisión
local GEO News.
El vocero de esta organización, Maulvi Omar, dijo que «el
Movimiento de los Talibanes de Pakistán asume la responsabilidad
del ataque».
«Nuestros mártires cometieron los atentados en reacción
a las operaciones militares de Swat y Bajaur», dijo un portavoz
del grupo, en referencia a una ofensiva militar lanzada días
atrás en esa región, fronteriza con Afganistán,
en la que murieron más de 500 insurgentes, según el
Ejército.
Dicha operación fue lanzada hace dos semanas a instancias del
Gobierno de coalición del primer ministro Yusuf Razah Guilani,
que siempre fue partidario de la salida negociada con las agrupaciones
extremistas, aunque la ola de atentados de los últimos días
lo llevaron a cambiar su metodología.
«La guerra contra el terror no se puede ganar a la defensiva.
Tenemos que llevar la batalla a las puertas de los extremistas»,
declaró Guilani en un seminario antiterrorista organizado en
colaboración con el Departamento de Estado norteamericano en
Islamabad.
El primer ministro dio a entender que su gobierno abandonaba definitivamente
la vía del diálogo con los talibanes locales, al afirmar
que Pakistán debe «sacar de su escondite al terrorista
sin rostro, obstruir sus planes y hacer frente a las peores amenazas
antes de que emerjan».
Crisis política
La ola de ataques tiene como marco una grave crisis política
tras la renuncia de Musharraf, debido a la falta de acuerdo de los
principales partidos de la coalición de gobierno para resolver
las destituciones de jueces llevadas a cabo por el ex presidente y
la lucha contra la insurgencia radical islámica.
Escenario
El fantasma talibán
La sangrienta ofensiva lanzada por Al Qaeda en Pakistán y
Argelia preocupa a Occidente. La agrupación islámica
ha demostrado que sus células siguen activas y con operatividad,
aún a pesar de la feroz ofensiva del ex presidente Pervez Musharraf,
un aliado fiel a Estados Unidos, que debió dejar su cargo en
medio de una crisis de legitimidad.
De la misma forma, como tantas otras veces, Afganistán se convirtió
este año en un verdadero termómetro de las fuerzas terroristas.
Lejos de la paz augurada por Bush, Al Qaeda tomó el control
de vastas regiones del país, sobre todo en la frontera caliente
con Pakistán.
Con la salida de Musharraf, que llegó al poder mediante un
golpe de estado, Washington perdió un aliado en su carrera
belicista contra el extremismo islámico. Pero no sólo
eso. El Pentágono también sigue con minuciosidad el
entrevero político de Pakistán, ya que el país
posee la bomba atómica, que entre tanta polvareda podría
caer en manos equivocadas.
También Europa observa con cautela. Los dos atentados que causaron
más de 60 muertos en Argelia, le recordaron al viejo continente
su cercanía a las zonas conflictivas. Es evidente que el fantasma
de los atentados en Londres y Madrid aún sobrevuela el continente. |