Por Laura E. Rotundo
El consumo de estupefacientes en Argentina es realmente alarmante.
Las estadísticas indican que, respecto a los últimos
cinco años, la adicción a las drogas va en aumento y
que cada vez se ingresa a edad más temprana.
La licenciada en Psicología Elsa Gervasio es presidenta de
la ONG “El Reparo”, una comunidad terapéutica que
brinda ayuda a personas drogadependientes, desde hace 20 años.
En este reportaje, una dura descripción de una realidad que
aterra y que arruina diariamente la vida de miles de jóvenes
argentinos.
¿Cómo describe el panorama actual en relación
a las drogas?
Nosotros lo que observamos desde el 2001 a la actualidad es que las
adicciones aumentan y en general comienzan a edades más tempranas
con drogas más destructivas. Lo que produce esto no es únicamente
una desorganización en la personalidad, sino que afecta toda
posibilidad de conexión con la familia y con la sociedad.
Cuando señala lo del inicio del consumo a muy temprana
edad, ¿se refiere también a niños?
Actualmente, nosotros asistimos a un nene de apenas diez años,
que hace tres que se droga y que, obviamente, no tiene ningún
tipo de vínculo con su familia porque ésta no existe,
está desmembrada. En este caso específico, él
quedó absolutamente a la deriva, fue criado por una abuela
que falleció y después su tía se ocupó
de él, pero de los padres la última novedad es que la
madre también es drogadicta y que va teniendo distintos hijos
con distintas parejas.
Lo lamentable es que éste es un patrón bastante frecuente,
se repiten muchos de estos casos.
¿La falta de contención familiar es el principal
factor al que se atribuye el ingreso a la adicción?
Sí. Existe una falta de contención, pero a su vez la
familia, a diferencia del período anterior al 2001, se ha visto
obligada a salir a buscar elementos básicos para su subsistencia.
En esos años, la posibilidad de trabajar o de tener acceso
a la salud, se volvían cosas inalcanzables.
¿Difieren mucho las razones por las cuales una persona
entra en el mundo de las drogas, según la posición socio-económica?
La falta de afecto es una causa que se da en todos los sectores de
la sociedad y creo que es, insisto, un factor importante por el cual
se entra en este laberinto. El hecho de tener un alto nivel adquisitivo
o de educación no implica que siempre exista un buen vínculo
entre los miembros de una familia.
Muchas veces ocurre, en los sectores de nivel adquisitivo más
elevado, que los chicos no pueden transitar tranquilamente su propio
proyecto de vida porque no entran en el proyecto ideal de los padres.
Cuando esto sucede, algunos hijos sienten que quedan afuera de las
expectativas de ellos y comienza a generarse un conflicto que los
lleva al consumo.
Sí difiere el tipo de drogas que cada uno consume, ya que están
muy bien marcados cuáles son los estupefacientes de las clases
más desprotegidas (el paco y la cocaína de baja calidad),
qué consume el sector medio (éxtasis) y qué el
estrato de más jerarquía (las llamadas “pesadas”).
La droga común a todos es el alcohol, que se considera como
una de las puertas al consumo masivo.
La diferencia abismal que se registra entre una persona adicta de
bajos recursos a una bien posicionada económicamente es la
posibilidad de acceder a un tratamiento porque los más pobres
no tiene conocimiento siquiera sobre qué lugar brinda ayuda.
¿Son muy caros los tratamientos?
Sí. Realmente son costosos.
¿Ustedes tienen una estadística propia que
determine el porcentaje de jóvenes que se drogan en nuestro
país?
En el país no hay estadísticas serias armadas el respecto.
Algunos organismos nacionales informan porcentajes que no creo que
estén muy actualizados, pero esto ocurre en toda Latinoamérica,
no sólo en Argentina precisamente porque no se tienen fondos
para organizar relevamientos integrales.
Sí me gustaría destacar que en las clases más
desprotegidas, las organizaciones “delincuenciales” dan
una respuesta a la población, que ni el Gobierno ni las ONG’s
-como la nuestra- pueden dar.
Estos grupos van a buscar a personas de muy bajos recursos a sus propias
casas para ofrecerles un trabajo, lo cual representaría un
ingreso de dinero seguro a la familia para acceder a una alimentación
básica o al cuidado de la salud. Esta labor consiste en vender
droga y está claro que, ante la falta de posibilidades, la
persona va a aceptar.
Donde ni el Estado y ni las ONG’s estamos presentes, se produce
una vida marginal cada vez más grande.
Es una visión muy pesimista pero es la real... hace más
de veinte años, cuando nosotros comenzamos a trabajar, existía
una subcultura de la droga. Hoy, hay una cultura marginal paralela
que es muy fuerte, que se rige por sus propias reglas, que posee sus
valores, su música y hasta su religión. El que no ve
esta realidad es porque no quiere.
En esta cultura, no está mal robar ni matar, ni apoderarse
de las cosas de los demás, lo cual se refleja en las letras
de sus canciones y en los altares que se arman a los costados de las
rutas, donde los nuevos santos son las personas que mueren en los
enfrentamientos con la Policía y son venerados por el barrio.
¿Cómo cree que el Estado debería trabajar
para revertir la situación y para lograr que toda la sociedad
tome conciencia en relación al drama de las drogas?
En principio, es muy importante que se trabaje en la prevención,
incluso a muy temprana edad porque este fenómeno cada vez baja
más en cuanto a los años de sus consumidores, como ya
señalaba al comienzo.
Considero que también desde las escuelas se debería
trabajar, en forma conjunta con los padres de los chicos.
La realidad es que el Estado se está ocupando muy tangencialmente
del tema, en función de las necesidades que hay y que urgen.
En nuestro caso, no recibimos un apoyo de parte del Estado para poder
desarrollar adecuadamente el trabajo que venimos haciendo.
¿Cuándo consideran que un caso no tiene retorno?
Ningún caso no tiene retorno. Nosotros tenemos pacientes de
muchísimos años de consumo e incluso con drogas de las
consideradas “pesadas”, aunque no hay nada liviano o inocuo.
Sin embargo, han salido adelante y no necesariamente han tenido que
internarse, sino que llevando a cabo algunos tratamientos ambulatorios.
¿Existe algún nivel determinado de reincidencia?
Siempre hay que considerar que un adicto es para toda la vida. La
recaída es parte de la recuperación. Si el adicto refuerza
los mecanismos que se van dando en el tratamiento, la posibilidad
de recaer es menor y si no lo hace, seguramente recaiga primero en
actitudes y después en consumo. Por eso es tan importante que
todos los adictos se asistan en grupos de ayuda.
Por último, ¿cree que debería legalizarse
la venta libre de marihuana, como ocurre en otros países?
Creo que esta decisión alentaría mucho más el
consumo y generaría mayores posibilidades de que se tenga una
dependencia psicológica sobre las drogas, lo que haría
que cada vez el ser humano necesite más. No existen las drogas
inocuas.
Sí estoy de acuerdo con que no se penalice a la persona que
consume porque no es un delincuente, sino un enfermo.
La legalización de la marihuana “cerraría”
en términos económicos, porque se argumenta que si la
venta es libre esto no daría lugar al negocio. En términos
patológicos, no “cierra”. Creo que cuando se habla
de este tema, se debería dejar de lado el pensamiento de mercado,
sino abocarnos más a las personas.
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