«Tenemos un oficialismo que se debilita
y una oposición que no se fortalece»

 
 
«El kirchnerismo logró en cuatro meses lo que las entidades rurales no habían conseguido
en décadas: la unidad del
sector agrícola».
Lo aseguró Gustavo Martínez Pandiani, decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Salvador, acerca del escenario político nacional.

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Por Laura E. Rotundo

El rechazo a las retenciones en el Senado, la actitud poco conciliadora del Gobierno y la renuncia del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, marcan supuestamente el inicio de una nueva etapa en la gestión de Cristina Fernández de Kirchner.
Sobre este escenario, Gustavo Martínez Pandiani, decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Salvador y presidente de la Asociación Argentina de Marketing Político, dialogó extensamente con La Mañana de Neuquén.

¿Cuál es su visión respecto del rechazo a las retenciones en el Senado y del voto del vicepresidente Julio Cobos en particular?
Los eventos de los últimos meses sacudieron el escenario político nacional. De hecho, el rechazo parlamentario a las retenciones significó el cimbronazo político más importante que los Kirchner sufrieron en toda su historia.
En rigor, en el Senado estaba en juego mucho más que un mero impuesto al agro. Luego de cinco años, se puso en cuestión el polémico estilo de conducción de los Kirchner. El malestar expresado por numerosos senadores y diputados, muchos de ellos oficialistas, no es otra cosa que el reflejo del descontento que siente gran parte de la sociedad ante la actitud confrontativa y cerrada al diálogo que exhibe el kirchnerismo.
Cobos es sólo un emergente de dicha crisis política. Habrá que ver entonces si, en los próximos meses, el vicepresidente puede pasar de ser un emergente a ser un líder.

¿Cuál cree que hubiese sido el escenario político y social hoy, si Cobos hubiese votado a favor del Gobierno?
El eventual apoyo de Cobos al Gobierno sólo hubiera acelerado el desgaste político que, a todas luces, sufría el oficialismo. Como expresé antes, el acompañamiento masivo por parte de los sectores urbanos a la protesta del campo en realidad esconde un rechazo generalizado de una buena parte de la sociedad respecto de una forma de hacer política que parece haber cumplido su ciclo.
En verdad, el estilo confrontativo rindió muy buenos réditos a Néstor Kirchner durante la primera etapa de su gobierno. Así, el ex presidente se enfrentó a sectores como la Corte Suprema de Justicia y las Fuerzas Armadas para consolidar su propio poder.
No obstante, de unos años a esta parte la ciudadanía comenzó a sentirse incómoda y a reclamar al Gobierno una actitud más conciliadora y dialoguista de cara a los demás actores del escenario nacional.

¿Qué autocrítica cree que debería hacerse el oficialismo, la oposición y el campo sobre el papel que jugó cada uno en el enfrentamiento?
El oficialismo tendría que percatarse de que tanto los independientes como buena parte del justicialismo le dieron una clara señal de agotamiento respecto de un estilo de gestión que consideran agotado. En este punto, la Presidenta tiene ante sí la gran oportunidad de relanzar su gestión. A decir verdad, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner todavía no tuvo la chance de despegar, porque desde el comienzo se vio sobrepasado por los acontecimientos. Pero tal relanzamiento no será posible sin una autocrítica oficial.
Respecto del campo, creo que el conflicto le enseñó una gran lección. El kirchnerismo logró en cuatro meses lo que las entidades rurales no habían conseguido en décadas: la unidad del sector agrícola. Ahora que lo peor de la crisis ya pasó, los dirigentes deberán aprender a convivir con la unidad recientemente ganada y superar genuinamente las diferencias que se habían dejado a un lado durante la protesta.
Finalmente, no veo en la actualidad una oposición lo suficientemente consolidada capaz de capitalizar los sucesivos desaciertos del Gobierno. Si bien algunos dirigentes ganaron visibilidad en los últimos meses, no creo que hayan logrado el peso suficiente para convertirse en alternativas factibles de poder. Hoy tenemos un oficialismo que se debilita y una oposición que no se fortalece.

¿Cómo observa esta «nueva» etapa que inicia el oficialismo, con el alejamiento de Alberto Fernández de la Jefatura de Gabinete y el reemplazo del ex titular del ANSES, Sergio Massa?
Alberto Fernández fue el funcionario más importante de las dos administraciones Kirchner, la de Néstor y la de Cristina. No sólo por su cargo formal, sino porque se sentaba en la mesa chica del matrimonio K. Era coordinador, vocero, armador político y un largo etcétera. Sin dudas, cumplía un rol difícil porque tenía que ser al mismo tiempo un funcionario dotado técnicamente y astuto políticamente. Por ello, reemplazarlo va a ser difícil.
Sergio Massa es un joven bien preparado que tendrá que resolver un container de problemas acumulados. Y, para evitar el «síndrome Losteau», deberá comprender que además de pericia técnica su cargo reclama muñeca política. Y creo que él tiene ambas. Hay que darle tiempo.

¿Qué actitudes cree que debería modificar la Presidenta en cuanto a lograr consenso en los distintos sectores sociales y económicos?
Insisto en que los episodios recientes dejaron en evidencia que gran parte de la sociedad está cansada de un estilo de conducción que considera cerrado a las disidencias. Salir del escenario actual no será una tarea sencilla, pero todo problema político representa una gran oportunidad para cambiar. En consecuencia, creo que Cristina Fernández debe abocarse a recuperar la iniciativa perdida y corregir algunas actitudes políticas que molestan a la ciudadanía.
Sin embargo, la mera acumulación de anuncios no será suficiente porque la gente espera que el Gobierno acuse recibo del golpe y, aunque sea de modo implícito, realice una autocrítica. Si el Gobierno se muestra incapaz de aprender de sus errores, está condenado a repetirlos.

¿Qué papel considera que juega el ex presidente Néstor
Kirchner en la gestión de su esposa?

Creo que, aunque el ex presidente tenga las mejores intenciones, su protagonismo efusivo no sólo no fortalece al gobierno de Cristina sino que a menudo lo debilita. Con el recrudecimiento del conflicto agropecuario, el santacruceño se mostró como el más acérrimo defensor de la gestión de su esposa, liderando personalmente actos y marchas de «desagravio y apoyo a la Presidenta».
Paradójicamente, esta vocación desmedida por ser el hombre fuerte del oficialismo alimenta la mordaz figura del «doble comando» y desgasta tanto a Cristina como al propio ex mandatario.

¿Cree que la Presidenta debería establecer algún tipo de relación con los medios o que esto no influye en la imagen positiva de ella?
Sin dudas, el estilo comunicativo de la Presidenta a menudo le juega en contra. Pese a que es una excelente oradora, a veces recurre a un tono duro, algo irónico y con cierto exceso pedagógico, como si estuviera aleccionado a los destinatarios. Y, además, en ocasiones su lenguaje no verbal aporta una inconveniente rigidez a sus palabras.
En algunos tramos del conflicto agropecuario la mandataria pareció percatarse de esta situación y «ablandó» su discursividad, a punto tal de que llegó a pedir «por favor» a los dirigentes del campo que dieran fin a los cortes de ruta.

Saliendo un poco de la gestión actual y pensando, muy a lo lejos, en el 2011… ¿a qué dirigentes actuales los vislumbra como posibles candidatos a la presidencia?
El dramático desenlace de la crisis con el campo aún es demasiado reciente como para advertir su efecto concreto en el panorama político nacional. En todo caso es factible que, ante un oficialismo debilitado y una oposición que aún no termina de consolidarse, la alternativa política de 2011 surja nuevamente de las filas del propio peronismo.
En la historia argentina reciente queda claro que, ante la falta de alternativas al peronismo, suelen surgir alternativas de peronismo.
Está demostrado que el justicialismo tiene una gran capacidad de adaptación política que le permite recuperarse de las crisis más complejas. Por ello, no me sorprendería que el próximo presidente surja, con un discurso crítico del actual gobierno, desde dentro de las entrañas mismas del peronismo.

Como titular de la Asociación de Marketing Político, ¿qué cualidades cree que debe tener un dirigente en la actualidad? ¿Y qué características considera que busca la sociedad argentina en un líder partidario?
El escenario político actual está fuertemente marcado por la lógica del paradigma televisivo. En consecuencia, el mejor candidato es aquél que domina del modo más hábil el formato audiovisual. Ello significa que, sin abandonar la sustancia, el discurso político del siglo XXI debe cuidar también la forma. Por lo tanto, no solamente es importante el «qué decir», sino también el «cómo decir».
En momentos en que el discurso político tradicional está desprestigiado, la sociedad ya no «escucha» los mensajes sino que, sobre todo, los «ve». Eso significa que los elementos no verbales comunican tanto como los verbales, y por ello el postulante no puede descuidarlos.
De todos modos, la comunicación y el mercadeo no son buenos sustitutos de las buenas ideas políticas. Lo que la democracia argentina necesita son líderes con visión y convicciones, no comunicadores con buen manejo de cámaras…

 

 


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