Por Laura E. Rotundo
Desde 1993, cuando fue fijada esta fecha por la Asamblea General
de las Naciones Unidas, el propósito de la jornada es promover
mayor conciencia sobre las necesidades para erradicar la pobreza y
la indigencia en todos los países, en particular en aquellas
naciones en desarrollo.
En la Cumbre del Milenio (realizada en septiembre del 2000 en Nueva
York), los jefes de Estado y de gobierno, se comprometieron a reducir
a la mitad, para el año 2015, el porcentaje de las personas
que viven en la indigencia, cuyos ingresos sean inferiores a un dólar
por día.
Según lo indican los expertos, es necesario detectar las causas
para luego actuar e intentar revertir esta situación.
En esta nota, analizaremos la interesante visión de un economista
que no considera las causas más comunes a las que suelen atribuirse
la existencia de la pobreza.
Un informe elaborado por el economista Joseph Keckeissen (discípulo
de Ludwig von Mises, en Nueva York) indica que la pobreza no es producto
de recursos naturales insuficientes ni de un territorio nacional reducido,
ni tampoco de altos niveles de analfabetismo, ni de falta de preparación
técnica.
La miseria de los pobres no es provocada por el hecho de que algunas
personas o compañías son ricas, ni porque la brecha
entre ricos y pobres se ensancha. La avaricia y la especulación
no son las culpables.
La pobreza no es el resultado de que los gobiernos, tanto los locales
como los distantes, sean insensibles a las realidades de la pobreza
y no hayan hecho la planificación macroeconómica requerida
o iniciado los suficientes proyectos de desarrollo o distribuido gigantescas
sumas de dinero.
Este trabajo también señala que la pobreza no surge
por una muy desigual distribución de los recursos, que permite
a un puñado pequeño de la población mundial absorber
una porción «leonesca» de la riqueza, ingreso o
producción. No es porque los países avanzados consumen
demasiado y distribuyen muy poco.
Keckeissen considera que no existe pobreza porque la deuda externa
e interna sea una pesada carga, que hunde a las aguerridas naciones,
ni por el déficit de sus balanzas de pagos. No existe tampoco
porque la moneda local sea débil, o fue atacada, o se devaluó
o porque un gobierno sea insolvente, ineficiente o ladrón.
Simplemente no es cierto que los países ricos consigan precios
altos por sus productos elaborados mientras que los países
pobres tienen que conformarse con precios bajos por sus materias primas,
no sofisticadas.
Tampoco pareciera ser cierto que el capitalismo es el villano, especialmente
en aquellos lugares donde predominan sistemas premodernos o socialistas.
Según este economista, mejorar algunos de los anteriores factores
puede aliviar la situación pero, en algunos casos, incluso
la puede empeorar. La verdad es que la solución práctica
a la pobreza no descansa en empleadores paternalistas, sindicatos
victoriosos, financiamiento del gobierno, redistribución de
la tierra, tecnología avanzada, educación universal,
elecciones democráticas supervisadas por la ONU, políticos
populistas, la condonación de la deuda, donaciones del Banco
Mundial, ni con congresos internacionales.
El doctor Joseph Keckeissen, profesor de Economía y de Filosofía
Social en la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala), indica
que las causas de la pobreza son otras: existen estructuras económicas
que impiden el progreso y que perpetúan actitudes empobrecedoras.
Si no las identificamos y las corregimos, difícilmente podremos
crear prosperidad, sin importar cuánto tiempo, recursos, dinero,
preocupación, lamentos o sermones dediquemos a la solución
de la pobreza.
La pobreza, según Keckeissen, es el resultado de una estructura
económica deficiente. Las diferentes estructuras económicas
que frenan el progreso pueden listarse como premodernistas, mercantilistas,
intervencionistas y de orientación hacia adentro. Excluimos
los modelos socialistas y comunistas de esta discusión, aunque
el modelo intervencionista usualmente contiene muchas de sus características
retardantes. Es preciso notar que todas las estructuras modernas son
mezclas de diversos tipos y que ningún modelo es exclusivo
a un país.
El panorama en el Tercer Mundo
Este economista nacido en Nueva York, asevera que el Tercer Mundo
nunca tendrá la oportunidad de progresar y participar de la
habilidad para crear riqueza de la cual goza el Primer Mundo, si:
1. Continúa atribuyendo la pobreza a causas falsas y escoge
ignorar a las dos causas fundamentales del retraso económico.
2. Perpetúa y protege a las estructuras fracasadas del pre-modernismo,
mercantilismo e intervencionismo y no las sustituye con un sistema
de libre mercado competitivo, caracterizado por la producción
masiva de bajo costo y la sana participación en mercados internacionales,
con aquel sistema que permite que las personas libres, no doblegadas
por controles opresivos, creen a través de su trabajo ese milagro
económico que tanto se añora.
3. Rechaza las actitudes clásicas del trabajo arduo, el ahorro,
la cooperación y la iniciativa propia, y en su lugar hace responsables
por el progreso al gobierno, a los sindicatos y a organismos internacionales
y sus dádivas.
Keckeissen asegura que si se ignoran los tres «indispensables»
cambios que se detallaron anteriormente, el Tercer Mundo seguirá
siendo plagado por el desperdicio de sus recursos humanos y de capital,
lo cual imposibilita el progreso y la abundancia.
Cabe destacar que el economista autor de este ensayo atribuye la mayoría
de las ideas aquí contenidas a su gran mentor, Ludwig von Mises
(fue un noble, economista y filósofo social austrohúngaro,
considerado el decano de la Escuela Austríaca de Economía).
Los números en el mundo
30.000 niños mueren por día, uno cada tres segundos,
a causa de la pobreza extrema.
Alrededor de 500.000 niños menores de 5 años morirán
este año en el Sudeste asiático y Pacífico.
Más de mil millones de personas en el mundo vive con menos
de 1 dólar por día.
Más de mil millones de personas no tiene acceso al agua corriente.
Un incremento del 1% en el reparto de las ganancias por exportaciones,
de los países desarrollados podría sacar de la pobreza
a 128 millones de personas.
Fuentes: Keckeissen, Joseph E. (2001), «Las
causas de la pobreza en el tercer mundo».
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