“El 75 por ciento del territorio nacional
está sujeto a procesos erosivos”

 
 
“Con el modelo sojadependiente en franca expansión, sobre todo a partir de la nueva figura estelar en el firmamento productivo -como es el biodiesel- y el cambio climático en marcha, el cuadro no deja de ser de lo más preocupante y de pronóstico incierto”.
La asamblea de la ONU proclamó el 17 de junio como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. El investigador Ricardo Mascheroni explica la necesidad de una toma de conciencia.

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Por laura rotundo

El 19 de diciembre de 1994 la Asamblea General de la ONU proclamó el 17 de junio como el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía. En esa ocasión se invitó a los Estados a que dedicaran la jornada a sensibilizar a la opinión pública respecto de la necesidad de cooperación internacional para luchar contra los efectos de estos fenómenos.
Ricardo Mascheroni es docente e investigador de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, de la Universidad Nacional del Litoral (Provincia de Santa Fe) y en esta entrevista hace referencia a la necesidad de tomar conciencia sobre esta fecha que hoy se conmemora.

¿Qué es exactamente la desertificación?
Para resumirlo brevemente, podríamos decir que es la deshidratación progresiva y la pérdida de las capas humíferas de los suelos, como consecuencia de fenómenos naturales, pero también de la actividad del hombre a través de modelos agrícolo-ganaderos insustentables, de la deforestación y del riego artificial.
Justamente el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía se estableció a los fines de generar conciencia sobre la importancia de los suelos y alertar sobre la desertificación que sufre el Planeta, para tratar de evitar su degradación creciente a través de usos insustentables, que potencian los efectos negativos de los procesos naturales.
Sin dudas se trata de uno de los procesos de degradación ambiental más alarmantes del mundo y que está poniendo en serio riesgo la vida de millones de personas.

¿Cuáles son los efectos que puede producir este fenómeno?
Que los suelos se tornan estériles e improductivos, casi irreversiblemente en la mayoría de los casos y para que ello cambie se necesitaría largo tiempo y grandes inversiones.
Entre 1980 y 1995, sólo la industria maderera terminó con 200 millones de hectáreas y en la actualidad, subsisten apenas un 20 por ciento de los bosques originales del Planeta y otro 32 por ciento sobrevive en difíciles condiciones. Nuestro país no ha escapado a la media general, según el Primer Inventario Forestal de Bosques Nativos, quedan hoy 32 millones de hectáreas de bosques naturales de las 105 millones que teníamos hacia 1914.
Sólo la deforestación tiene por objetivos la obtención de maderas para construcción o producción de pasta de papel y la ampliación de las fronteras agrícolas. Cabe destacar que perdida la cubierta forestal y consecuencia de la sobreexplotación con técnicas industriales, monocultivos, maquinaria pesada, riego artificial e incorporación de agroquímicos; los suelos se agotan y pierden fertilidad, tornándose vulnerables a la erosión eólica e hídrica y el desierto avanza.
Cuando esto sucede, es casi imposible que la tierra vuelva a recuperar sus condiciones, y aunque se pudiera, conlleva muchas décadas, ya que la regeneración siempre es onerosa y mucho más lenta que el proceso erosivo.

¿Cómo influye el cambio climático en este tema?
Precisamente del resumen del grupo de trabajo del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, surge que el calentamiento global incide en la cuestión, ya que para el caso de América Latina las preocupaciones mayores son básicamente tres: que las inundaciones y las sequías se harán más frecuentes, que los rendimientos de importantes cosechas disminuirán y que aumentaría la tasa de pérdida de la diversidad biológica, de lo cual existe una certidumbre alta.
Sin embargo, a ese deterioro de suelos, debemos sumarle también el agujero de la capa de ozono y la mayor incidencia de la radiación ultravioleta, que provocará que la productividad agrícola decline en el Sur, contrayéndose la cosecha de maíz en el Sur de Asia y en Sudamérica entre un 10 y el 65 por ciento.
Con la pérdida de la cubierta forestal, el mal manejo de los monocultivos agrointensivos y los suelos irrigados, ríos como el Amazonas, Huang Ho en China y el Ganges-Brahmaputra arrastran cada año miles de millones de toneladas de capas humíferas.
En el sistema Paraguay-Paraná ocurre otro tanto y las tierras de su cuenca no se vuelven a recuperar.
Haciendo una referencia global, distintas estadísticas indican que las de1.500 millones de hectáreas de tierras cultivables del Planeta, el 40 por ciento de ellas se encuentran deterioradas y cada año entre 5 y 12 millones de hectáreas sufren erosión grave, con un costo de sustitución de nutrientes de por lo menos de 250.000 millones de dólares por año.

¿Y cómo repercuten en nuestro país las sequías y la desertificación?
En Argentina particularmente, este problema afecta al 70 por ciento de sus tierras, empezando a abarcar zonas que hasta poco tiempo atrás eran consideradas parte de los suelos más fértiles.
El proceso iniciado en la Patagonia a partir de la introducción descontrolada de los lanares, se ha extendido al Alto Valle del Río Negro, Cuyo y comenzó la invasión lenta y firme de la Pampa Húmeda.
La verdad es que en nuestro país el ritmo de deforestación ha superado en mucho a algunas regiones de África y Asia, tendiente a abastecer la demanda de nuevas tierras para el monocultivismo irracional y depredador, que “cual caballo de Atila” no deja volver a crecer lo pastos.

A largo plazo, ¿cree que la situación respecto de la desertificación y
la sequía empeorará?

La realidad indica que pese a la gravedad del problema, las grandes transnacionales de agroquímicos y semillas siguen imponiendo en los países en vías de desarrollo este sistema de destrucción masiva que nos condena a muerte y lo que es peor, las dirigencias no tienen capacidad ni poder de corrección de estas tendencias.
Lamentablemente nada indica que la cosa vaya a cambiar, si nos atenemos a informes como el que indica un reciente informe -de la Fundación Producir Conservando- que dice que Argentina expandiría su volumen de producción en los próximos 10 años de 84 a 115 millones de toneladas de granos.
Según este organismo, haciendo una operación simple y teniendo en cuenta las mejoras en la eficiencia productiva de algunos cultivos, esto significa que debería incorporarse al cultivo de granos anualmente una superficie de 620 mil hectáreas, algo así como un cuadrado de aproximadamente de 79 kilómetros de lado.
En este contexto, no extrañan estudios que manifiestan que en la Argentina el 75 por ciento del territorio nacional está sujeto a procesos erosivos causados por las actividades agroganaderas y forestales.
Si a lo expuesto, le sumamos el modelo «sojadependiente» en franca expansión, sobre todo a partir de la nueva figura estelar en el firmamento productivo, como es el biodiesel, y el cambio climático en marcha, el cuadro no deja de ser de lo más preocupante y de pronóstico incierto.
Ya el General Manuel Belgrano advertía sobre la gravedad de este tema. Citando sus propias palabras en un discurso, decía: “Es indispensable poner todo cuidado y hacer, los mayores esfuerzos en poblar la tierra de árboles, mucho más en las tierras llanas, que son propensas a la sequedad cuando no están defendidas; la sombra de los árboles contribuye mucho para conservar la humedad, los troncos quebrantan los aires fuertes, y proporcionan mil ventajas al hombre; así es que conocidas en el día en Europa, se premia a todos los que hacen nuevos plantíos, señalando por cada árbol que se da arraigado un tanto y sin esto, los particulares por su propia utilidad se destinan a este trabajo, además de haberse prescrito leyes por los Gobiernos para un objeto tan útil como éste”.
Belgrano también citaba que “en algunos cantones de Alemania que no se puede cortar ningún árbol por propio que sea para los usos de carpintería sin antes haber probado que se ha puesto otro en su lugar; añadiendo a esto que ningún habitante de la Campaña puede casarse sin presentar una certificación de haber comenzado a cultivar un cierto numero de árboles… que todo propietario que corte un árbol ponga en su lugar tres”.
Pasó ya mucho tiempo desde que el prócer advertía esta situación, que insisto, conocía muy bien.

Es decir, que no es Usted muy optimista…
Es decir que por todo ello entiendo que aprender del pasado para no repetir viejos y nefastos errores y preservar los suelos a través de la adopción de modos de producción sustentables, se constituyen en las únicas garantías para el desarrollo y la vida futura.

 

 


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