Por PABLO MONTANARO
Neuquén > A poco de cumplirse un nuevo
aniversario del desembarco argentino en las islas del Atlántico
Sur, el periodista y politólogo Fabián Bosoer, autor
del libro “Malvinas, Capítulo Final”, sostiene
que a veintiséis años de la guerra no se logró
sacar al conflicto de donde lo dejaron los responsables de aquella
operación militar que terminó en desastre.
¿Qué representó para el país
la guerra de Malvinas?
Representó un parteaguas en la historia argentina de reconocidos
alcances y proyecciones nacionales e internacionales. Significó
la retirada de la última y más feroz dictadura que vivió
el país y el inicio del proceso de democratización en
todo el Cono Sur latinoamericano. Un caso testigo que puso en evidencia
las contradicciones de lo que por entonces se entendía como
Occidente, el respaldo de sus principales potencias, Estados Unidos
y Gran Bretaña, a brutales dictaduras so pretexto de enfrentar,
en nombre de la democracia y “los valores tradicionales”,
la supuesta penetración del comunismo soviético y las
ideas revolucionarias. La guerra de Malvinas fue nuestro hecho histórico
emblemático, un momento fundamental en el que se aglutinaron
cuarenta años de historia argentina. Un país que había
vivido maniatado por las amenazas de guerra en la segunda mitad del
siglo XX, finalmente se sumergió en una guerra real, convencional,
producto de un grosero malentendido.
Protagonizado por militares nacionales y políticos
conservadores de
Argentina y sectores influyentes del Pentágono y de empresas
multinacionales estadounidenses…
Así es. Estas complicidades de intereses y afinidades, concretadas
en negocios, relaciones formales e informales, diplomacias visibles
y secretas, están en el trasfondo de la larga secuencia de
inestabilidad política
Durante la investigación que realizó para su
libro, ¿pudo
encontrar nuevos aportes históricos?
Sí. Entre ellos, las confesiones del ex secretario de Defensa
británico John Nott y de los comandantes de las fuerzas británicas
Sandy Woodward y Julian Thompson, quienes contaron que no existía
un plan de contingencia para combatir contra la Argentina, que debieron
improvisar y echar mano al que tenían más cerca: ¡una
hipotética invasión soviética a Noruega! Ambos
explicaron, también, que la guerra no fue un paseo y podría
haberse complicado mucho para Londres si la Argentina hubiera adoptado
otra estrategia, o alguna estrategia, coherente y coordinada. Para
Nott, fue decisiva la personalidad obstinada de Margaret Thatcher;
y para Alexander Haig, fue el ex canciller Nicanor Costa Méndez
quien hizo fracasar sus gestiones mediadoras. Al igual que Haig, el
embajador Lucio García del Solar explicó la influencia
del ex jefe de la Armada Jorge Anaya, que aparece como mentor del
operativo de desembarco, bloqueando toda solución pacífica.
Pero es el mismo Anaya el que retira a la Armada de las operaciones
bélicas tras el hundimiento del crucero General Belgrano, como
lo recuerdan con asombro Thompson, Woodward y con indignación
el general Martín Balza.
¿Qué lecciones se pueden extraer de estos aportes
que mencionó?
La primera es la importancia de la memoria oral y las fuentes primarias
para reconstruir el acontecimiento. La segunda es la significación
del “factor humano” en los momentos cruciales de decisión
en los que sucede lo imprevisto. Leemos distintos ejercicios de “historia
contra-fáctica” sobre Malvinas como ¿qué
hubiera sucedido si no ocurrían las cosas como sucedieron?
En este caso, hay fundadas razones para pensar que los extravíos,
distorsiones de percepción y errores de cálculo guiaron
a la Argentina a la guerra y a la derrota en 1982.
Usted traza una relación entre Malvinas con la primera Guerra
del Golfo.
Podemos tomar Malvinas como precedente del tipo de enfrentamiento
bélico característico de la posguerra fría, guerras
asimétricas y mediáticas, que se vería diez años
más tarde en la primera Guerra del Golfo. Aún en una
retrospectiva más amplia, Malvinas puede leerse como un desenlace
final de cuarenta años de relaciones turbulentas de poder cívico-militares
en Argentina, manejo compartido de la política exterior de
nuestro país y percepciones distorsionadas de la elite de poder,
sobre las amenazas, oportunidades y relaciones con el mundo.
Malvinas fue pensada por los militares para ser reconocidos
entre la sociedad, pero también para su imagen en el exterior.
Las cosas no salieron según lo previeron los estrategas político-militares
y tampoco acertaron sus contrapartes en Londres y Washington . En
una conversación mantenida entre Nicanor Costa Méndez
y el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, antes de
comenzar las tratativas con Alexander Haig, el diplomático
argentino le habría dado a entender las diferencias existentes
y su imposibilidad de cambiar la situación con las siguientes
palabras: “Esto se nos escapó de las manos, la situación
se ha vuelto incontrolable. Las decisiones están en manos de
los comandantes”.
¿Qué rasgos distintivos tienen estos veintiséis
años de aquel 2 de abril de 1982?
Podría señalar dos. El primero, su relación con
los 25 años de democracia, que se recordarán este año.
El segundo, las prevenciones y alertas que genera un posible descongelamiento
del actual status quo en una dirección aún más
adversa para los intereses y reivindicaciones de nuestro país.
. La Argentina reclamaba afuera lo que no podía cumplir adentro,
consigo misma. Y así nos fue. Se produjo, sin embargo, un hecho
que escapó a las previsiones y manejos de sus propios protagonistas:
el reencuentro con América latina, el heroísmo de nuestros
soldados, el colapso del poder militar y el inicio del proceso de
democratización en el país y en la región.
Y quince meses después de la derrota militar en Malvinas,
el país recuperaba la democracia…
La democracia recuperada y los juicios a los máximos responsables
fueron posibles por aquel descalabro provocado por la implosión
dictatorial. Aquellos soldados que volvieron de las islas, ignorados
y abandonados a su suerte, fueron también los padres de esas
conquistas. Desde entonces no sólo no hemos hecho lo suficiente
para honrar a los ex combatientes sino que tampoco se logró
sacar al conflicto de donde lo dejaron los responsables de aquella
operación militar que terminó en desastre. El riesgo,
ahora, es que avancen formas encubiertas o abiertas de renovado colonialismo
sobre el Atlántico Sur y la Antártida, como la pretendida
autodeterminación de los kelpers. |