Por Laura Rotundo
El flamante triunfo del PRO en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires y la reciente victoria de Fabiana Ríos en Tierra del
Fuego resultaron derrotas para el oficialismo, que aún no confirma
si el candidato de Frente para la Victoria en las presidenciales de
octubre será el actual Presidente, Néstor Kirchner,
o la primera dama, Cristina Fernández. Sin embargo, hoy por
hoy, tampoco sería la oposición una fuerza totalmente
consolidada.
Mariano Aguas es politólogo (Usal) y en este reportaje da su
punto de vista respecto del panorama político actual.
¿Qué consecuencias políticas cree que
acarrea el triunfo de Mauricio Macri en un distrito tan importante
como lo es la Ciudad de Buenos Aires?
Seguramente el triunfo de Macri y de la coalición que conforma
PRO está señalando un cambio de humor y de preferencias
de gran parte de la ciudadanía -no sólo de la que «no
piensa»- de la Capital respecto de un sistema de hacer política
y sobre todo de sus consecuencias.
Pero, por otro lado, es el triunfo de una manera muy ligera de discurso
y campaña política, que habrá que ver cómo
se traduce en desempeño en la gestión que además
siempre es política, más allá de la postmodernidad
comunicativa.
Las consecuencias visibles por el momento son que se han adelantado
los tiempos electorales de campaña; basta ver los movimientos
de las oposiciones (no hay Una Oposición, a mi criterio) y
la sugerente y creciente «inquietud social» abonada de
paros sindicales sorpresivos y medidas empresariales impensables hace
unos meses. Podríamos mencionar: tarjetas y combustibles, cambio
de discurso de Idea, de la Unión Industrial Argentina, etc.
¿Cómo observa el escenario político
a nivel nacional, con esta serie de resultados que fueron tomados
como derrotas hacia el oficialismo? (por ejemplo, Neuquén y
Tierra del Fuego)
En realidad no son a mi criterio cambios que compliquen demasiado
la estrategia del oficialismo por tratarse de provincias con poco
peso relativo en el juego nacional. Por otro lado, son provincias
que gozan de cierta autonomía presupuestaria lo cual permite
(sobre todo en el caso de Neuquén) que fuerzas locales tengan
margen de maniobra.
El caso de Tierra del Fuego es sí llamativo desde el punto
de vista de la novedad del ARI, pero precisamente por eso no hay que
confundirlo con Neuquén.
El MPN y el ARI son fuerzas con visión y electorados muy diferentes,
y tal vez le diría que la gente que vota ARI está bastante
cerca del imaginario que plantea el FpV.
Yo estaría más atento a lo que pueda ocurrir en Santa
Fe, Córdoba o Mendoza… sin hablar de Buenos Aires, claro.
¿Vamos indefectiblemente hacia una alternancia política
en nuestro país, como sucede en la mayoría de las naciones
desarrolladas?
Tal vez, pero no creo que sea ahora… falta todavía mucho
camino por andar. Hay alternancia cuando hay fuerzas políticas
consolidadas, y ni la coalición que gobierna ni las oposiciones
que hay -que son fenómenos casi mediáticos- representan
nada estable.
Lo único más o menos firme son la capacidad de recaudar
del Gobierno nacional y la liga de gobernadores que hemos heredado
desde los tiempos de la organización nacional, lo demás
está todo por verse aún.
¿Cómo cree que debería conformarse la
oposición y de qué forma cree que sería constructiva?
Bueno, vuelvo al punto. En la medida que no coincidan cierto grado
de liderazgo con posibilidades organizativas duraderas, creo ninguna
oposición podrá conformarse de manera estable. Tal vez
de manera embrionaria podría buscarse un rol más activo
en el Congreso, armando coaliciones legislativas estables que a medida
que el oficialismo se desgaste obliguen a pensar en políticas
de consenso.
¿Considera que hay algún riesgo de que el próximo
gobierno no esté liderado por un Kirchner, ya sea por el actual
Presidente o por la actual primera dama?
No me parece. La cuestión más importante es saber si
al proyecto K le quedan más de dos años.
¿Cuáles cree que son las grandes cuentas pendientes
al día de hoy en lo que hace a la situación social de
nuestro país?
Mejorar la calidad de los servicios públicos que brindan el
Estado nacional y los estados provinciales, fundamentalmente educación,
salud, seguridad y justicia. También la regulación más
eficaz de los servicios en manos privadas y el fomento de la inversión
en áreas estratégicas del desarrollo, por ejemplo: ferrocarriles,
red vial, generación de energía, etétera.
Ésa es una forma fundamental para crear mejoras en la dimensión
social y económica de la ciudadanía, obviando prácticas
clientelares que terminan esclavizando a los más pobres y haciendo
que gente muy mediocre se eternice en el poder.
¿Cómo observa a la ciudadanía? ¿Cree
que está algo amigada con los políticos o el bienestar
económico hace olvidar fallas?
Creo que la ciudadanía en general es bastante volátil
y no termina de asumir que lo que ocurre no es sólo responsabilidad
de la clase política, aunque como decía Renan «la
historia es siempre la historia del chivo expiatorio»…
Por otro lado, podríamos decir que una parte considerable de
la ciudadanía no ha experimentado aún sensibles mejoras
de su calidad de vida, la distribución del ingreso es aún
bastante regresiva. Pese a ello sectores medios y sobre todo altos
han experimentado una mejora sensible en sus ingresos.
De todas maneras, el caso Capital Federal es un indicador de que los
sectores medios no otorgan cheques en blanco a la dirigencia política,
más aún cuando hay mejoras económicas. Una vez
logrado cierto piso comienzan las demandas de tipo más político
(pluralismo, formas del discurso, transfuguismo), de seguridad, estéticas
(«Buenos Aires está feo») y de calidad de vida
en general… cartoneros, tránsito, espacios verdes, transporte
público, entre otros temas.
¿Cuál es su expectativa respecto de la calidad
de los dirigentes argentinos a mediano plazo?
Como soy optimista pienso que las profundas crisis que hemos vivido
como sociedad en las últimas décadas han dejado junto
a sus consecuencias negativas, cierto aprendizaje social respecto
de la dirigencia y en la dirigencia -dicho en sentido amplio-, y de
lo que de ella se debe esperar.
De todas formas como analista creo que tenemos mucho camino por recorrer,
y hay bastantes obstáculos que dificultan la tarea, empezando
por la cultura política de amplios sectores muy ligada aún
a prácticas premodernas y extremadamente personalistas que
a veces rozan lo delictivo y destruyen las organizaciones, aunque
ello no sea su peor consecuencia.
No deberíamos olvidarnos sin embargo que al hablar de dirigentes
hablamos de todas las dirigencias: sindicales, empresariales, periodísticas
y de medios, militares, académicas, científicas y políticas…
y creo que nadie se salva de una parte de responsabilidad en nuestra
turbada historia.
Por otro lado, creo que la dirigencia y la sociedad -o al menos la
porción que puede por ahora hacerlo- deberían empezar
a discutir más allá de «slogans facilongos»
y de retóricas de bravucones de esquina: cómo estamos
abordando el tema de un mundo que cambia vertiginosamente, qué
papel queremos y podemos crear para nuestro país en la región
y en el mundo y cómo deberíamos construir una mejor
versión de nuestra democracia y de nuestro sistema económico.
En definitiva, como dice el slogan «resulta indispensable»
tomar nota que en el mundo no existe sólo una forma de democracia
ni de capitalismo -ése fue el gran engaño de los ‘90-,
y que en gran medida lo que nos suceda será producto de nuestras
propias decisiones.
En ello, los sectores de la sociedad con mayor capacidad analítica
y de recursos tienen la responsabilidad de fomentar dicha reflexión
y encauzarla de manera civilizada para beneficio de todos. Espero
que parte de nuestra dirigencia coincida al menos en eso. |