Por Adriano Calalesina
En los días difíciles de la Argentina, pensar siempre
fue más difícil que gobernar. Las consecuencias del
enfrentamiento entre el campo y el gobierno de Cristina Fernández
de Kirchner traerán –tarde o temprano- efectos colaterales
dentro de la coalición (PJ-UCR y otros) del poder político
de Centenario y en la oposición legislativa de la provincia.
A pesar de que el martes pasado los sectores se alistaron detrás
de un discurso unánime pro-kirchnerista, es sabido que la intransigencia
de las posturas en el conflicto del campo no complacen al socio más
conservador de Concertación Neuquina: el radicalismo.
«Si este hubiese sido un gobierno radical o de otro partido
que no sea el justicialismo, estaríamos en el horno. La gente
puede estar muy mal, pero si se arregla con los sindicatos todo va
para adelante», confesó un miembro de la coalición
local.
La confesión es lo que se piensa puertas adentro. Es que echar
luz a las reflexiones, lo único que haría es incrementar
la desconfianza histórica que tuvo el PJ hacia su antagónico,
y por lo tanto, resentir las bases de la sociedad política.
En el Deliberante
Las diferencias saltaron en la última sesión de Concejo
Deliberante, donde el ultrajusticialista y presidente del cuerpo,
Oscar Nahuel, vinculó el bloqueo de las rutas para evitar la
circulación de alimentos con el accionar del sector más
ortodoxo del empresariado argentino, que colaboró para la consolidación
del terrorismo de Estado. Un análisis que se baja hoy desde
las altas esferas del gobierno nacional.
Pero al hacer un reduccionismo histórico sin matices, y no
pensando el contexto actual, se corre el riesgo de «meter a
todos en la misma bolsa», y habrá sectores afines al
Gobierno que no compartirán la exacerbación de ese discurso.
La imagen de un Luis D’Elía insultando y pegando en la
Plaza de Mayo y calificando de «piqueteros blancos» a
los productores –sean grandes hacendados sojeros o medianos
agricultores del interior- no sólo desprestigia al Gobierno,
sino que resiente aún más la sociedad política
de la Concertación con los sectores más conservadores
o «desperonizados».
Pero Buenos Aires parece estar lejos para comprender la dimensión
del conflicto político. Esta provincia –y sobre todo
los productores frutícolas de la región- también
tuvieron su embestida contra los Kirchner, aunque pocos lo recuerdan.
A mediados de 2005 la totalidad de las cámaras de productores
neuquinas elevó una medida cautelar para dar marcha atrás
con las retenciones fijas del 10,5% sobre la exportación de
manzanas, peras y fruta de carozo. Entendieron que se trataba de una
medida «inconstitucional» atribuida a la presunta desigualdad
de las cargas públicas, debido a que el Gobierno retenías
más fondos a la exportación frutícola regional
que a los cítricos del Litoral (sólo el 5%) y a los
granos de la Pampa Húmeda en su momento.
El intendente Javier Bertoldi, quien además es productor junto
a su secretario de Gobierno Alberto Dalla Villa, conoce bien este
tema, ya que está íntimamente ligado a Productores Agremiados
de Centenario y Vista Alegre. Pero hoy están en el gobierno
y obligadamente deberán responder a los mandatos K, sin discusión.
Justamente eso de pensar, que por lejos, ha sido más difícil
que gobernar.
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