Por RAMIRO MORALES
Se podría pensar que cuando un conflicto estalla con violencia
los actores involucrados tienen posturas extremadamente antagónicas
y cuasi insalvables.
Sin embargo, esta máxima se derrumba cuando, luego, se encuentran
los mecanismos de diálogo y se alcanzan consensos entre las
partes.
¿Por qué hay que aguardar situaciones extremas para
entablar canales de discusión?
Después de la semana más agitada que tuvo el Gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner en estos tres meses de mandato,
y quizás también del kirchnerismo en su corta historia,
se planteó, al fin, un escenario de debate.
Sin dudas que la reacción de los habitantes de las grandes
ciudades en las noches del miércoles y el jueves no fue en
contra de las retenciones a la producción sino en contra de
un mensaje duro y egocéntrico de la Presidenta, quien pareció
no entender ni el mensaje ni la procedencia de los manifestantes.
La sociedad actual requiere una conducción con un ejercicio
más democrático y humilde del poder. Reclama canales
de participación y rechaza los acuerdos de cúpula. No
tolera el ejercicio monopólico del poder. Aunque tarde, Cristina
reaccionó y debió reinventarse un par de días
después. En la sociedad de estos tiempos, más compleja,
se reclama de los dirigentes extrema sensibilidad y ésta debe
ser una herramienta sustancial para el ejercicio del poder.
El mensaje conciliador
Salvando las distancias, frente a la muerte de Fuentealba un año
atrás, el ex gobernador Jorge Sobisch, fuera de tono y con
gran arrogancia, distanciado del sentir popular, se dirigió
a la sociedad con profunda soberbia en vez de brindar un mensaje conciliador
que propiciara contención a una población por demás
convulsionada y dolida. La reacción no se dejó esperar
y el desgaste de la gestión se profundizó hasta el extremo.
Con este antecedente, ya desde el proceso electoral, el gobernador
Jorge Sapag se mostró diferenciado de su antecesor. Insistió
en todo momento en que trabajaría a través del diálogo
y el consenso para anticiparse a los conflictos.
En esa línea se desenvolvió el Ejecutivo neuquino para
asegurar un inicio del ciclo lectivo con normalidad. Pero, ¿podrá
Sapag evitar futuras confrontaciones sociales como las que se dieron
en los últimos años en la Provincia? ¿Cómo
reaccionará ante una eventual crisis o un conflicto social?
Si el gobernador transforma en una cuestión de Estado la búsqueda
de consensos a través del diálogo, es probable que esas
respuestas sean positivas. En cambio, si pierde el pulso y la sensibilidad
de las demandas de la gente, le puede suceder lo que le ocurrió
a la Presidenta de la Nación esta semana.
Los cacerolazos contra Cristina son un ejemplo de cómo en este
país se le puede caer la estantería de un momento a
otro a un Gobierno que parece sólido y consolidado. Como un
tsunami, lo que parecía calmo, sereno y constante, es sorprendido
por un conjunto de fuerzas convergentes que descoloca hasta al más
atento. Estas situaciones tampoco son ajenas a las provincias y a
los municipios. Los dirigentes políticos del país deberán
replantearse por qué cientos de conflictos llegan a situaciones
extremas que se caracterizan por posiciones rígidas e inflexibles.
Profundizar el entendimiento, abrir los oídos, escuchar a las
partes, consultar a los especialistas, favorecerán la flexibilidad
necesaria que requiere un gobierno fuerte y le brindarán inmunidad
ante la potencial ebullición que caracteriza la cultura política
de nuestra sociedad.
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