“Mi hermano tiene derecho
a conocer su propia historia y se que lo voy a encontrar”, dijo
la mujer que hoy vive en Mar del Plata.
Neuquén > Adriana Metz no está
acostumbrada a las entrevistas y tampoco a las declaraciones frente
a las cámaras de televisión. Sin embargo, la mujer que
hoy vive en Mar del Plata, estuvo en la ciudad reunida junto a otros
familiares de desaparecidos con el Juez Federal Guillermo Labate y
aceptó una nota. Durante ese encuentro, le expresó la
necesidad de encontrar el paradero de su hermano que nació
en 1977 cuando su mamá estaba desaparecida.
Adriana es hija de Graciela Romero y Raúl Metz. Hoy casada,
disfruta de sus dos nenes (Enzo y Lucas) pero necesita imperiosamente
hallar a su hermano. “Estoy totalmente convencida que lo encontraré.
La mentira, muchas veces, tiene patas cortas. Tarde o temprano se
va a saber; puede pasar mucho o poco tiempo, pero se sabrá”,
aseguró emocionada Adriana. En su memoria, además de
la lucha constante, está presente el momento en que se entero
que tenía un hermano. “Según me comentaron, mi
mamá soñaba con ponerle José Gabriel. Yo era
muy chica, tenía tres o cuatro años y había temas
que no me contaban, pero mi interior me anunciaba algo. A ella la
detuvieron cuando estaba embarazada de cinco meses, y tiempo más
tarde, por un testimonio de Alicia Pertnoy me enteré la verdad”,
dijo Adriana.
“Pertnoy – recordó- estuvo en prisión con
mis padres y una vez instalada en Estados Unidos le escribió
una carta a mis abuelos contándole que mi mamá había
tenido un varón. En ese momento, yo me escondí detrás
de la heladera y escuché cuando mi abuelo paterno (Oscar) le
leyó el testimonio a mi abuela (Elisa); en esa lectura me desayuné
con la emotiva y triste noticia”.
El secuestro
Adriana Metz no tenía un año cuando un grupo de tareas
del ejército, junto a la policía local ingresaron a
la casa de sus padres en Cutral Co, ubicada en la calle General Paz,
el 16 de diciembre de 1976. En esa madrugada -según dice la
causa que leyó Adriana- hubo testigos, “los propios vecinos
vieron lo que pasó. Mis padres vivieron en la ciudad de Bahía
Blanca y se mudaron a Cutral Co. Ahí es donde lo secuestraron”,
aseguró Metz en diálogo con La Mañana de Neuquén.
A partir de ahí, se crió bajo los mandos de sus abuelos
paternos a quienes adora y recuerda de la mejor manera. “Vivir
con ellos fue el detonante principal para saber desde un principio
la historia de mis viejos”. Y agregó que, según
comentarios de amigos de sus padres, “no se puede hablar de
la historia de Bahía Blanca y de quiénes luchaban por
cambiar parte de la historia sin nombrar a la familia Metz. Es decir,
vengo de un apellido importante en lo que respecta a cuestiones políticas.
Apellido que derivó en la desaparición de ellos”,
remarcó angustiada.
Con la muerte de su abuelo (1982) y con su abuela enferma de arterios
clorosis, una hermana de su mamá la llevó a vivir a
Mar del Plata. “Siempre tuve una contención familia que
no me hizo sentir la falta de mi padre y madre, y que recién
ahora tomo consciencia de todo lo que me quitaron”, expresó
Metz.
Su llegada a Neuquén
“Cuando me enteré que la causa estaba en esta ciudad,
lo primero que hice fue sacar un pasaje en micro para pedirle al juez
que investigue que pasó con mi familia y mi hermano, nacido
en cautiverio en un centro clandestino de detención de Bahía
Blanca”, dijo Metz.
En la casa de una familia que conoció a sus padres en los años
de plomo, Adriana descansó en una de las habitaciones, después
de la intensa y ansiada charla con el Juez. Sobre una mesa de madera
ubicada en el living, se sentó y miró de reojo varias
fotos que estaban a su lado. Agarró una del montón,
la observó sin pestañar una, dos, tres, muchas veces
y no escondió su pedido: “Necesito que mi hermano vea
esta foto, me la dejaron mis abuelos. Ahí está mi mamá,
mi papá y mis abuelos”, reconoció Metz. Con 30
años a cuesta, reconoció que “tengo justo los
años que cumplirá, el próximo 24 de marzo, el
inicio de la dictadura más terrible de nuestro país”.
En 1999 se presentó en el juzgado federal de Bahía Blanca
para contar su historia. De ahí en más no para de luchar
intentando encontrar a su hermano. En esta disputa, ella no para de
repetir que es hija de Rubén Metz y Graciela Romero, los desaparecidos.
“Desde esa época que vengo pidiendo justicia, yo quiero
una justicia formal encarcele a todos los responsables y también
una condena social, que me parece fundamental para que la democracia
siga creciendo. Es importantísimo que la sociedad en su conjunto
sepa quienes fueron y que hicieron esas personas durante la última
dictadura militar”, explicó Metz quien agregó
que no parará hasta encontrar justicia, “eso es lo que
me dejará tranquila por el resto de mi vida. De esa manera
podré continuar caminando por este mundo con algo más
de alivio; porque si bien me quitaron todo, sentiría el reparo
de saber que los asesinos e integrantes del terrorismo de Estado cumplirán
lo que les debería haber tocado hace muchos años atrás”.
Ser mamá
Cuando Metz fue mamá de su primer hijo, en abril cumplirá
cinco años, le sirvió para darse cuanta de que la lucha
no estaba perdida, sino que debería encontrar justicia y saber
la verdad cueste lo que cueste. “Siempre supe sobre mi historia,
pero empecé a ser más activa y a preocuparme más
por mi pasado cuando fui mamá, porque a mí me quitaron
la posibilidad de pelearme o jugar con mi hermano, es algo que no
tuve”. Después de un silencio, continuó diciendo
que “es algo que cuesta mucho. Poder contar todo se me hace
muy difícil, pero es necesario que mi hermano sepa que tiene
una persona que lo busca desesperadamente, porque él tiene
derecho a conocer su propia historia. Cuando somos chicos, nos dicen
que nacemos de un repollo; bueno, él tiene todo el derecho
a conocer de que repollo vino al mundo. No tengo dudas- aseguró-
que no es fácil y tal vez él no sepa que nació
en cautiverio, pero tiene todo el derecho a saber que tuvo una familia”.
Con un pañuelo sobre su mano izquierda, Adriana contuvo las
lagrimas a punto de aparecer. El pañuelo ayuda a disimular
el llanto. “Es algo muy duro lo que me pasó, pero yo
siempre supe que era hija de desaparecidos. Viví con mis abuelos,
ellos fueron los que más trabajaron para averiguar sobre mis
viejos. A los 14 años viajé a Mar del Plata. Durante
ese tiempo y recién cuando fui mamá (a los 25 años)
me di cuenta que me faltaban mis viejos”, repitió una
vez más dejando en claro que exige justicia a los culpables.
Así los recuerda
“Mi mamá y mi papá realizaban tareas comunitarias.
Ella estudiaba en la Universidad y él, por haber crecido junto
a mi abuelo, era un ferroviario luchador de siempre. Mi abuelo, siendo
un obrero, iba a dar clases a la Universidad de Bahía Blanca;
por esa razón no eran personas comunes y corrientes, aunque
ello no justifica lo que vivieron y sufrieron”, rememoró
Adriana Metz.
El aniversario número treinta será especial y a la vez
fuerte. “Para mí todo surge a partir del 16 de diciembre
que es la fecha en que se llevaron a mis padres. El 24 de marzo lo
viviré como una argentina más, asumiendo que se cumplen
tres décadas del comienzo de un golpe terrible que azotó
al país entero, directa o indirectamente”, concluyó.
Mano a mano
El proceso de la dictadura militar: la pérdida
de mis padres.
Crees en la justicia: quisiera creer, sí.
Encontrar a tu hermano: como hermana mayor es mi
gran objetivo.
Tenes memoria: sí.
Y olvido: no.
Cultra Co: una ciudad que quisiera visitar porque
fue el último lugar en el que permanecieron mis padres.
Enfrentarte con la verdad: Algo terriblemente fuerte.
No se si es bueno o malo, pero muy fuerte debido a que fue un cambio.
Tus abuelos: allá arriba, en una estatuta
o un monumento.
Tu hermano: alguien a quién encontrar.
El resto de tu familia: una parte me ayudó,
otra nada.
Videla, Agosti, Massera: gente que realmente no
debería haber nacido.
El periodismo: el bueno o el malo; hubo y hay de
los dos.
Un sueño: lo principal es poder seguir sobrellevando
el haber crecido sin mis padres y sin mi hermano.
Si tuvieses a tu hermano delante tuyo, qué sería
lo primero en decirle: sería una charla muy larga
con muchas cosas para decir.
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