Por LAURA E. ROTUNDO
Gustavo Martínez Pandiani es Decano de la Facultad
de Ciencias de la Educación y de la Comunicación Social
de la Universidad del Salvador.
En ocasión del inicio del nuevo ciclo lectivo, Martínez
Pandiani dialogó con La Mañana de Neuquén sobre
los desafíos pendientes en materia educativa y elogió
al ministro de la Nación del área, Daniel Filmus.
¿Cómo describiría Usted el actual panorama
educativo de la Republica Argentina? ¿Es más bien negativo?
Yo diría que es en verdad complicado hablar de «panorama
educativo» ya que hay diferencias notables en las problemáticas
que se presentan según las distintas jurisdicciones, según
los niveles de los que se hable, etcétera.
Es posible afirmar, a grandes rasgos, que los niveles de satisfacción
en cuanto a rendimiento descienden desde el nivel inicial hasta el
medio y que luego hay una leve recuperación en el superior,
pero aún así no es igual este nivel en su expresión
universitaria -y hasta en las universidades entre sí- como
en otras modalidades.
Es decir que en el nivel medio, debería concentrarse una reforma,
¿es así?
Bueno… en otras palabras, pareciera que hay mucho por hacer
en todos lados, con prioridades y urgencias específicamente
en el nivel medio, ciertamente.
Como Decano de una Universidad privada tan prestigiosa y
antigua como la del Salvador, ¿cuáles son para Usted
las falencias más graves del sistema?
Quizás el error más grande que se ha cometido, y que
ahora se intenta recuperar aunque va a demandar mucho tiempo, es el
bajo rendimiento, tanto en sus aspectos cuantitativos como en los
cualitativos.
Retención en el sistema junto con logro de calidad es una meta
a lograr.
Tanto énfasis se puso durante tanto tiempo en la retención,
que llegaron a sacrificarse aspectos formativos -como el de esforzarse
para avanzar- y de enseñanza, pues el nivel de la misma decaía
para favorecer la permanencia.
¿Y por qué cree que se fueron originando estos
errores?
Personalmente, yo señalaría como factores, desde un
cierto escepticismo social hacia el poder de la educación hasta
el no haber balanceado adecuadamente crecimiento con eficiencia, y
transformaciones profundas, culturales, que han modificado comportamientos
en todas las franjas etarias, con predominio del modelo juvenil, entre
otros.
¿Cree que la falta de capacitación docente influye
mucho en la crisis educativa que hoy por hoy se manifiesta en nuestro
país?
Prefiero el término actualización, que habla de poner
al día lo que tengo, en lugar de capacitar que -en general-
está dirigido hacia el que no posee algo.
Hay, en muchas jurisdicciones, una amplia y variada oferta en este
sentido.
Me parece que habría que apuntar más a lograr, insisto,
sobre todo en el nivel medio, que la enseñanza sea atractiva,
más ajustada a la realidad de los jóvenes.
¿Qué opinión le merece o le mereció,
en su momento, la Ley Federal de Educación?
Es una ley que, tal como se pronosticó, no ha producido mejoría.
Ninguna norma legal de por sí puede garantizarla, pero ésta,
desde su origen, por ejemplo, desconoció la capacidad instalada
del sistema, creando ciclos nuevos y, en un país pobre, es
éste un error importante.
Además, primarizó los primeros años del nivel
medio, contribuyendo a disminuir, como decía antes, los logros
posibles.
¿Cuáles cree que deberían ser las políticas
que deberían trazarse y concretarse para revertir el deterioro
de la educación en Argentina?
Es imprescindible que las escuelas, cada una de ellas, puedan generar
sus propios proyectos educativos y designar a sus propios docentes,
como ya hace el régimen privado.
La autonomía escolar es una condición insoslayable.
En la medida que cada docente se reconozca a sí mismo en su
tarea, habremos dado un gran paso. El Estado debe asistir económicamente
esta transformación.
Algo muy importante y para resaltar, es que también los padres
deben superar la instancia de queja para protagonizar positivamente
el proceso educativo de sus hijos.
Estas serían las medidas o políticas, que desde mi visión,
son prioritarias y fundamentales para avanzar en el mejoramiento de
la educación.
Es habitual hacer la siguiente reflexión ante cualquier
docente, cuando se realiza un reportaje: «Entre 1880 y 1950,
nuestro país gozó de un nivel educativo admirable en
todo el mundo». Y es un lugar común, pero también
una obligación, preguntarle…¿en qué plazo
cree que podrán revertirse los defectos que se mencionaron
a lo largo de este diálogo?
Esto es muy difícil de precisar. La calidad educativa va atada
a otras variables no necesariamente educativas.
No obstante lo anterior, aún en la situación actual
se pueden instrumentar políticas como las ya señaladas.
Me parece que es un proceso que puede durar, siendo constante, no
menos de dos décadas, en la medida que también habría
que comenzar por reformular la formación docente de grado y
que estos docentes comiencen a transitar por las aulas.
¿Cuál es su opinión sobre la gestión
del Ministro de Educación de la Nación, Daniel Filmus?
¿La calificaría como positiva?
Mire… creo que hoy tenemos un Ministro de Educación,
como pocas veces sucedió en nuestro país, que sabe de
lo que habla, aunque resulte tremendamente difícil gobernar
ese ministerio -seguramente como cualquier otro-.
Recuerde Usted que también, al asumir, se heredan funcionarios
y empleados que, como capas geológicas, se han ido acumulando
y son los mandos medios, nada menos.
De todos modos, hay cuestiones que ya se avizoran en el discurso…
por ejemplo, la referida a la exigencia escolar, que forma parte del
lenguaje del Ministro Filmus, en forma cotidiana.
También se ha logrado la sanción de una ley que debería
asegurar el crecimiento de la inversión en educación,
que no es poco.
¿Cuál sería su reflexión final
sobre el tema de la educación?
Me gustaría hacer hincapié en que no es lo mismo cualquier
nivel del sistema, volviendo al principio de esta entrevista.
Las universidades, por ejemplo, tienen la potestad de auotogobernarse,
por lo cual será su propia responsabilidad el mejoramiento
de la oferta educativa.
En los otros niveles, los actores -docentes, padres, alumnos y Estado-
deberán reunir voluntades y sabiduría para lograr salir
del pantano actual y reformular estrategias que preparen a nuestras
jóvenes generaciones para la denominada sociedad del conocimiento
que ya ha dejado de estar en un futuro más o menos próximo
para constituirse en nuestro entorno habitual.
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