Erupción del volcán Llaima

Las cenizas volcánicas y la ganadería

 
  Especialistas de la región vienen estudiando las posibles consecuencias de la actividad volcánica en las actividades productivas de la zona.


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  Técnicos del Senasa de Patagonia Norte, ya estudian la posible
incidencia de la actividad volcánica.

Neuquén > Una nueva erupción del volcán chileno Llaima vuelve a preocupar a los Ganaderos regionales. Tras la reactivación del tema a partir de la erupción del volcán Chaitén, mucho se ha especulado sobre cómo van a impactar las cenizas y los piroclastos emanados en la producción ganadera regional. El Sur argentino y chileno tienen experiencia en este tipo de situaciones, es por eso que desde hace varios años se han conformado equipos de técnicos de diversas ramas para evaluar los impactos que estas contingencias tienen sobre la biodiversidad.
Uno de esos profesionales es el médico veterinario Carlos Prio, del Centro Regional Patagonia Norte del Senasa, quien sistematizó las experiencias de Investigación de lo que denominó “Epizootiologías de Desastres”. Allí se analizan los aspectos relativos a las erupciones que años atrás hicieron los volcanes Lonquimay, Llaima y Copahue. Si bien se mantiene firme en cuanto a que todavía es difícil vaticinar los perjuicios que sufrirán los rodeos del Sur argentino tras la actividad de los dos volcanes, brinda datos interesantes de lo que pasó en su momento.
Los especialistas son contundentes: es muy temprano como para especular sobre los efectos que podrían haber tras la erupción de los volcanes Chaitén y Llaima. “Se necesita un tiempo de investigación de un equipo interdisciplinario para saber cómo afectará al ganado”, anticipa Carlos Prio. Y tiene Fundamento para asegurarlo.
Desde hace varios años, Prio viene investigando de qué manera afectan las erupciones volcánicas y los elementos que son emanados – cenizas, gases y piroclastos- sobre los animales de la región.

Estudios
“Estas investigaciones parten de una inquietud profesional y siendo receptivo a las demandas e inquietudes realizadas por productores ganaderos de la zona”, cuenta Prio. Recuerda que en diciembre de 1988 en la pecuaria regional se dio, a partir de la erupción del volcán Lonquimay, una fuerte demanda de los productores de la zona quienes observaban algunas cuestiones particulares en sus haciendas. Esto motivó el interés profesional de Prio para estudiar la problemática, que evidentemente generaba –y genera- preocupación.
“Si bien son razones de índole económica las que definen esta preocupación, se afecta una producción agropecuaria sustancial para gran parte de la patagonia”, dice el profesional del Centro Regional Patagonia Norte del Senasa.

Lineamientos
Al momento de detallar los lineamientos básicos que han movilizado estas investigaciones, el especialista indicó que se partió de “una clínica bastante lesiva para la producción ganadera, donde se observaba falta de preñez en sus animales, abortos y desgaste temprano de dientes”.
Esto fue lo que generó la gran inquietud a partir de la cual se iniciaron las tareas de investigación. Entre otras tareas, los científicos describieron el área, distribuyeron los materiales y métodos para estudiar, y tomaron muestras en las áreas de suelo donde había forrajes y pastizales más palatables y digestibles para el animal. En definitiva, se realizaron transectas -es decir, se definieron líneas temporales a lo largo de las cuales realizaron el estudio-, se tomaron muestras de estos pastizales naturales, de agua, de sangre y de material óseo.

Los resultados
Tras estos estudios comenzaron a aparecer los primeros resultados, los cuales no pueden extrapolarse a otras erupciones. Concretamente, “en sangre, encontramos una intensísima cantidad de la fosfatasa alcalina lo que revelaba un problema de osificación concreta”, describió Prio. “En los pastizales naturales encontramos partes por millón de flúor en la erupción del volcán Lonquimay allá en el año 1988 y 1989”, continúa, “no tanto en agua porque en ese caso los caudales eran de escurrimiento superficial”.
Respecto al tejido óseo “había un amplio desequilibrio fosfocálcico que llegó a mostrar fracturas espontáneas en marchas habituales de los animales de los huesos largos”.

Casos únicos
“Cada una de estas contingencias tiene su particularidad”, dicen los expertos. Con esto quieren reforzar la idea de que es difícil encontrar resultados similares en cada uno de los casos analizados. En la indagación de lo que pasa tras las erupciones “no se pueden hacer analogías entre los casos analizados”, señala Prio. Y da ejemplos que fundamentan esto: el caso del volcán Lonquimay “entre los gases emitidos encontramos ácido hidrofluórico como uno de los mayor peligrosidad”.
Al trasladarse al suelo, a las plantas y, por último, a los animales, “esto generó una patología conocida como « osteofluorosis”.
En otras erupciones, fue el sílice -que es un compuesto de silicio y oxígeno- el material dominante sin haber principios tóxicos. Entonces la fenomenología “estaba dominada por una cuestión física, y los animales morían por el cubrimiento de los pastizales naturales y la sequedad de las aguadas”, rememora el profesional del Senasa.

Sin proyecciones
Finalmente se insiste con la pregunta sobre si se pueden hacer proyecciones de cómo afectarán las emanaciones del Chaitén y del Llaima en la ganadería de la región.
La respuesta de Carlos Prio es contundente: “es que es apresurado hacer algún tipo de proyección”.
Si bien para él es entendible el estado de ansiedad que genera esta situación entre productores, funcionarios y técnicos, “las eventuales consecuencias que esto podría generar sobre la pecuaria animal se encontrarán transcurrido un tiempo, pero no en este momento”.
Seguramente no es la respuesta que están esperando los productores de la región.
Pero es la resultante de años de investigación la que da sustento a este pedido de esperar un tiempo para conocer detalles técnicos valederos.
El desafío es lograr calmar las ansiedades en un tiempo donde las especulaciones están a la orden del día.

 

 


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