Por Daniel Ramazzotti
Los problemas de seguridad en esta ciudad preocupan a propios y extraños.
Tan es así que del tema ya no sólo se ocupan los mandos
policiales, sino que el arco político en pleno levantó
su voz y puso sobre el tapete la cuestión del vandalismo y
la delincuencia juvenil, al punto tal que la intendenta Luz Sapag
sentenció que “la seguridad está en crisis”.
La historia debe ser escrita. Hace poco más de dos semanas,
un lamentable hecho de violencia juvenil afectó a un jovencito
cuya madre desempeña funciones en el Ejecutivo municipal. Tras
esto y quizás por mera coincidencia o no, la intendenta que
-según afirman allegados al tema- en seis meses de gobierno
no había convocado a reunión alguna para interiorizarse
de las necesidades de la fuerza policial, levantó el teléfono
y llamó a reunión urgente a todos los ediles y a cuanto
uniformado camina por las calles de la ciudad con más de una
estrella en su pecho.
Como era de esperar, el encuentro en cuestión se convirtió
en un gran consultorio psicológico donde muchos hicieron catarsis
y pocos escucharon lo que los policías tenían para decir
e incluso mostrar, ya que hasta se habían preparado para exponer
un completo cuadro de situación.
Sucede que la otrora aldea de montaña ya no es tal y si bien
esto no significa que se deba convivir con la delincuencia ni mucho
menos aceptarla, lo cierto es que el delito no sólo está
presente sino que crece a un ritmo cercano al diez por ciento anual,
por lo menos desde 2004 a la fecha.
Durante la reunión se habló también de que hacen
falta al menos 80 policías más en la ciudad, cifra ésta
que para quienes entienden del tema parece, al menos, algo exagerada
y prácticamente imposible de cumplir a corto plazo.
Es verdad que con la cantidad de efectivos existentes difícilmente
se pueda prevenir el delito desde una comisaría que abarca
un radio que comprende el centro de la ciudad y llega hasta el Paraje
Meliquina, al cual en los últimos meses no se fue jamás.
Ni que hablar de la otra sede policial que tiene jurisdicción
hasta el lago Lolog y cuenta además con la mayor densidad de
población bajo su tutela.
Sin embargo, antes de pensar en un considerable y necesario aumento
de la dotación policial habría que garantizar el lugar
de residencia de los uniformados y el equipamiento necesario para
que cumplan su labor, ya que es impensable que –como ocurre
en la actualidad- las dos comisarías existentes no cuenten
con una camioneta doble tracción, siendo que se trata ésta
no sólo de una ciudad cordillerana que posee aspectos meteorológicos
y geográficos que así lo justifican, sino que además
es el principal centro turístico invernal de la provincia.
El único vehículo de esas características lo
tiene la Policía de Tránsito.
Otra cuestión a tener en cuenta es el desarrollo urbano de
la localidad, que a estas alturas demanda en forma imperiosa la construcción
de nuevos destacamentos policiales en los barrios más alejados.
También es necesario revisar los mecanismos que se llevan adelante
entre los distintos estamentos del Estado a la hora de hablar de la
delincuencia juvenil, ya que según afirman quienes trabajan
de lleno en el tema, desde el viernes por la tarde hasta el lunes
por la mañana, nadie se hace cargo del asunto, no hay un sólo
asistente social o autoridad a fin para atender casos que cada vez
son más frecuentes.
Reuniones como la mencionada al comienzo de estas líneas se
realizan desde tiempos inmemoriales y palabras más, palabras
menos, el diagnóstico es siempre el mismo, sin embargo nunca
se da con el remedio exacto que, si bien no logrará curar la
afección, al menos alivie el dolor que provoca.
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