«Nosotros veníamos preparados
para competir, pero este hecho cambió la filosofía del
mundo y desde entonces cambiaron los juegos”, comentó.
Neuquén > Nazario Araujo fue
el primer atleta olímpico de la Patagonia y lo dice con orgullo
porque «créame -afirma- es la máxima expresión
que puede alcanzar un deportista». Aunque su participación
en Munich ’72, también estuvo marcada por el horror.
Aún recuerda con dolor la madrugada del 5 de septiembre, cuando
siete terroristas palestinos irrumpieron en la Villa Olímpica
que ocupaba la delegación de Israel tomando a once rehenes
, en el comienzo de la masacre, que con el correr de las horas acabó
con la vida de todos ellos, y que, posteriormente, la historia del
olimpismo rotuló como el “Septiembre Negro”.
Nació en Gobernador Gregores, en la provincia de Santa Cruz,
el 25-10-45, pero desde hace muchos años reside en Comodoro
Rivadavia y fue invitado por la Federación Atlética
Neuquina que le rindió homenaje poniéndole su nombre
el torneo provincial de cross que se realizó ayer (ver aparte)
en el predio ferial cultural y deportivo Plottier. Araujo, quien fue
campeón nacional de cross country en 1965 e internacional en
10 mil metros y 5 mil metros, entre otras especialidades, revivió
los días de Munich ’72 –él compitió
en el maratón- y a un mes de los Juegos de Beijing, critica
la falta de una política deportiva nacional para el desarrollo
de la disciplina y de apoyo de los gobiernos para la construcción
de pistas de tartán.
¿Recuerda dónde se encontraba cuando ocurrió
la masacre de Munich?
“Lo recuerdo porque lo viví. Nuestro departamento estaba
en el primer piso, frente a los de la delegación israelita.
Nos separaba una sola calle interna de cuatro o cinco metros. La ventana
de ellos daba a las nuestras. Yo estaba con Irene Sitzner (velocista),
José Vallejos (martillo), Bruno Barrionuevo (salto en alto)
y el remero Alberto Demiddi. El ataque fue de madrugada. Fueron horas
terribles”.
- ¿Llegó a temer por su vida?
“Tal vez no en ese momento. La única preocupación
entonces era saber por qué habían ocurrido estas cosas.
Eramos conscientes de una realidad mundial. Pero no nos imaginábamos
lo que pasó. No deja de ser impactante. Después uno
lo va entendiendo con el correr de los años”.
¿Cómo influyó éste acontecimiento
en su vida?
“Vivir un acontecimiento así, a tan poco metros,
nos dejó azorados. Sentimos una gran pena porque en el mundo
olímpico todos los idiomas se confunden en una misma situación
de vida. El corredor de 5 mil metros tal vez no hable el mismo idioma,
pero entrena y entra en calor como yo, todos nos juntamos para salir
a trotar. Y después, ver muertos a esos atletas con los que
habíamos compartido almuerzos, cenas y reuniones musicales,
es muy triste”.
¿Desde entonces cambiaron los juegos?
Sí, claro. Con el tiempo y después de lo que ocurrió
allí, entendimos que esto puede pasar dentro de un mundo olímpico.
Porque nosotros veníamos preparados para competir, pero este
hecho cambió la filosofía del mundo y desde entonces
cambiaron los juegos”.
Debe haber sido difícil seguir después de aquel
hecho sangriento.
“Sí porque hubo orden de continuar. Se hizo el duelo
y al otro día se reanudaron las competencias. Yo pude correr
la maratón. Iba en el puesto 49 cuando faltando 40 metros para
superar la línea olimpica me desmayé y no pude terminar.
Pero lo asumí con orgullo porque ya había cumplido el
sueño de ser un atleta olímpico. Y, además, por
los problemas organizativos de siempre en el país, yo tuve
que hacer mi marca para poder asistir a los juegos (pedían
menos de 2h.25m. y él hizo 2h.23m.54s.) 30 días antes
del plazo. O sea que tuve que correr dos maratones en 60 días,
una locura porque no hay tiempo de recuperación. Estas cosas
que siempre han pasado en el atletismo argentino”.
¿Qué significó para Ud. como patagónico
haber llegado a ser olímpico?
“Fue el premio al esfuerzo mío y de mucha gente. De esos
viejos dirigentes del atletismo, muchos de los cuales siguen el modelo
como aquí en Neuquén lo hace Abelardo Palacios, para
que un deportista pueda llegar a participar algún día
en una olimpíada. Los juegos es el máximo logro al que
aspiramos y como decimos los olímpicos, ojalá que la
llama recorra el mundo y no se apague nunca”.
«En la Patagonia aún seguimos
sin tartán»
- ¿Cómo
ve el atletismo de Argentina?
- “Las políticas deportivas han sido como gotas
dentro de un caudal de agua porque no se ha fortalecido la labor del
dirigente verdadero y esto limita la cantidad de atletas.
Yo viví en Brasil, España, Suiza y Alemania; todos tienen
un presupuesto destinado para el deporte para que el dirigente puede
dedicarse a generar el desarrollo efectivo de un atleta. Tiene que
haber un sistema que nos permita tener una cadena de talentos. Todavía
en Comodoro Rivadavia, donde vivo yo, y en la Patagonia, no tenemos
una pista de tartán. Aquí en Neuquén, incluso,
se habló años atrás de hacer una pista de este
material. Pero han pasado dos décadas y todavía no está.
Esto sucede aquí y en el país porque no existe un proyecto
serio. Hay dirigentes que utilizan al deporte y después se
olvidan”.
- ¿Qué perspectivas le ve a Javier Carriqueo en Beijing?
- “Lo veo con la esperanza que tuve yo, de llegar a una final
olímpica. Pero lo más importante es que tanto él,
un atleta de aquí de Neuquén (San Martín de los
Andes) como Leonardo Price, que es un chico de Trelew (Chubut), han
logrado la máxima expresión que puede tener un deportista
en el mundo que es llegar a un Juego Olímpico y eso es lo más
importante. Es el punto culminante a una tarea muy difícil
porque hay que estar recorriendo países y pelear mucho para
llegar. Depender de la buena voluntad de dirigentes y entrenadores
no es bueno para un deportista que tiene ambición olímpica».
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