50º aniversario del Colegio Médico de Neuquén
El primer médico nacido en Neuquén

 
 
Año 1943. Rafael Vitale,
practicante del Hospital Fiorito,
en Avellaneda, provincia de
Buenos Aires, junto a una
moderna ambulancia.
El Dr. Rafael Luis Vitale estudió en la Universidad de Buenos Aires. Nieto de primeros pobladores, en el año 1943 edificó el primer Sanatorio de la ciudad.


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Ligado a la estirpe de los pioneros de la medicina en la región, al margen de su calidad profesional trabajó incesantemente como empresario de varios rubros apoyando el crecimiento de su terruño.

En su elegante departamento del centro de la capital Neuquina, Elisa “Elita” Portanko, esposa de uno de los grandes pioneros de las ciencias médicas de la región, desgranó recuerdos y anécdotas que engrandecen la tarea y la dedicación de una generación de hombres y mujeres que nacieron y engrandecieron la capital.
“Mi esposo tuvo la visión de construir el primer sanatorio de la ciudad. La apertura del Sanatorio hizo que, en ese sentido, fuera un innovador. Lo llamó “Sanatorio y Maternidad de Neuquén” allá por el año 1948. Funcionaba en la calle Catamarca al 200, denominación que fue cambiada por Almirante Brown, y fueron habilitadas entre ocho y diez habitaciones para la atención de los pobladores de la capital. A partir del éxito que tuvo mi esposo, en sociedad con el Dr. Luis Ramón y el Dr. Emilio Zingoni comenzaron la construcción de un nuevo sanatorio con el mismo nombre del anterior, en la calle Rivadavia 250, edificio que se constituyó en la base del desarrollo posterior del actual «Policlínico Neuquén». Por aquellos años ya se habían reunido en la Cooperativa Conrado Villegas para formar el Colegio Médico neuquino. Mi marido fue el tercer médico de la ciudad –afirma Elita- Llegó con todas las técnicas nuevas y fue el heredero de los mayores, del Dr. Castro Rendón y el Dr. Ramón. Rafael fue el número tres, pero con la característica de ser el primero nacido en la ciudad. Además, Rafael había sido paciente del Dr. Castro Rendón, como yo. Sería lindo que se mantuviera en la memoria de la ciudad.”

Gran capacidad

“Mi esposo fue un hombre con mucha capacidad para programar actividades que eran pioneras- indica Elita- porque no sólo hizo el Policlínico aquí, sino también, en el año 1956, en Cinco Saltos junto a los doctores Diego Benito, Ricota y Rigoni, construyeron un Sanatorio con el nombre de esa localidad rionegrina. Por muchos años trabajó en el hospital local, después en el Policlínico y viajaba a Cinco Saltos para las operaciones. Hay que tener en cuenta que no sólo era la decisión de abrir un Sanatorio sino también empezar los cimientos y además supervisar la construcción…Rafael era médico generalista. Lo que más le gustaba hacer era cirugía y partos. El Dr. Natalio Burd, de Centenario, derivaba a sus pacientes para que fueran intervenidos quirúrgicamente por mi esposo. Además, Rafael fue médico de la cárcel de Neuquén y de los ferroviarios. En un principio los médicos de la ciudad eran el Dr. Castro Rendón, el Dr. Ramón y el Dr. Vitale a los que les tocó hacer de todo, también atendían fracturas. Alrededor de la década del cincuenta empezaron a venir nuevos médicos y vinieron muchos especialistas convocados por él, como por ejemplo el Dr. Robiglio.”

Polifacético
Hombre polifacético, al margen de su actividad como médico incursionó, en el año ’52, en sociedad con el Dr. Andrés Linares, en la construcción de un barrio de veinte casas ubicadas entre las calles Brentana, Chrestía, Carlos H. Rodríguez y Juan B. Justo. Además desarrolló una fábrica de dulces y conservas, “El Valle”, con instalaciones en la calle San Martín 1250. Frutas de la región fueron degustadas en el exterior ya que, con la marca “Pendón”, colocó sus productos “for export”. En esa época contaba con más de cien empleados.
Su actividad comercial iba en paralelo con el ejercicio de su pasión como médico. En 1960 con seis camiones de media y larga distancia abrió su empresa de transportes.
En el antiguo edificio de la fábrica de dulces, en el año 1967 construyó cuatro modernos galpones y depósitos dándole empleo a más de un centenar de neuquinos. Complementó esta actividad con la producción agrícola de cinco chacras ubicadas en Centenario y Cinco Saltos.

Coincidencias
“Cuando yo terminé la primaria en la Escuela Nº2 –indica Elita- mi papá, para que hiciera mis estudios secundarios, me mandó a Buenos Aires. Y esa fue la consecuencia de conocer a mi marido. A pesar de que aquí vivíamos a una cuadra de distancia, nunca nos tratamos. Nos llevábamos siete años de diferencia. Cuando yo era una niña de diez años él era un muchachito de diecisiete ya con novia, y qué se yo. Cuando yo fui allá a los dieciséis años, él ya era practicante. Yo terminé la secundaria, estudié tres años en la facultad de Filosofía y Letras y él terminó su carrera, en 1945. Nos casamos en el mes de agosto en Buenos Aires y pocos meses después regresamos a Neuquén. Yo fui para hacer el colegio secundario en Buenos Aires a la casa de una tía de él, la tía María que era hermana de la mamá de Rafael. El esposo de la tía era ferroviario, amigo de mi padre –sostiene Elita- Pasó una cosa, él era muy celoso, ya había bailado todo lo que quería y yo todavía no había empezado. Fue un noviazgo de siete años hasta que Rafael se recibió de médico. Ese tiempo nos sirvió para conocernos mejor, superando problemas que pueden surgir en una relación de pareja. Es mucho más fácil que cuando uno está casado.”

Ocho hijos
“Tengo el arquetipo de madre. Cuando era chiquilina en la Colonia Ferroviaria las vecinas que tenían bebés me decían: «Elita, vení por favor, dormímelo porque con vos se duerme y yo no puedo». Es algo que está en mí, la capacidad natural de ser mamá- indica Elita desovillando sus recuerdos- Con Rafael tuvimos algunas coincidencias ya que él era prácticamente hijo único porque a su hermano Roberto le llevaba doce años de diferencia. Y yo, también le llevo a mi hermano Norman doce años. Siempre digo que Norman para mí fue mi primer hijo. Otra coincidencia con Rafael es que a los dos nos gustaba el nido lleno. El nido que se convirtiera en una familia. Yo me dediqué a cuidar el nido y él se dedicó a trabajar. Trabajaba mucho; también incursionó como empresario porque tuvimos un galpón de empaque”.

Hogar, dulce hogar
“La primera casa donde vivimos fue en Independencia y Diagonal 25 de mayo. La casa está tal cual, entera, allí funciona una escribanía. Cuando vivíamos allí, la calle era de tierra y mi hija mayor, María Elisa “Tati”, a los tres años, se me escapaba por el garaje y se iba a la vereda de enfrente, a lo de los vecinos. Y después de ahí, nos mudamos a nuestra casa de toda la vida, en la calle Santiago del Estero 178, la casa está tal cual, y en la actualidad funcionan oficinas de la provincia.”
Sobre la mesa, ordenadas, están las fotografías que atesora la familia. “Tati” y Roberto acompañan a Elita en los detalles y las emociones de cada momento en el recuerdo de Rafael.
“La economía familiar era así, yo gastaba, él ganaba. Siempre tuve el dinero disponible. Muchas veces él me comentó, cuando se iniciaba algún emprendimiento nuevo: “Mirá, yo puedo avanzar en estas cosas porque vos me cuidás la espalda”.
Su consultorio particular estaba en casa. Y cuando recién empezó a trabajar como médico en la ciudad que lo había visto nacer y crecer, yo lo acompañaba a las visitas domiciliarias. Era uno de los pocos momentos en que compartíamos algo. Él vivía entre el Hospital, el Policlínico y el Sanatorio; teníamos poco tiempo para charlar. Cuando tenía que ver algún paciente en Colonia Valentina o cerca de Plottier lo acompañaba conduciendo el auto. Recuerdo que en una ocasión vino muy afectado porque le había tocado actuar en un parto, en un rancho, sobre piso de tierra. A veces suena ridículo decirlo, pero eso sucedía muy a menudo en aquellos tiempos.”

El «Morris»
“La familia iba creciendo, había que llevar chicos a la escuela, moverse, y en uno de mis cumpleaños Rafael me regala un «Morris», un autito hermoso. Por supuesto, no me enseñó a manejar él sino un vecino. Además, pasa eso, para enseñarle a otro a manejar hay que tener paciencia y Rafael era un hombre muy ansioso. Él tenía su auto y yo tuve el Morris mucho tiempo. Él, en la medida que sus actividades se lo permitieron, iba cambiando de auto, prácticamente todos los años, por modelos nuevos. Había una camioneta que manejaba un chofer. Mis hijos se llevan muy poca diferencia, un año y medio o dos años, y había que tener ayuda para la movilidad que hacía falta para “la pandilla” de la casa. Y nos acompañó un señor, Julio Benegas, durante por lo menos veinte años. Cuando me veían muy enredada con los chicos, Benegas los llevaba a dar una vuelta. Justamente todas esas cosas de comprar o vender lo hacía Rafael; yo recibía lo que me ponían en la puerta, en ese caso fue el Morris. Pero me acostumbré a andar con la independencia que da el auto, en la actualidad sigo manejando, tengo mi auto. Cuando no lo tengo lo extraño mucho. Mi vida fue siempre muy activa, muy ocupada, con muchas actividades, con muchas responsabilidades.”

Anécdotas
“El director de la Escuela Nº 61, Enrique Bonet, papá del médico Alberto Bonet, se ofreció a venir a casa por las mañanas a revisar los cuadernos y los deberes cuando ya había unos cuantos de nuestros hijos en edad escolar”- memora sonriente Elita- La cocina era mía. Cocinaba yo porque era complicado el tema. Era más difícil enseñar a hacerlo, que hacerlo yo misma. Me ayudaban en la parte de la preparación, pero la comida la hacía yo. Rafael no tenía un plato favorito. Él venía de una familia muy a la italiana, comía mucho y mal. Por eso él era gordito. En cambio yo venía de una familia más europea, yo conocía el yogur, conocía la kombucha, que preparaba mi papá. En mi casa se comía como lo que hoy se pregona que es lo más sano. Yo seguí con esas costumbres alimenticias y mi marido así se sentía muy bien. Había mucha comida sana. Yo tenía tres platos para preparar. Para los chicos un menú, para mi esposo otro, y para mi suegro que vivía con nosotros otro menú diferente .
Éramos quince personas al mediodía y otro tanto a la noche, pero nunca sentí que fuera pesado o que no lo pudiera hacer. Los fines de semana teníamos una chacra. En un momento, cuando teníamos el galpón de empaque, teníamos cinco chacras. Hacíamos todo un recorrido por las chacras. Teníamos chacra en Cinco Saltos, en Centenario mantengo una que es el “club de la familia” donde nos reunimos para los cumpleaños y los casamientos; ya somos más de setenta en la familia.”

Amigos
“Nosotros éramos un grupo muy unido –indica Elita- en ese momento, con los colegas de mi marido, los doctores Zingoni, Ramón, Focaccia, Chrestía, Planas, había una forma de compartir. Nosotros nos reuníamos todos los sábados a cenar en una casa o en otra. Y después los hombres se ponían a jugar a las cartas, pasaban el rato. Y las mujeres tejíamos, charlábamos, criticábamos, hasta que a mí me llegaba la hora de darle el pecho al más chiquito, así que nunca podía terminar ninguna reunión. Porque siempre vivimos así, yo en la casa con los chicos y él con su trabajo.

Homenaje pendiente

Tati, la hija mayor del Dr. Rafael Vitale y su reflexión: “Fue muy importante el trabajo que papá hizo en muchas esferas. Y por ahí, siento que quizás se van perdiendo esas historias de Neuquén de antes. Todavía nos encontramos con muchas personas a las que papá operó o atendió en el nacimiento. Papá tuvo el mérito de ser el primer médico de Neuquén, nacido en la ciudad. Entonces me parece que sería importante que quede algún recuerdo en alguna calle, en alguna plaza, en la fuente nueva. Por ejemplo en este caso, a esa fuente tan linda que está en la rotonda de la Ruta 7, llega la calle Dr. Ramón. Mirá qué lindo sería que esa fuente se llamara Dr. Rafael Vitale. Así quedarían inmortalizados los dos grandes médicos que también fueron grandes amigos y se encontrarían como siempre, juntos, como un símbolo de amor a Neuquén”

Bien neuquino

Nació en Neuquén capital el 21 de febrero de 1915.
Sus padres, Félix Vitale y Dolores González.
Sus abuelos llegaron a Neuquén alrededor de 1904, María Santana y José González Fleitas, tropero.
Egresó en 1927 de la Escuela Nº2
Estudios secundarios: Colegio Pío IX, Capital Federal.
Se recibe de doctor en medicina, en la Universidad de Buenos Aires, en 1945.

 

 


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