La Argentina les abrió las puertas

 
 
Danuta con Lady y Daisy Terremoto, frente al Hotel Inglés.
La subteniente Kugler y el mayor de caballería Casimiro Bernaciack, de nacionalidad polaca, decidieron emigrar desde Europa a la Argentina.

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En ediciones anteriores comenzamos con el apasionante relato de Danuta acerca de su vida durante la invasión alemana a Polonia y de su ingreso a la resistencia. En esta última parte, la elección de un futuro de paz en tierras argentinas.

“Allá nos casamos, hicimos un lindo viaje de bodas a Venecia, después nos mandaron a Inglaterra para que Casimiro se jubilase- Danuta continúa, con pasión, relatando detalles de su vida- Allá fue a Cambridge, se recibió de Profesor de Inglés, yo tuve mi primer hijo Jorge que en la actualidad es médico del Hospital Británico de Buenos Aires.”
Danuta ya cumplió 86 años pero mantiene la vitalidad con tanta fuerza como brillas sus ojos celestes.
“En este tiempo, después de la Guerra, Europa fue destruida. A Polonia no quisimos volver porque estábamos contra el Comunismo. Como Mayor de Caballería mi marido Casimiro Bernaciack hubiera pasado de Polonia a Siberia, porque había luchado contra los rusos.
En Inglaterra, en tiempo de batalla, todos fuimos iguales, polacos e ingleses, pero después cuando volvimos de la Guerra todo lo mejor era para los ingleses. Para los polacos el destino era ser peón de campo o minero. Después estaba la alternativa de emigrar y la Argentina abrió así grandes las puertas. Nos mostraron fotos de San Martín y dije: «¡Fantástico, hermoso. ¡Vayamos!».
Cuando llegamos a Buenos Aires nos encontramos con un amigo, ingeniero agrónomo, que se había hecho amigo de un argentino que le dijo que acá en Neuquén tenía campo, equipo de maquinaria, equipo de obreros y necesitaba gente para manejar la gente. Entonces dos ingenieros agrónomos y mi marido vinimos a Neuquén para hacer ese trabajo. Cuando bajamos del tren, yo no podía creer lo que era Neuquén en ese tiempo, porque no había nada de nada. El amigo nos recibió y le preguntamos a qué hotel nos llevaba. Y respondió ¿A qué hotel? A las casas donde se alojarán. ¿Qué casas? No había casas. ¿Y el equipamiento de maquinarias, y de obreros? No había nada. ¿Sabe qué era? Rincón de Emilio en 1948, no había nada de nada. Necesitaban gente para emparejar el terreno.”

Don Armando
“Después pensamos que el de Buenos Aires nos había hecho ‘un verso’. Menos mal que este señor que nos recibió, Armando Vidal, padre de Luis y Cacho, fue un gran benefactor nuestro. Nos alojó en una casa de adobes, pero dos días después cuando vino a visitarnos y vio a mi hijo de cuatro meses y una nena de dos todos picados por las vinchucas y todos con una diarrea violenta, nos dio lugar en Confluencia, donde él vivía, la casa del peón. La pintamos con cal. En tres habitaciones vivimos las tres familias. La cocina en un galponcito, una letrina bastante alejada. Entonces mi marido empezó a vender verdura, compraba en Confluencia y venía al centro a vender verduritas, en bicicleta. Además, se dedicaba a hacer arreglos, porque era muy ingenioso. Fueron duros los primeros años. Juntábamos las manzanas podridas de la chacra de Vidal, sacábamos lo podrido y lo demás se mandaba a hacer jugo. Ayudábamos a cosechar las manzanas. Sobrevivíamos. Después vino la indemnización de Inglaterra con la que compramos una vieja chata. Con ésta mi marido compraba verdura en Confluencia e iban a Plaza Huincul y Cutral Co a vender. Mientras tanto él, cuando podía, venía a dar clases de inglés a particulares. Mientras vendía verduras, la gente escuchaba que hablaba inglés, entonces él decía ‘soy profesor de Cambridge’, entonces lo empezaron a llamar. Empezó a ‘correr la bolilla’ y empezó a tener más alumnos particulares».
Otra vez, don Armando le dijo: “Casimiro, tenés que vivir en Neuquén, más cerca para que vayan tus alumnos a tu casa. Yo te vendo un terreno para que hagas tu casa.»
Sin olvidar ningún detalle, Danuta continúa el minucioso relato de sus primeros años en la región. «Neuquén empezaba en la calle Mitre, todo esto era campo. Entonces vino don Nicolás Salvatori, que era agrimensor, y con mi marido hicieron la medida donde iba a ser la cuadra y donde iba a estar el lote. Con un préstamo de Perón hicimos dos habitaciones y la cocina. En una de las habitaciones mi esposo comenzó a dar clases”.

El inglés y la rubia
”Venían alumnos por campo abierto para tener clases . Entonces Casimiro fue tan conocido que le ofrecieron dar clases en escuelas, en el industrial en Don Bosco, en comercial, en comercial nocturno. Después trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche, dando clases. Algunos alumnos venían a casa y los otros eran de las escuelas. A la vez nuestra casa, poco a poco, se fue haciendo más grande, todo a pulmón. No había gas, ni luz, ni agua. Al principio había agua a dos cuadras, íbamos y llenábamos el balde; de otras cosas ni pensar, todo era a leña. Yo, mientras tanto, compraba tambores de miel, a un polaco que tenía colmenar, la calentaba, la ponía en frascos, la vendía y también por kilo. También traíamos leña, la poníamos atrás donde tenía la balanza, y la vendía por kilo. Hicimos de todo. Nos conocíamos todos en Neuquén, era muy tranquilo. Las primeras casas eran las nuestras, estábamos al final del pueblo-capital. A mí me decían ‘la rubia’ –recuerda Danuta con una sonrisa-. Con mi marido trabajando de profesor empezamos a vivir distinto. Los chicos iban a la secundaria, después empezaron la universidad».
«Y en estos años se abrió la ruta, empezó a venir mucha gente, pero no había asfalto y se rompían los autos uno atrás de otro. Los que viajaban de Buenos Aires a Bariloche paraban y sólo había cuatro hoteles. Venía gente y me decía si tenía un lugarcito para dormir, viajaban con chicos y necesitaban pasar la noche en algún lado. Entonces se me prendió la lamparita. Pedimos a amigos camas y colchones y armamos dormitorios para enero y febrero. Si venía gente, ofrecíamos hasta tres dormitorios con un baño compartido que tomaban para pasar la noche. Nosotros nos íbamos a dormir al galponcito del fondo. Pensé que esto lo íbamos a hacer sólo en vacaciones, pero presentí que esto iba a ser nuestro futuro. Ya para el invierno hicimos dos habitaciones más. Al lado había un taller que teníamos alquilado. Cuando se fue el inquilino hicimos ahí más habitaciones, después pedimos préstamo en el banco e hicimos más habitaciones hasta tener once como hasta ahora. Gracias a esto a los tres hijos los mandamos a Buenos Aires, los tres son universitarios. Mi hijo es médico, mi otra hija es profesora de inglés en Link y la otra es licenciada en Relaciones Internacionales. Cada uno con sus estudios, como dijo mi esposo: ‘Arma en la vida es el estudio». Porque ¿qué importa la plata? Con la guerra perdimos todo, lo único que nos salvó fue nuestra cultura”.
Así nació el Hotel Inglés. Y fue ese nombre porque en Neuquén todos sabían que ahí vivía “el teacher” cuyo hijo mayor había nacido en Inglaterra.
«Y así estoy ahora, siguiendo con el hotel. A mi edad soy independiente y me doy el gusto de ayudar a mis nietos que ya están en la universidad”.
En la actualidad, Danuta, quien ha tenido una auténtica vida de película, encontró la paz y el abrigo en la querida tierra neuquina que la recibió en los años territorianos y en la que ella, como tantos otros inmigrantes, ayudaron a convertirla en una provincia llena de prosperidad. Sus hijos Jorge Miguel, Eva Ana y María Margarita mantienen vivo el amor por Neuquén al igual que los nietos Juan Pablo, Patricia, Andrés, Sofía, Cecilia y Juan Marcos.
Danuta, en medio de la actividad que le demanda la atención y administración del Hotel Inglés, cuida sus flores y plantas y a sus dos grandes compañeras, las perritas de raza caniche-toy Lady y Daisy Terremoto.

Anécdotas del reencuentro

Durante el viaje que realizó para reencontrarse con los suyos en Polonia, Danuta continuó memorando anécdotas.
“Fui a la casa de mi tía (su esposo había sido director de Minas), vivía en un departamento con cuatro habitaciones. Allí vivían cuatro familias de obreros y mi mamá. Tenían una sola cocina y un solo baño. A las cinco de la mañana tenían que empezar a cocinar. Para utilizar el baño tenían que hacer cola. Yo fui como ciudadana argentina porque me dijeron que si iba con nacionalidad polaca no iba a poder regresar, porque estaba el comunismo. Pero mi visa se venció sin que yo recordara renovarla y vino la policía a buscarme. Mi mamá me envió volando a la Embajada para que me extendieran la Visa, a tres horas de viaje hasta Varsovia. Y cuando regresé y mostré la renovación, la Policía me preguntó por qué se me ocurría permanecer en territorio sin visa. Y yo le contesté que hacía dieciséis años que no estaba en el país y que por esa razón me había olvidado. El Policía me preguntó cómo veía a mi país y yo le contesté “Hermoso como siempre, con esos lindísimos paisajes”.
Me hicieron pagar una multa y me dejaron estar cuatro días más.
Estuve con mamá y mi hermano Andrei. Mamá no vino a la Argentina porque allá tenía sus hermanos y hermanas. Tenía gente de su generación. Aquí me tenía sólo a mí y a mi marido porque mis hijos hablaban castellano. Mamá hubiera estado totalmente aislada. Hasta los últimos años en que pudo hacerlo trabajó como profesora.
Por eso –indica Danuta- yo siempre les digo a mis hijos: «Sea la Argentina como sea, no emigres porque emigrar es muy doloroso». Yo al principio estaba aislada. Me encontré con otras costumbres, otras comidas, otro clima, todo diferente. Además no tenía con quién hablar de mis recuerdos. Pero cuando mis hijos vienen acá todos los conocen porque son los hijos del “teacher” y se sienten neuquinos. Para mi hijo, médico del Hospital Británico, que está en Buenos Aires, Neuquén sigue siendo siempre lo mejor.”

Recuerdos de su padre

Durante el viaje que Danuta realizó a Polonia tuvo el placer de admirar una exposición de pinturas realizadas por su padre. El estanciero Kugler, antes de la invasión nazi, se dedicaba en sus ratos libres a plasmar sobre tela paisajes, caballos y animales salvajes de su país. “Salidas de caza, pájaros, linces, invierno en Polonia, con una gran armonía de colores –resalta Danuta- con mucha paz de la verde y hermosa tierra polaca”. Dieciséis años después, con pasaporte argentino, Danuta viajó especialmente para reencontrarse con los suyos y para estar presente en la Exposición de trabajos que forman parte del patrimonio cultural del Gobierno Polaco. Traje algunas copias de paisajes con un verde muy intenso, porque acá en Neuquén no había nada verde.
Cuando llegué a Polonia no me dieron ganas de quedarme porque estuvo el comunismo. Por eso quise regresar rápido a la Argentina”.

Wenceslao

“Este señor, don Wenceslao Chomicki, fue uno de los polacos que vinieron a la región. Andando en bicicleta comenzó a comprar leña y vender a los aserraderos. Fue un gran trabajador, una persona muy apreciada, muy para nosotros te diría venerada. Porque con su propio trabajo llegó a tener un aserradero acá, otro aserradero en Choele-Choel, una estancia con una casa preciosa en Cipolletti, en fin, hizo una fortuna en una sola generación. Los polacos nos juntábamos e íbamos a la casa de él, o nos reuníamos en nuestra casa.
A Wenceslao lo quisimos mucho, vino antes de la Segunda Guerra Mundial. En la actualidad la colectividad polaca es muy chica, los viejos ya se fueron todos.
La colectividad se fue perdiendo porque los hijos se casaron con criollos y las tradiciones se fueron perdiendo. De los de la vieja guardia quedamos la señora de Bialous y yo”.

 

 


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