50º Aniversario del Colegio Médico del Neuquén
El ojo clínico del doctor Peláez
y su diagnóstico de Neuquén

 
 
Dr. Víctor Peláez en su despacho de la Clínica Pasteur.
Arraigado en la más pura tradición médica de la región, llegó buscando un nuevo futuro con su esposa, la pediatra Beatriz Batisti, en la década del ’50.

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Pinceladas de la historia de un galeno que, desde su Córdoba natal, en los años en que reinaba el peronismo en el país, decidió plantar su futuro en las poco pobladas bardas neuquinas.

En su despacho de la Clínica Pasteur ubicada a pocos pasos del Parque Central, el doctor Víctor Peláez, con voz pausada y rico lenguaje, fue desovillando momentos que fueron fundamentales en su historia personal, que se fueron enlazando, con el correr del tiempo, en el desarrollo mismo de la capital norpatagónica.
“La década más dura para mí fue la del año ’60. Yo dormía en esta pieza –refiriéndose a su despacho- este era mi dormitorio. En la década del ‘60 me levantaban en promedio una vez y media por noche. Había trabajo para reventar. Tanto que íbamos a Córdoba con los familiares por caminos de tierra que hacíamos en dos etapas. Había que parar en Santa Rosa donde había un viejo hotel atendido por un español con sus hijos. Cuando me preguntaba la profesión, yo decía “comerciante” ¡porque quería dormir!. Porque si había algún pasajero con algún cólico ¡que lo atendiera el médico del pueblo!

Matrimonio de médicos
“Me llamo Víctor, igual que mi padre; mi madre se llamó Josefa Llambaspiedra, o sea que soy cruza de madrileño con italiano toscano, nacido en Córdoba capital, el 24 de noviembre de 1928. Viví en Córdoba hasta los veintiséis años de edad en que vine a instalarme a Neuquén en el año 1955 como médico y ya casado con Beatriz Batisti, también médica especializada en pediatría. Con Beatriz estudiamos en la Universidad de Córdoba
Yo era médico interno ad-honorem de la que fue la única maternidad que había en la “docta”, que dependía de la Universidad. Había sido practicante y luego médico interno pero no estaba afiliado al partido gobernante. En el practicanato no se exigía la afiliación. Y bueno, llegó el 16 de junio del ’55, se produjo el conato revolucionario del 16 de septiembre, fueron las hordas y quemaron la casa radical; yo era radical.
Me invitaron a una fiesta, trajeron unos sandwiches, una bebida para tomar, yo estaba de guardia ese día y no fui. Y al día siguiente me echaron. Y bueno, me dije, acá tengo un problema. En Córdoba yo no tenía “padrino”, no tenía ningún amigo ni pariente que fuera un médico destacado, no era de la Acción Católica, que era algo muy importante en esa época y no era del partido peronista. Entonces, no tenía nada que hacer.”

El primer mapuche
“Y un día me encontré con un médico de Gral. Roca, un pediatra, ya fallecido, quien me entusiasmó para que viniera. Y fui a Roca y en uno de los paseos que hice, y el último día de mi estancia, con un cordobés vago al que llamaban “Maní parado” porque era gordito, llegamos a Neuquén. Ahí conocí al primer mapuche que era el chofer del ómnibus, a quien le conté mis intenciones de contactarme con otros médicos. El mapuche cambió el itinerario y me dejó frente a la farmacia de don Bernardo Goldenberg, en la calle Sarmiento entre Pampa y San Luís, que en la actualidad es atendida por su hijo. El chofer me bajó ahí y me dijo: «Pregúntele a este señor que sabe todo». Coincidentemente estaban los médicos en huelga por la muerte de un médico rosarino, Inganinella. En la época de Perón –indicó el Dr. Peláez- se mató mucha gente y se siguió matando después con López Rega. Sabemos que el primer genocida fue Perón -enfatizó y continuó con su relato- Don Bernardo Goldenberg, era amigo de todos los médicos, sabía que algunos estaban de guardia, pero a media cuadra estaban tomando el té el Dr. Gervasoni con el Dr. Andrés Linares, en la casa de Linares. Me recibieron con mucho entusiasmo y ya “armamos la cosa” y me gustó Neuquén. Cuando vi Neuquén, vi los álamos dije “acá voy a dejar mis huesos” y por lo menos acá, bajo este cielo neuquino están mi madre y mi mujer”.

Con destino a Neuquén
“Nos casamos un 19 de noviembre, porque yo había venido en julio, en septiembre y el 3 de diciembre, el día del médico, llegamos a Neuquén. Nos recibió un viento infernal que paró el 15 de enero. Y yo andaba en motoneta así que era un infierno en esa época. No es que fuera más fuerte el viento, era porque estaba más desprotegido y no había pavimento. Apenas llegado me contacté con un señor Aquestapace y me llevó a ver al Dr. Manuel Kohon, una gran persona (el hijo está en el Tribunal Superior de Justicia) una excelente persona. Al lado del estudio, tenía una propiedad en alquiler y pactamos mil doscientos pesos. Pero diciembre no pude pagar, tampoco enero ni febrero. Recién pude pagarle en marzo. Entonces fui y le dije al Dr. Kohon: «Aquí tiene el importe de los tres meses que le debo», y don Manuel me respondió: “¡No me debe nada! Este es el primer mes.”
Ahí mismo tenía mi consultorio, en Independencia 114, que también era mi casa. Trabajábamos allí, en el Hospital que se llamaba en esa época, Local, no se por qué, curiosidades.”

Hospital Materno Infantil
“Fue en el año ’58 cuando el Dr. Eduardo Castro Rendón me nombró director del primer instituto provincial que tuvo Neuquén, el «Centro Materno Infantil» que había sido pensado como centro pero se convirtió en un pequeño “Hospital Materno Infantil”. Estaba ubicado en la misma manzana del Hospital Local, precisamente en la esquina de Buenos Aires y Maestro Alderete. Cuando llegamos estaba en construcción, el gobierno peronista no lo había querido terminar porque estos centros venían de “La gota de leche”, un programa socialista. Por esa razón lo dejaron abandonado al nivel de los dinteles de las ventanas y de las puertas.”

Apertura
“El Dr. Luis Ramón que fue ministro de Bienestar Social del interventor Ricardo Hermelo, capitán de navío de la llamada “Revolución Libertadora” terminó la construcción del “Materno Infantil” y el 8 de marzo del ’58 la i-naugura aunque ya había resultado vencedora la fórmula Edelman-Asmar que estuvo presente en el acto de la inauguración ya que estaba prevista la asunción para el 1º de mayo de ese mismo año. En septiembre de ese mismo año, el Dr. Castro Rendón ocupaba el cargo dejado por el Dr. Ramón. Esto lo hicimos entre todos, el Dr. Ramón, el Dr. Castro Rendón, el Dr. Chevallier que era director de Salud Pública en esa época. Todos empujamos para esto, y Ricardo Hermelo que había entrado en el ’55 y hasta el ’57, que no había hecho nada, optó por dejar alguna obra como el canal que nace en Arroyito y el Centro Maternal.”

Males de los tiempos
“Hay enfermedades que los médicos de hoy no ven y que hemos visto nosotros. Como también hay enfermedades que no vi que quizás las vio Castro Rendón. Yo no vi viruela, porque la vacuna había sido muy efectiva. Vi lo que llamamos “picados por viruela”, los que la habían contraído. Yo lo que más vi fue tifoidea, Chagas y también una patología de ojo inflamado, lagrimal inflamado, ganglios pre auriculares inflamados, todo producido por vivir en un rancho». Detallista y dueño de una memoria selectiva, el Dr. Peláez evoca instantes de su dura vida profesional en la región-. «La gente, en general, los políticos, los profesionales, los periodistas caen en frases y palabras hechas, vacías de contenido. La palabra “digna” hace a la esencia humana, es lo que se merece una persona por ser simplemente una persona. Quizás antes el rancho era una vivienda digna porque los cubría de la lluvia, del sol. Hoy no es una vivienda digna. Antes había pobreza pero había trabajo. Era una pobreza bien llevada o era gente que sabía ser pobre. El rancho desapareció. En esos años lo que más nos torturaba era la diarrea infantil. Cuando llegamos era imposible hacer estadísticas porque había que tener un gran equipo. Yo iba a los registros civiles, por ejemplo fui a investigar al Registro Civil de Chos Malal, y la causa de muerte era “natural” ó “accidente” ó “suicidio” o “asesinato” y la otra, “ahogado”. Esto da la sensación de que la mortalidad puede haber sido del ciento cincuenta por mil, cuando ahora está por debajo del diez por mil.”

Dura experiencia
“Una de las cosas más duras y fuertes que pasé siendo director del “Centro Materno Infantil” donde mi esposa era Jefa de Pediatría, en el mes de noviembre, debe haber sido en el año ’60 ó 61, un 10 de noviembre teníamos veintitrés casos de diarrea, en el Bouquet Roldán que era uno de los barrios marginales más poblado, creado durante el gobierno de don Felipe. Las casitas tenían la letrina y a ocho metros un pozo donde sacaban agua con la napa a cuarenta o cincuenta centímetros. Y no tenían posibilidad de hervir el agua, porque todo lo cocinaban a fuerza de leña. Evidentemente que la salud no pasaba por los hospitales. Pasaba por una provisión de agua, una infraestructura con vivienda, temperatura de la vivienda, cloacas. Recuerdo que atendí una vez un parto en una chacra, ya que también atendía los partos a domicilio. Después de esta experiencia me negué a continuar con esa vieja costumbre. Ahora bien, dentro de la casa había cero grado de temperatura, lugar donde iba a nacer la criatura.. Entonces los convencí y trasladamos a la parturienta al “Centro Materno Infantil”. Morían chicos de tos convulsa, muchísimos. Además, era habitual que se calentara el ambiente con estufa a kerosén que dejaba hollín, humo. El chico se congestionaba, se intoxicaba.”

Ocho hijos
“Cuando el hospital se provincializa el 1º de septiembre del ’58 me nombraron director y el 1º de septiembre del ’69 renuncié. Fue una tontera mía, en el año en que se provincializaron los hospitales. Antes todo era nacional el Servicio de Obstetricia y el Servicio de Pediatría del Hospital también. Con Betty tuvimos ocho hijos que llenaron nuestra casa de alegría. Salvo el primer parto que lo atendió el Dr. Bensimon, todos los demás partos los atendí yo. Con los años uno va teniéndole miedo a las cosas, cuando se es joven no es que sea valiente, se es irresponsable. En los últimos partos me cuidaban las espaldas al Dr Romero y al Dr. Abraham. De mis hijos, María Cristina es médica y directora de la clínica; el segundo hijo, Pancho es contador, luego nació Víctor que también es médico; Beatriz, abogada; Teresita es bióloga, luego Santiago que es escribano, Genoveva que es psicóloga y Juan, abogado, todos recibidos en Córdoba, y los nietos mayores también. Ahora a mis nietos les voy a mandar unos pesos por mes para que entre ellos hagan una fiesta. En Córdoba había quedado mi madre, mi padre falleció en el año ’39. Mi madre triangulaba Córdoba donde vivía mi hermana, Buenos Aires donde vivía mi hermano y Neuquén que era lo que más le gustaba porque era una casa de puertas abiertas, con muchos amigos, amigos de los chicos, movimiento de gente, y además venía a pasar el invierno porque el de aquí era mucho más cálido que el de Córdoba. En la actualidad mis hijos Cristina y Juan atienden ciertas cosas, asuntos laborales de la Clínica, por otra parte otro de mis grandes orgullos son mis 19 nietos.”

Conclusiones

“Debido a que la política es insalubre, en la actualidad me dedico a la política del café y de la sobremesa. Fui legislador en los períodos ’93-97 y ’99-2003.
¿Qué cosa importante saqué? La derogación del Servicio Militar Obligatorio. Después, que me la hicieron pedazos, la intangibilidad de los depósitos, Porque vino la emergencia económica y Cavallo nos lo quitó. Otra cosa importante fue
que los discapacitados pudieran viajar no sólo para ir al médico sino también para actividades recreativas. Hay que tener en cuenta que antes había ingobernabilidad porque los militares eran un ejército de ocupación nacional, ocupaban la Argentina en ocho horas. Ahora, con el legado que nos dejó Perón, la Argentina depende de Moyano. La Argentina es ingobernable.”

A fuerza de trabajo

“La clínica surgió a fuerza de trabajo –indica el Dr. Víctor Peláez- Primeramente fue la “Clínica Peláez” que surgió cuando hice mi casa y abajo hice una pequeña clínica con seis camas que tenía su quirófano y su sala de parto. Y a los doctores Abraham y Romero les gustó mucho y ahí estuvimos los tres, además de otros médicos. Arriba mi casa y abajo la clínica. Yo a esta casa vine a vivir el 17 de febrero del año 1962, el 5 de octubre del año ’63 inauguré la “Clínica Peláez”. Hasta recuerdo de quien fue el primer parto, el padre se llamaba Hugo Piro, gerente del Banco Industrial. Este terreno de veinte por cincuenta era de los doctores Bensimon y Chevallier que iban a hacer una clínica que nunca construyeron. Entonces a Chevallier le compré su parte. Para la construcción había comprado 20 mil ladrillos, 600 kilos de fierro y no sé cuantas bolsas de cemento. Empecé con un albañil y dos peones y así hice el edificio.
El otro terreno era de Bensimon que se fue a Estados Unidos. Un señor Gómez, que trabajaba en el correo, era muy amigo de Bensimon y le hacía todos los trámites. Este hombre vino una vez a hablarme, a decirme que Bensimon ponía en venta este terreno. Entonces les dije a Abraham y a Romero si querían que compráramos este terreno para ampliar la clínica y estuvimos de acuerdo. En esas décadas del ‘60 al ‘70 tuvimos unas quinientas horas anuales de quirófano, estábamos todos los días juntos. “Pasteur” fue un nombre que le gustó a Abraham que admiraba a Louis Pasteur. Y así, el 19 de diciembre del ’70 inauguramos la “Clínica Pasteur”, y antes de la inauguración Abraham falleció, y seguimos con Romero hasta que tuvo un infarto y quedé yo solo.”

La política, otra pasión
“Cuando vino la democracia en el año ’83, siempre fue una pasión mía como también de Romero, la política. Y yo dije que me iba a convertir en un militante activo. Como les he costeado la vida a mis ocho hijos, es hora que me mantengan. Fui dos veces legislador nacional por la Unión Cívica Radical. Recuerdo que tenía seis o siete años, en 1935 , y le hacía la campaña a Amadeo Sabatini rompiendo insignias del Partido Demócrata que tenía un comité en la esquina de mi casa”.

 

 


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