Jorge se convirtió en
una “leyenda” del radioteatro

 
 
Pocos días antes de cumplir los 70 años, Jorge recibió reconocimiento a su trayectora como protagonista del desarrollo de la cultura en Neuquén.
La Secretaría de Cultura homenajeó en especial la trayectoria y la figura del pelirrojo galán de los Edelman.

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Sensible al extremo, con una voz pausada y bien armada, con su nombre artístico de “Jorge Edel” apasionó a varias generaciones de neuquinas en el teatro, en la radio y como actor en varios filmes de Leopoldo Torre Nilsson.

Con el nacimiento mismo de la capital neuquina están entroncados y enraizados los Edelman. Gran parte de la historia de esta familia pionera ha tenido gran trascendencia en la región y en el país. Desde José que fundó la primera imprenta, Ángel que fue el primer gobernador electo por el pueblo, Adolfo juez de paz en Loncopué y uno de sus hijos, Jorge, actor.
Todo comenzó escuchando Radio Splendid, a través de LU5, en Loncopué, cuando era chico y le apasionaban las radionovelas con Oscar Casco, Sergio Malbrán y tantos otros galanes que hacían derretir a las chicas de aquellos años.
A partir de la década del ’40 LU5 se convirtió en la única radio de la Norpatagonia, la otra estaba en Comodoro Rivadavia. «Me gustaba ir a la radio, ya viviendo en Neuquén, porque venían figuras, cantantes de tango como Alberto Castillo que me impresionó notablemente. Por lo general, estos grandes cantores de tango actuaban también en el Club Pacífico o en el Club Independiente»-indica Jorge .
Su primer programa fue “Las Tardes y el Amor”, con Amabeth Carou; eran historias de parejas. Casi un año duró en el aire y usaba su seudónimo “Jorge Edel”. Poco tiempo después participó de un unitario “La noche fue testigo”. Su mayor alegría fue, hacer radio y además cobrar un sueldo.
El tiempo pasó con rapidez y encontró a Jorge comandando su primera compañía. «Lo único que me interesaba -dice Jorge- era salir de gira porque el radioteatro fue siempre mi pasión».

Amancay
A Jorge también le gustaba hacer teatro independiente. En esos años el nombre era: Amancay. Este conjunto de actores se convirtió en el más importante de toda la región, bajo la batuta de Nicasio Cavilla Sorondo. Con Amancay, Jorge participó en el elenco de la obra «Una libra de carne», de Agustín Cuzzani a mediados de la década del ’50. “Con ellos aprendí técnica teatral. Amancay seguía la línea del teatro vocacional aunque también hacían obras de Nené Cascallar, una de las grandes escritoras de radionovelas de nuestro país. Pero a mí me gustaba hacer cosas más populares. En nuestra región el radioteatro estaba poco explotado. La radio era fundamentalmente información, locución, música. Hasta que en el ’53 llegó una compañía marplatense que dirigían Osvaldo Carmona y Elsa Marjal. La obra que presentaron fue “El león de Francia”. Y lo que hizo esta compañía fue transmitir por LU5 y hacer las representaciones teatrales. Para esto tuvieron que hacer el “casting” en la región y formar un elenco. Desde luego que allí estuve, mientras cursaba 4º año Comercial. Las giras las hacíamos hasta Cutral-Co o Villa Regina.”

Vini, vidi, vinci
Luego de terminar el ciclo secundario, Jorge se fue a la Capital Federal para estudiar abogacía, y se vivía en la casa de una tía. Y ahí, en vez de ir a la facultad iba a conocer las compañías que hacían teatro. Y así se fue integrando al nuevo gran mundo de las radionovelas capitalinas. Allí se contactó con uno de los grandes productores radiales de la historia: Juan Carlos Chiappe. Lo conoció cuando emitían “El domador que quería una estrella”, y así consiguió su primer papel.
“Chiappe fue «el maestro», el más grande –enfatiza Jorge- Su voz era agradable, con mucha garra y, lo fundamental, era carismático. La base de su éxito estaba en que todo lo que escribía era absolutamente creíble. Tenía un estilo, hacía grandes producciones; impactaba a los oyentes.
Con todo este conocimiento, Jorge reafirmó su vocación actoral. En el año ’56 regresó a Neuquén, se plantó ante su padre y le confirmó que su vocación era el teatro. “Mi padre no entendía, pensaba que me iba a morir de hambre. Pero yo estaba muy convencido”.
“Juan Barrientos, carrero del 900” de Juan Carlos Chiappe, fue la primera obra que Jorge hizo en Neuquén. El director de LU5, Vanoli, le ofreció ser cabeza de una compañía radioteatral porque consideraba que ese desafío lo podía cumplir solo. Y fue así que en 1957 formó su propia compañía. Era director, actor, empresario, todo un hombre-orquesta.

Cambio de rumbo
En 1958 conoció a un empresario que le cambiaría el rumbo: Adolfo Marzorati. Se conocieron en LU5 y se hicieron amigos. Ese año, Enzo Viena y Eda Vermont estaban en Neuquén, protagonizando el filme “Salitre”, dirigidos por René Mugica. En ese momento Jorge estaba de gira con la obra “Pido luz para mis ojos” y algunos de los integrantes de su elenco actuaron en la película «y cuando estábamos en Cervantes, -indica el homenajeado por la Secretaría de Cultura -uno de los protagonistas de mi compañía, falló. Entonces le pedí a Marzorati si podía cubrir ese papel. Y desde ese día nos hicimos grandes amigos». Poco tiempo después, Marzorati se radicó en Neuquén con su esposa y su hija Lucerito. La primera obra que pusieron en cartel fue “Fachenzo, el maldito”. «A la vez, yo estaba haciendo “Santucho Clamor” que era una sátira sobre mi tío Ángel que ya era gobernador del Neuquén. Finalmente, comenzamos a trabajar juntos Marzorati y yo. Hicimos “Tijereta Vizcacha, el terror de las muchachas” que se convirtió en un gran éxito.»
Luego de su boda con la hija de Marzorati, Jorge partió a Rosario, luego se radicó en Ciudadela, provincia de Buenos Aires, más tarde en el tradicional barrio de Caballito. Para ese entonces trabajaba en «Radio Porteña». Luego vinieron papeles en fotonovelas, y en novelas televisivas del viejo Canal 7, como “A la hora del té” dirigidas por Fernando Heredia. Y siempre, de gira por el interior.

Socios
En la fructífera vida actoral de Jorge Edelman, muchos fueron los peldaños que tuvo que contar para mantener siempre en acción a su compañía y llevar adelante su pasión radioteatral.
Juan Carlos del Valle fue su primer socio. Luego, una directora de Bariloche, Lucía de Carlo. Más tarde, otro de sus socios fue Alfredo Sahdi, hasta que llegó Adolfo Marzorati con el que formó, quizás, la compañía teatral con mayor repercusión en la región. En la década del ’90, fue socio de Juan Carlos Cancela para presentar “Juan Moreira, el centauro de la raza”, uno de sus personajes favoritos. Más tarde hizo negocios teatrales con Germán Tabares y, con el fin de realizar un filme sobre «el lirio de la Patagonia», se asoció con Héctor Miranda y Abdón López.
Experiencias y anécdotas vividas por Jorge Edelman surgen en su memoria, una detrás de la otra , con la misma fuerza y sensibilidad con que supo vivirlas.

Fama
Contando apenas con 15 años, Jorge trabajó en “Fama Publicidad”, en Neuquén capital, como locutor. «Teníamos unos parlantes sobre las calles Sarmiento, Alcorta y Mitre. La transmisión la hacíamos desde Perito Moreno 161. Esa fue mi primera experiencia.» Más tarde, Jorge hizo publicidad móvil en una “chatita” con chofer, con el altoparlante en el techo. «El dueño de la Tienda Buenos Aires, don Simón, nos decía cuáles eran las ofertas. Y nosotros las anunciábamos». Tiempo después, Jorge manejando la “chatita” recorría las chacras, repartía volantes y anunciaba la “Gran liquidación de la Tienda Buenos Aires.¡Vale la pena ir a Neuquén!»
En una vorágine de labores diferentes, Jorge siempre impulsó innovaciones. Ya contando con 30 años, escribía sus propias novelas. Su primera obra fue “El ingresito de la estancia Santa Isabel” y firmaba “Jorge Berón de Astrada” con el fin de separar los roles de actor y autor. Lo hizo, en un principio, como un actor escribiendo una obra. La característica principal de su estilo son los diálogos cortos y concisos con un mensaje claro, sin palabras rebuscadas. Los personajes gauchescos hablaban igual que la gente de campo. “En eso se identificaban. Escribía las expresiones gauchescas tal como ellos las decían. No decían, por ejemplo, “libertad”, decían: “¡libertá!”, y así, tal como ellos hablaban, yo escribía.”

Pantalla gigante
Su primer acercamiento al cine vino por su amistad con Enzo Viena cuando éste estuvo en la región como protagonista de “Salitre”. Viena le abrió puertas en los estudios cinematográficos. Su sueño de trabajar en cine se hizo realidad. Se presentó en el casting para actuar en “Martín Fierro” protagonizada por Alfredo Alcón, Lautaro Murúa y Graciela Borges bajo la dirección de Leopoldo “Babsy” Torre Nilsson. “Fui como actor y me contrataron, pero como chofer. Les alquilé mi camionetita para trasladar a los actores. Además, comencé a trabajar como asistente de producción. Si necesitaban caballos, los conseguía. Conseguía todo lo que necesitaban para la realización del filme. Corrían los finales de la década del ’60. “Necesitaban uniformados. Fui al comando y conseguí trescientos. Todos los días un desafío diferente. Me gustó mucho hacer este trabajo.”
Jorge también participó activamente, junto a Torre Nilsson, en “El Santo de la Espada”, también protagonizada por Alfredo Alcón, Evangelina Salazar y Ana María Picchio. En 1970 Jorge estaba en el elenco de la productora “Contracuadro” y actuó también en “La Mafia” y “Güemes, la tierra en armas”.

Nueva mirada
“Un gaucho llamado Jesús” fue uno de sus trabajos más recordados de la última época del radioteatro, en los años ’80. Esta obra fue gestada luego de un importante cambio religioso en su vida. Todo fue luego de un infarto, un golpe inesperado. “Estaba en Buenos Aires, en el barrio de Flores. En la plaza frente a la iglesia de San José, una orquesta de evangélicos cantaba acerca de la palabra de Dios. Yo ya había pasado los 40 años. Una jovencita salió del grupo y se acercó. Me invitó a cantar con ellos. Se acercó también un joven, Rolando, y me convenció. Al día siguiente fui a la iglesia y me convertí. Comencé a leer la Biblia por primera vez.”
“Un gaucho llamado Jesús” fue el resultado de ese gran vuelco que hubo en su vida.
Una vida de familia de pioneros que encontró en aquél jovencito que quería ser actor, un nuevo eslabón para el brillo de un apellido arraigado en la historia misma de la ciudad de Neuquén.

Por siempre Neuquén

Dedicado de lleno al rescate de las historias urbanas de la capital neuquina, Jorge Edelman y Dante Alvarado publican periódicamente una revista totalmente consustanciada con el perfil de la neuquenidad. Presentada en papel lujoso, cuenta las historias de los descendientes de primeros pobladores y de los personajes de la Neuquén del siglo XXI.
Y también nació la idea haciendo radioteatro en Neuquén, cuando Jorge notó el gran interés que despertaba en la audiencia las historias contadas en primera persona, de sucesos y hechos cotidianos de quienes fueron poblando el terruño de naturaleza hostil. Empresario y periodista, continúa con sus ediciones, pensada para la lectura de la vida “nyc”.

 

 


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