Por María Argel
Hace 22 años, en Neuquén, el entonces presidente Raúl
Alfonsín gritaba a voz en cuello “Ahora Fertineu”,
una obra que los neuquinos nunca vieron concretada. Algunos años
después, y en medio de la campaña que lo llevaría
a la Casa Rosada, Carlos Menem, anunciaba en Sierra Grande que ese
lugar sería la cuna de la revolución productiva que
impulsaría desde su gobierno. Todos sabemos hoy que una neblinosa
tarde de invierno y siendo ya presidente, Menem le bajaría
el pulgar a Hipasam mientras resonaban los bombos de los obreros en
la Plaza de Mayo.
El año pasado, en dos oportunidades, primero en Cipolletti
y luego en General Roca, el presidente Néstor Kirchner anunció
la disponibilidad de cien millones de pesos para el ensanche de la
ruta 22, en el corredor Chichinales-Cipolletti, una obra reclamada
por la mayoría de quienes habitan el Alto Valle rionegrino,
y que fuera expresamente ratificada por la totalidad de los intendentes
de esta región con la sola excepción de Cipolletti.
Pero las promesas incumplidas del pasado mantienen hipersensible el
humor de los valletanos. Por lo que una noticia inventada, traída
de los pelos, armada para vender, reavivó el escepticismo de
la gente que creyó ver una vez más burlada sus sanas
expectativas. Luego vendrían las aclaraciones del poder político
provincial, en principio para poner paños fríos, luego
para desmentir y en alguna medida repudiar la información publicada,
y finalmente ratificar –con aval de la nación- la vigencia
del proyecto y se supone también de la promesa presidencial.
Pero más allá de la legítima preocupación
de los habitantes de las ciudades del corredor expresada en todos
los casos por sus intendentes, son preocupantes algunas tendencias
de los últimos tiempos en donde la búsqueda del impacto
se haya transformado en algo más importante que la búsqueda
de la verdad, que el show reemplace a la investigación. También
es preocupante el avance del periodismo de indignación, aquél
que aporta preguntas pero no respuestas, que editorializa con frases
tipo ¡qué barbaridad! “Si en nuestra tarea de informar
y opinar la ética y los conocimientos no ocupan el primer lugar,
estamos ante un doble peligro: el de manipular la realidad, pero,
también el de ser manipulados” (Néstor Scibona:
Periodismo y Etica. Ed: Espasa 1997).
A pesar de todo, nos queda el sabor amargo del escepticismo abonado
por innumerable cantidad de ejemplos a lo largo y a lo ancho de nuestro
extenso país. Obras anunciadas pero no concretadas, otras iniciadas
y nunca terminadas, algunas terminadas pero curiosamente demoradas
en su inauguración, y lo peor, obras fantasmas, pagadas pero
no realizadas.
Algunas muestras a manera de ilustración:
-En Río Grande, el símbolo de las obras públicas
incompletas tiene hoy la forma de un muelle de pescadores. El ex gobernador
de Tierra del Fuego José Estabillo, aliado menemista de la
década de los 90, anunció la construcción del
Puerto «Caleta La Misión», 11 kilómetros
al norte de Río Grande, con el fin de construir una planta
petroquímica. Hoy el puerto es un montón de columnas
de cemento tiradas, camiones oxidados y un campamento abandonado.
-En Rawson se licitó la construcción de un puente sobre
el río Chubut y se adjudicó en 1993, pero dos década
después sólo hay unos pocos pilotes de hormigón.
-El Canal Federal de agua es la promesa que más duele a los
riojanos. Iba a llevar agua excedente de Tucumán y Santiago
del Estero para las zonas desérticas de Santiago, Catamarca
y La Rioja. En los noventa Menem gastó millones en estudios
para el proyecto, pero nunca se hizo. Se había calculado una
inversión de 300 millones.
-En Corrientes los casos sobran. Pero tienen el colmo: el gobernador
Ricardo Colombi denunció que la provincia había pagado
por una ruta que nunca se hizo.
Ahora los rionegrinos esperan la pronta licitación de la obra
anunciada y su inclusión en el próximo presupuesto nacional.
Que del discurso se pase a los hechos. ¿Es mucho pedir?.
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