Por Marcia Cide
El hielo fue más fuerte. Y esta semana nos atravesó
a todos. Aún quienes se creían a resguardo en sus cálidas
casas, sintieron el frío de una noticia que sí quitó
el aliento. En Roca tres bebés murieron víctimas de
una combinación fatal: bajísimas temperaturas y extrema
precariedad.
A la pregunta sobre cómo es posible, pleno Siglo XXI, era de
la virtualidad, del desarrollo tecnológico, de las conexiones
a la distancia, del chat, de los vehículos con computadoras
a bordo… La descripción de la escena, repetida allí
donde se consumaron las tragedias como en tantas tomas y barrios periféricos,
quizás ayude a armar el rompecabezas sobre las razones de estas
muertes:
Papás y mamás apenas saliendo de su adolescencia.
Hogares hechos del calor de la cantonera y el nylon, de la luz del
pilar compartido y de las velas, del agua de pozo, del calor de las
salamandras de chapa y las estufitas eléctricas encendidas
con suerte de a rato.
Una noche después de la última muerte, en Viedma, el
gobernador Miguel Saiz y su gabinete recibían a los intendentes
del Frente para la Victoria, entre ellos el de General Roca.
El ministro de Familia Alfredo Pega demostró allí ante
los jefes comunales la importancia de la implementación del
padrón único de beneficiarios de ayuda social. A pesar
de las tragedias locales el frío sólo apareció
como frase común de inicio del encuentro político, tema
ubicuo si lo hay en esta época del año. A pesar de que
las consecuencias de la pobreza no distinguen frontera entre lo provincial
y lo local, entre banderías políticas… El encuentro
no sirvió para tratar una política común, para
unificar esfuerzos. Cada uno fue con sus propios objetivos. Con sus
propias ideas. Y salió -al parecer- igual.
Desde las áreas sociales de gobierno de la ciudad en foco las
explicaciones no se demoraron. Tampoco las críticas arrojando
la pelota en territorio provincial: “La crisis de la educación
y de la salud en la Provincia alimentan la problemática social
de los sectores con menos recursos económicos. (…) El
hecho de que un bebé no sea sometido a ningún control
médico desde su nacimiento, o que una niña sea madre
a los 13 años, o que una familia viva en una casa de cantonera
en una toma, nos hablan de un problema social mucho más profundo.
En este contexto, los esfuerzos por brindar asistencia básica
desde un municipio nunca serán suficientes si no se conjugan
con las políticas provinciales y nacionales”.
Es cierto que la problemática excede a los esfuerzos de una
comuna por paliarlos. Como también que la problemática
no es exclusiva de una localidad rionegrina. Pero es muy crudo pensar
que todo se reduce a que el municipio no hace más porque “es
un problema de fondo” o que la provincia no interviene porque
no es su territorio… Se espera más de nuestros representantes.
En tanto, las consecuencias implacables de ese quiebre no tardan en
hacerse presentes. ¿Y la famosa “articulación”
de los recursos?
Por estas horas los dos principales partidos de la provincia debaten
en su interior cómo dar continuidad a su tarea política.
Hay una palabra que resuena en forma indistinta en uno y otro partido,
apropiada y repetida pero que a pesar de ello no ha servido para unir,
para ligar: Concertación. La palabra identifica hoy a unos
y otros. ¿Podrán ambos sectores significarla desde la
tarea concreta que suponen las emergencias básicas de la actualidad
rionegrina?
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