Por DARÍO SOTO
¿Se reflejará hoy en la asistencia a las mesas recaudadoras
de votos la indiferencia manifiesta de la ciudadanía frente
a una elección presidencial que estuvo muy lejos de despertar
pasiones o generar debates que movilicen al cuerpo social de la nación?
Si tuviéramos que atenernos a lo observado a lo largo de las
campañas proselitistas deberíamos esperar que se registre
el mas bajo porcentaje de asistencia comicial.
Es cierto que además de la presidencia mañana están
en disputa bancas en el Senado y la Cámara de Diputados de
la Nación, pero tampoco sus respectivos candidatos fueron capaces
de mover la aguja en las expectativas de una ciudadanía que
no advierte que su situación vaya a cambiar si elige a tal
o cual candidato.
Paradójicamente este panorama se presenta cuando por primera
vez en nuestra historia, desde que se instituyo el sufragio universal,
vamos a elegir presidente por sexta vez consecutiva –desde 1983-
cumpliendo el mas extenso período de estabilidad institucional,
y no lo estamos festejando con bombos y platillos sino mas bien con
una apatía exasperante.
En Río Negro lo más atractivo de todo el proceso estuvo
dado por las idas y vueltas de los radicales y sus interventores,
que fueron avanzando como en un juego de Damas, casillero por casillero
tomando por asalto uno a uno los comités locales, siendo en
este aspecto Cipolletti la vedette de la última semana. Triste
imagen para un partido que por primera vez en años carece de
referente nacional en estas presidenciales y sus desheredados van
colgados de peronistas, casi como confirmando la carencia de oposición
real y a la par ratificando el surgimiento de un partido único
en la escena nacional.
¿Por qué, por ejemplo, los productores tendrían
que confiar que los electos legisladores nacionales van a conseguir
cambiar el sistema pernicioso de retenciones, teniendo en cuenta que
el Congreso Nacional fue menos que un apéndice del ejecutivo
en los últimos años? ¿Por qué los docentes
o la comunidad educativa debieran abrigar expectativas de mejoras
en el sistema cuando ninguno de los candidatos tuvo a la educación
como eje de campaña, lo que hace suponer que el proceso de
pauperización en este sentido seguirá profundizándose,
convirtiéndose el acceso al conocimiento y la formación
profesional en un privilegio de los sectores supuestamente acomodados
o con capacidad de acceso a educación privada? Por que hablar
de una nueva universidad sin atender al deterioro de la educación
básica y media es poco menos que un insulto a la razón.
Tal vez la indiferencia también tenga que ver con la cada vez
más pronunciada distancia que existe entre la clase política
y el “pueblo”, así entre comillas, por que esa
palabra y todo lo que ella comprende ha sido casi extirpada del discurso
político como un reconocimiento tácito de que se trata
de una carrera destinada a alcanzar, reforzar o renovar poder sin
que ello implique compromiso alguno con mejorar nuestra calidad de
vida.
No es nuevo reconocer que no hubo renovación de dirigentes
en los últimos años, ni que cada vez mas con menos pudor
se observan nombres de familiares en las listas de candidatos. Peor
aún es aceptar que los candidatos entre los que tendremos que
elegir mañana surgieron a dedo sin la existencia de internas,
es decir sin la necesaria participación del “pueblo”.
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