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“El muñeco
que uno no podrá olvidar”
Yo estoy muy en tristecido, en realidad diría que desolado,
porque éramos muy amigos. Prácticamente vinimos juntos
de Córdoba hace muchos años, el vino primero. Fue un
gran amigo, un gran cantante y yo estaba en constante comunicación
y contacto permanente con él. Supe de su enfermedad, yo lo
había visto hace 2 años y estaba bastante bien. Es una
gran pérdida para quienes lo conocimos y pudimos disfrutar
de su amistad.
Nosotros cuando teníamos veintipico de años, el nació
y vivió toda su vida en Córdoba hasta que se vino a
Buenos Aires, habíamos formado una orquesta de jazz y él
era el cantante.
Todo el mundo conocía en Córdoba a Luis Ordóñez
que era un cantante muy cotizado allá y formamos una orquesta
que se llamó Montecarlo Jazz. Compartí con él
las noches de muchos bailes y presentaciones que hacíamos con
esta orquesta que sonaba muy bien, estaba compuesta por buenos músicos
y él era la figura. Siempre le gustó la parte romántica,
era un gran cantante de boleros. Trabajábamos juntos en lugares
fijos como en una confitería que se llamaba Casablanca y disfrutábamos
mucho ir ahí todos los sábados.
Siempre el Muñeco fue una figura hasta que después un
día me dijo que se iba a Buenos Aires, fue la época
en que se vino también Roberto Yanés.
Acá trabajó muchos años. Después cuando
se instaló en Neuquén yo supe que fue muy querido ahí,
la gente, incluso también por gente del ambiente de la radio.
Que lindo que él pudo dejar ese recuerdo tan grato allí.
Siempre cuando venía para Buenos Aires me llamaba, me preguntaba
si tenía algún tema nuevo, siempre estaba con la idea
de grabar y de cantar.
Tenía una cosa que en muy pocos cantantes yo vi: la voz naturalmente
impostada, por decirlo de alguna manera, sin haber tenido gran estudio.
El podía acostarse a las 5 de la mañana, éramos
pibes en es momento, y al otro día, mientras nosotros estábamos
muertos, el podía ir a la radio y cantar como si nada, tenía
la voz fresca, la tuvo siempre, naturalmente fresca y con mucha polenta.
He visto pocos tipos así. Uno de ellos es el negro Raúl
Lavié. No recuerdo al negro haber cantado afónico alguna
vez y con el Muñeco pasaba los mismo, una voz hermosa y con
mucha fuerza.
Hicimos un par de cosas juntos en Buenos Aires, pero ahí fue
más que nada disfrutar de la amistad y la compañía
y encontrarnos con amigos comunes. Hicimos una cosa por un amigo que
fue socio mío, éramos “Los Novarros” y fue
el Muñeco, yo y otro de Córdoba.
Los tres fuimos a hacer un beneficio para un amigo que no la estaba
pasando bien. Y fue muy lindo encontrarnos, pero eso fue hace tres
años, ahí estaba bien, y después sobrevino su
enfermedad.
El Muñeco es alguien que uno no podrá olvidar nunca
en la vida y que me ha dejado cosas realmente lindas.
Daniel Sánchez
“El manual de lo que hay que hacer”
Yo lo conocí cuando había reabierto un boliche acá
en Cipolletti, el hacía las
veces de presentador de números que traían de Buenos
Aires, en esa época estaba “Grandes Valores del Tango”
hacía las veces de presentador porque los conocía a
todos. En esa oportunidad junto a Miguel Barcos acompañábamos
a todos los cantantes que venían: Enrique Dumas, el Polaco
Goyeneche, Jorge Valdéz, Argentino Ledesma, un montón
de figuras que venían a la zona, nosotros los acompañábamos
y el Muñeco era el presentador. Al ser amigos de todos ellos,
las noches eran riquísimas de historias y cosas de Buenos Aires.
Yo que no las viví escuchar todas esas historias era nutrirme
de un montón de cosas que tienen que ver con la historia de
la música popular argentina. Era un manual estar en esas charlas.
Ahí lo conocí y después de eso lo empecé
a acompañar también en otras cosas. Con sus alumnos,
con la Orquesta Sinfónica, después nos hicimos amigos
arriba y abajo del escenario.
Mi mayor recuerdo, más allá de lo enorme que fue como
cantante, para mi pasa por lo personal, por la amistad enorme que
teníamos.
En realidad tengo dos recuerdos. Uno fue la primera vez que lo conocí,
tenía 16, 17 años, yo era un estudiante de música
y el vino a cantar a la zona. Yo quería ir a escucharlo porque
tenía las partituras con su foto, así eran antes, estaba
en las partituras porque él cantaba esas canciones. Mi primer
contacto con el fue ir a escucharlo en un recital que se hizo donde
hoy es Kimika. Fue todo un impacto por ese entonces escuchar cantar
a un artista como el.
Después de vino a vivir a la zona y lo conocí personalmente.
A nivel escenario, las cosas más fuertes seguramente tienen
que ver con lo que hicimos con la Orquesta Sinfónica de Neuquén
donde el cerraba la noche después de los cantantes populares,
le ponía el broche de oro a esos conciertos y la gente terminaba
aplaudiendo de pié porque pese a que ya tenía setenta
y pico de años seguía demostrando que arriba del escenario
era un maestro y, fundamentalmente, el dueño del escenario.
Eso lo consiguen muy pocos, y el Muñeco subía el escenario
y era el dueño, sin nada, con la presencia, con su voz, con
sus gestos, le transmitía a la gente lo que tanto les cuesta
a otros cantantes.
Yo siempre le decía a los cantantes jóvenes: “mírenlo
y escúchenlo cuando está arriba del escenario porque
ahí está el manual, ese el manual de lo que hay que
hacer”. Más allá de los años, la voz es
algo que se desgasta, pero el con la enorme riqueza de sus vivencias
personales las ponía en cada canción y era un placer
escucharlo.
Fue un tipo al que yo no le conocí enemigos, donde estaba desparramaba
alegría y optimismo. No se podía estar mal con el Muñeco,
era una de esas personas que enseguida iluminaba el lugar y cambiaban
el aire, con lo cual seguro que hay un montón de amigos que
van a querer expresar eso.
Chico Novarro
A la manera de “Muñeco”
En el año 1963, en los festejos por el día de Neuquén,
el Departamento de Teatro de Bellas Artes que dirigía la Sra.
Alicia Fernández Rego preparó algunos cuadros alusivos
a la fecha, sus alumnos éramos adolescentes que compartíamos
el teatro, la música, el canto, la danza, la plástica,
etc., todos conducidos por el inefable Emilio Saraco. En esa oportunidad
llegaron de Buenos Aires artistas “nacionales” como le
dicen comúnmente (a mi entender todos los del país son
nacionales) al espectáculo que se brindaba en el mítico
cine-teatro Español. Quedé impactado por uno de ellos:
Luis “Muñeco” Ordóñez, su voz, su
afinación, su modo de expresar el texto de la canción,
una dicción impecable, en síntesis un gran artista;
hizo del pasillo “sombras” una versión que nos
emocionó a quienes mirábamos desde atrás del
telón. Nunca lo olvidé, luego cuando me instalé
en Buenos Aires lo traté ya cotidianamente, y en 1986 se radicó
entre nosotros y lo pudimos disfrutar hasta que partió definitivamente.
Nunca le escuché hablar mal ni descalificar a nadie, repartía
un optimismo generoso que producía un cálido contagio;
se fortalecía con su religión budista y acrecentaba
un camino interior que seguramente pasaba por fuertes luchas y tormentas
pero no las destilaba a su entorno, como el poeta Machado “…
vivía en paz con los hombres y en guerra con sus entrañas.”
Aquí quedamos Muñeco con tu recuerdo, tu imagen y tu
sabia manera de mirar el mundo, y así viviste: a tu manera…
Naldo Labrín
“Fue un regalo de la vida”
Recuerdo al Muñeco Ordóñez des de hace muchos
años cuando era chica, en oportunidad de haberlo visto cantar
en televisión en una oportunidad que calculo que era para el
día del padre. La canción se llamaba “Oh, papá”,
cantaba él con su hija, una imagen que tengo muy grabada, un
Muñeco mucho más joven con la misma cabellera abundante
pero oscura. Era una canción muy tierna, donde la nena le cantaba
con una voz melodiosa y fantástica al padre.
Después crecí en la adolescencia pero de todas maneras
el bolero siempre fue algo que se escuchó mucho en mi casa
y de grande se profundizó más ese gusto por este género.
Cuando conozco personalmente al el Muñeco, allá por
el año 1995, me enganché con todo lo que sabía,
con toda su historia, con esa serie de programas que hacía
en la radio.
Ahí empecé a charlar mucho con él, fue un hombre
que vivió muy intensamente, con los errores y los aciertos
que tenemos todos los seres humanos. Creo que lo que tuvo fue la enorme
sabiduría de saber apreciar las diferencias entre lo bueno
y lo malo. El Muñeco llegó al Valle ya mayor con un
gran bagaje, con la experiencia de haber compartido escenario con
grandes como Chico Novarro y tantos otros. De haber recorrido el mundo,
de haber conocido la fama, la popularidad, y cuando llega lo hace
lejos de todo eso que había vivido pero con la misma fuerza
y amor por la música y el canto que fue algo que lo acompaño
toda su vida hasta su muerte.
Cuando yo lo conocí daba clases de canto, además de
sus programas de radio, pasábamos horas charlando de todo,
de la vida, creo que rescato eso, una persona que vivió intensamente
y que supo afrontar lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo de la
vida con una gran entereza.
Lo recuerdo compartiendo un asado y tomando vino hasta altas horas
de la madrugada, haciendo chistes porque tenía un sentido del
humor impresionante, con ese pasito tan particular y su carcajada.
“A mi manera” es la historia de su vida, nadie mejor que
él la cantaba y la sentía.
Después compartimos espacios de radio en “Viva la mañana”,
en LU5, y también espacios de radio a la tarde. No éramos
amigos íntimos pero cuando nos encontrábamos parecía
que nos habíamos visto ayer y salíamos charlando como
si nada.
Después enterarnos por boca de él su enfermedad y ver
como lo hizo frente con una fortaleza formidable, él decía
que le iba a ganar, que iba a poder, y nosotros le decíamos
que por supuesto lo iba a logra conociendo su fuerza. A parte desde
hace algunos años se había acercado al budismo y eso
le dio una fuerza extra, mayor. Lo vimos luchar, no entregarse, hasta
que finalmente pudo más la enfermedad que él.
Yo creo que aquella persona que haya conocido al Muñeco y haya
compartido momentos con él, tiene que pensar que fue un regalo
de la vida. Uno de esas personas aprende, tiene la obligación
de aprender porque nadie pasa al lado de alguien porque sí.
Por algo el Muñeco se fue cruzando con las personas que se
cruzó y a cada una de ellas le dejó algo. Eso es lo
importante, aún y pese a su muerte. Era un gran tipo, no había
asado, salida que se perdiera, estaba en todos lados, con gente de
su edad, más chicos, más grandes, se adaptaba a todo.
Carmen San Martín
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