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Por Jan-Uwe Ronneburger
La dictadura de Augusto Pinochet permitió a Paul Shaefer
ejercer con mano de hierro una suerte de «sacerdocio del horror»
en la colonia.
Villa Baviera/Parral (dpa) > Waltraud tuvo que
aguantar 38 años. «Siempre tuve la ilusión de
ver el mar alguna vez», dice la mujer jubilada detrás
del mostrador de su pequeña tienda. Nació en Siegburg,
en el oeste de Alemania, y es uno de los primeros colonos del asentamiento
agrícola «Colonia Dignidad», tristemente célebre,
fundado en 1962 por emigrantes alemanes en el sur de Chile.
El Pacífico sólo está a una hora y media en coche
de la colonia, hacia el oeste, y sus nubes cargadas de lluvia aseguran
la fertilidad de los campos y el color profundamente verde de los
bosques. Cuando se le pregunta cuándo vio el mar por primera
vez, Waltraud acerca su boca al oído del entrevistador y le
susurra «2000», como si estuviera delatando el nombre
de su amante.
Sin embargo, ella nunca tuvo un amante. «Eso también
lo impedía el tío», dice con una mueca de amargura
y con los labios apretados. El «tío» es Paul Schaefer,
actualmente en prisión preventiva acusado de abuso sexual de
menores, torturas y asesinato. Schaefer gobernó «Colonia
Dignidad» (de 17.000 hectáreas) durante casi 40 años
como un dios.
A sus subordinados, Schaefer, un predicador seglar que estudió
puericultura, los mantuvo reprimidos con sus sermones amonestadores,
les robó su individualidad y los forzó a trabajar día
y noche. A quien se atrevía a protestar le hacía creer
que se estaba enfrentado con Dios. Las consecuencias: la burla y las
vejaciones por parte del resto de la comunidad.
Prédica del garrote
«Schaefer predicaba con el garrote, no con un mensaje de liberación»,
recuerda un colono. Aunque la colonia estaba situada en un entorno
idílico que recordaba las películas alemanas de principios
de los años 50, en las que se ensalzaba la belleza y las virtudes
de la patria germana, muchos de los habitantes de lo que fue «Colonia
Dignidad» hablan de una vida dominada por el miedo y no ocultan
su odio.
Schaefer convirtió «Colonia Dignidad» en un valle
de lágrimas. Dejó detrás de sí una inmensa
tristeza. «Schaefer en lo posible impedía que se establecieran
relaciones entre miembros de la colonia y que se formaran matrimonios»,
dice Herbert, quien accede a contar sus experiencia con la condición
de que no se mencione su verdadero nombre.
«Abusaba de los niños y probablemente temía que
lo denunciaran si perdía el control sobre ellos», cuenta
Herbert, quien forma parte del grupo de los «jóvenes»
de la colonia, que hoy se llama «Villa Baviera».
Refugio
Un matrimonio hubiera sido una especie de refugio dentro del campamento,
y hubiese restringido el poder de Schaefer. Por esa razón hubo
tan pocas bodas y por eso falta allí ahora toda una generación.
Además, Schaefer siempre decía que el fin del mundo
estaba cerca, que el hombre debía prepararse para la vida en
el más allá, en vez de buscar la felicidad en la Tierra.
«Parece mentira, pero sólo cuando tenía 42 años
supe que las mujeres a partir de cierta edad ya no pueden tener hijos»,
dice Herbert.
Después de 1991, cuando la colonia perdió su estatuto
legal tras el fin de la dictadura de Pinochet y fue rebautizada como
«Villa Baviera», Schaefer todavía seguía
manteniendo un férreo control sobre el asentamiento, hasta
que se ocultó, en 1997, debido a que la policía mostraba
un creciente interés por saber lo que pasaba detrás
de las verjas coronadas de alambre de púas de varios kilómetros
de extensión levantadas en torno a la colonia.
Después, muchas de las reglas de conducta dictatoriales desaparecieron
y Herbert por fin pudo casarse. Hoy tiene un hijo con su mujer, que
también proviene de la colonia. Toda su esperanza de una nueva
vida está cifrada en esas dos personas. Y su rencor, o mejor
dicho, odio, lo proyecta contra Schaefer, quien hoy cuenta 70 años,
y su generación, que «no nos protegió a nosotros,
los niños».
Un hijo
Margaret Schaak, de 45 años, y Reinard Scholz, de 48 años,
también quisieran tener un hijo. «Hemos intentado todo,
pero los médicos nos han dicho que ya no se puede», dice
la mujer, que tiene el aspecto más bien de una muchacha.
A los dos se les nota en la cara la desgracia que tuvieron que sufrir
en la colonia. Ahora quieren adoptar un niño, pero como son
miembros de la colonia, casi es imposible. No sólo a causa
de la mala reputación del asentamiento, sino también
porque faltan las condiciones materiales como un cuarto de niños,
ya que las viviendas de la colonia sólo tienen una habitación,
con un baño colectivo en el pasillo. No hay cocinas. Hasta
el día de hoy, la comida, que es gratis, se sirve en la cantina
central.
A la luz
La verdad sobre el «régimen divino» de Schaefer
salió a la luz sobre todo gracias a las víctimas. También
su implicación en el terrorismo de Estado del dictador Augusto
Pinochet, entre 1973 y 1990, fue revelada por testigos asentados en
la colonia y por supervivientes del régimen.
Después de que Schaefer fuera aprehendido en marzo pasado por
la policía de Argentina y entregado a Chile, donde aguarda
su juicio en una prisión de Santiago, se descubrieron en junio
dos grandes arsenales subterráneos, llenos de armas de guerra
como ametralladoras y lanzagranadas.
Además, equipos de la policía desenterraron en los bosques
del asentamiento partes de automóviles que pertenecían
a opositores del régimen pinochetista que habían desaparecido
sin dejar rastro.
Ahora la policía se dispone a realizar excavaciones en el terreno
de la colonia para buscar los restos mortales de las personas que
presumiblemente fueron torturadas y luego asesinadas en ese lugar.
Víctimas
Como siempre pasa después del fin de una dictadura, también
los habitantes de «Colonia Dignidad» aseguran ahora que
todos fueron víctimas. Casi nadie admite que sabía lo
que estaba haciendo Schaefer. Y todos coinciden en que fueron engañados
burdamente.
Poco creíble
«Eso sencillamente no es creíble», dice el periodista
chileno Patricio Tapia, quien informa con cierta frecuencia sobre
la colonia desde la cercana ciudad de Linares. Los jóvenes
alegan que no pudieron decidir nada. «Incluso hombres de 30
años fueron sermoneados como si fueran niños»,
dice Herbert. Los de mayor edad alegan que sólo querían
siempre «lo mejor».
De qué vivían en la comunidad
Villa Baviera/Parral (dpa) > Económicamente
hablando, la comunidad se sustentaba en la cría de ganado lechero,
la agricultura, la explotación forestal, el engorde de cerdos,
la avicultura, una gran panadería, la fabricación de
embutidos y carnes ahumadas, la apicultura y, sobre todo, la explotación
de una cantera que produce piedras para la construcción de
carreteras.
«Nos gustaría mucho poder integrarnos totalmente y superar
toda la historia de este asentamiento», dice Herbert hablando
en nombre de los jóvenes de la colonia. «Sin embargo,
ahora ha venido un nuevo predicador, Ewald Frank, de la ciudad alemana
de Krefeld, quien anuncia el fin del mundo y que cuenta con mucho
apoyo entre los de mayor edad», se lamenta Herbert. «Los
que participan en ese proyecto quieren impedir la apertura»
y esto amenaza con hacer fracasar también los esfuerzos que
actualmente realiza el Estado chileno para integrar a los colonos
en la red social, advierte Herbert.
Muchos de los colonos han abandonado la esperanza y más de
100 de ellos han regresado a Alemania o se han asentado en otras partes
de Chile. Sin embargo, nadie sabe qué va a pasar con el resto
de los colonos de «Villa Baviera», unas 150 personas,
de las que el 60 por ciento son jubilados que no tienen, o sólo
mínimamente, derecho a solicitar pensiones. «A ellos
no se los puede simplemente abandonar a su suerte», dice el
chileno Víctor Briones, de 27 años, quien se crió
en el asentamiento y se ha erigido en una especie de mánager
que defiende los intereses de la ex colonia.
Esperando en la cárcel
Junto
a Paul Shaefer fueron detenidos varios de sus colaboradores
del règimen de terror
Villa Baviera/Parral (dpa) > Además de
Schaefer se encuentran en prisión preventiva sus «lugartenientes»:
Karl van den Berg, Gerhard Muecke y Kurt Schellenkamp. Están
siendo investigados por tenencia ilegal de armas. Acusado de complicidad
también fue detenido el médico Hartmut Hopp, quien dirigía
el hospital de «Colonia Dignidad», el cual ha sido cerrado
por las autoridades chilenas.
En el pasado se administraban en ese hospital los historiales clínicos
de hasta 20.000 personas que vivían en los alrededores de la
colonia. Cada uno de ellos, incluso los que no vivían dentro
del asentamiento, recibieron tratamiento médico gratuito y,
en caso necesario, fueron trasladados a hospitales especiales en Santiago,
por cuenta de los colonos alemanes.
«Eso era terriblemente caro, pero también nos sentíamos
orgullosos de poder ayudar», cuenta uno de los colonos. Por
otra parte, hay versiones que aseguran que en el hospital de la colonia,
que estaba dotado de un quirófano, varios pacientes eran sometidos
a espantosos experimentos médicos.
Uno de los colonos que sigue defendiendo el sistema del antiguo asentamiento
es Manfred Spatz. «A todos esos delatores habría que
mandarlos al paredón», dice con furor Spatz, un hombre
de 36 años. Es chileno y se crió como huérfano
en la colonia. En su opinión, los cuatro lugartenientes de
Schaefer, a los que llama cariñosamente «tíos»,
deben ser puestos en libertad inmediatamente.
Spatz tampoco quiere decir nada malo de Schaefer. «Es cierto
que era rudo y que hacía sus cositas por allí, pero
gracias a él encontré a Dios y aprendí que él
responde cuando uno le habla», dice con un rostro radiante Spatz,
quien tiene un aspecto curiosamente infantil.
Poco a poco, Manfred Spatz se pone furioso: «Esa gente que ahora
ha logrado que los señores hayan terminado en prisión
sólo pudieron sobrevivir como niños porque los mayores
los defendían». La colonia entera fue rodeada por bandas
armadas bajo el gobierno del presidente socialista Salvador Allende.
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