Un tenso impasse entre el Gobierno
de Cristina Kirchner y el campo

 
 
«Los alumnos tienen que ver
que cada ser humano es responsable de sus conductas
y que cada conducta
produce consecuencias».
Además del conflicto agropecuario, la alta inflación e indicios cada vez más claros de escasez energética son problemas a los que el kirchnerismo no encuentra solución. Urge hallar a los villanos.

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Por LAURA ROTUNDO

Los reiterados episodios de violencia que se sucedieron en los últimos meses en las escuelas abrieron un debate sobre la falta de límites en los niños y adolescentes por parte de los padres. Sin embargo, lejos de ser únicamente un problema familiar es también un conflicto social.
El licenciado en Psicología Bernardo Stamateas explica el porqué de la violencia existente y de este fenómeno que traerá como consecuencia el “todos contra todos” y la implementación de la ley del más fuerte.

¿A qué factores atribuye los episodios de violencia que se dan
últimamente en las escuelas?

Ante todo deberíamos aclarar que la ira es una emoción normal, saludable y natural en todo ser humano, mientras que la violencia es una conducta y es patológica.
La ira es la energía que nos sirve para resolver situaciones difíciles o un peligro. Imaginemos que queremos lograr algo: por ejemplo, ir a un determinado lugar a “x” hora y aparece un obstáculo -que podría ser mucho tránsito-. Cuando no logro superarlo y llego tarde, ese obstáculo que tuvimos nos hace sentir FRUSTRACIÓN (tal como hablamos en psicología) y la violencia es la expresión de una frustración.
De algún modo esto es lo que está sucediendo.
¿Y cómo observa este enfrentamiento que aparece entre padres, maestros y alumnos cuando cada uno defiende su posición e intenta hacer recaer responsabilidades en el otro?
Es la clara señal de la inhibición de la expresión, de no saber alternativas para expresar frente a un conflicto. Hoy “técnicas de resolución de conflictos y mediación” debería ser una materia obligada para todo el mundo. Se trataría de aprender la capacidad de escuchar, de expresarse con claridad y de poner nuestras emociones en palabras sin acusar al otro.
Yo creo que se han perdido varios elementos de inteligencia emocional que los padres y docentes debemos recuperar. En primer lugar, la empatía que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro para tratar de comprender y ver por qué siente y piensa lo que siente y piensa.
Un claro ejemplo sería que los padres hicieran las siguientes preguntas a sus hijos: “¿Cómo pensás que se sintió Pedro con lo que le dijiste?” o “¿cómo pensás que se sintió la maestra con eso que hiciste?”. Es decir, desarrollar el hábito de ponerse en el ‘pellejo’ del otro y comprender que el otro no es un objeto, es un ser humano.
En segunda instancia es necesario recuperar el concepto del bien y del mal o la inteligencia moral. Hay cosas que sí o sí son malas y siempre lo serán, como golpear, mentir, robar, lastimar o insultar. Hay que salir del concepto de “ética situacional” que dice que lo bueno “depende del contexto”: se puede mentir si el otro te mintió, se puede pegar si el otro te gritó, etcétera. Lo malo siempre será malo.
En tercer término, es necesario revisar el significado de la “responsabilidad”. Esto quiere decir que hay que hacerse cargo de las consecuencias de los actos.
Durante años, se les enseñaba a los hijos a ‘meterles culpa por todo’ pero la culpa no sirve; lo que sirve es hacerse cargo y saber que cada decisión tiene consecuencias y que las consecuencias son el resultado de nuestras propias decisiones.
Nadie “me provoca” o “él hizo sentirme así”, sin que yo tenga el control remoto de mi mundo emocional. Mis decisiones dependen de mí.

Pero la violencia a veces es un problema familiar…
Exacto, y aquí entramos no sólo en que la violencia es un problema familiar sino social, los chicos crecen con una gran verdad tentadora: que la violencia funciona y por eso la utilizan. Es, en muchos casos, el camino más corto para lograr algo; el más fuerte se impone con ella y entonces las burlas, insultos, golpes, armas y fuerza son el camino, por no tener otras alternativas y por reproducir modelos violentos de expresión.
Cabe destacar que toda emoción reprimida (sin expresar) saldrá desplazada en otro lugar y con otra persona.
También lo que potencia la violencia es el “sentimiento de sospecha”. Por ejemplo, si en un supermercado me chocan el carrito y la persona me pide disculpas, lo disculpo, pero si me choca con el carrito y se ríe, es distinto porque veo una INTENCIONALIDAD DE MALDAD y entonces la violencia aparece más fuerte que nunca.
En una sociedad donde todo el mundo debe desconfiar de todos, hace que muchas cosas se interpreten como actos adrede de maldad. 

¿Considera que existe una falta de límites por parte de los
padres hacia los menores?

Hoy se habla en psicología del “síndrome del niño emperador”. Son niños tiranos, violentos, sin límites, sin culpa y sin angustia. El otro es un objeto, no un sujeto. Por eso lo puedo usar, golpear o descartar, ya que el otro no me importa, salvo que sirva para concretar mis fines. Éste es el corazón de la mente del psicópata.
Los padres enseñamos a nuestros hijos MODELOS DE RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS, es decir maneras de resolverlos: gritando, golpeando, insultando, mintiendo; o modos sanos: diciendo la verdad, poniendo en palabras lo que nos sucede, dialogando y escuchando. Ese modelo se aprende por IMITACIÓN de los hijos a los padres, como el viejo dicho de “lo que haces, habla más fuerte que lo que dices”.
Yo creo que la clave del tema reside en cómo manejamos nuestra inteligencia emocional y en cómo aprendemos a tener lo que en psicología llamamos “tolerancia a la frustración”, que es la capacidad de no rendirnos fácilmente frente a un obstáculo.
Cuanto más bajo es ese nivel de tolerancia, más alta será la agresividad.

¿Cómo cree que deben actuar las autoridades de un establecimiento educativo luego de presenciar un acto de violencia, cometido de alumno a alumno?
Todo acto de violencia debe ser sancionado. Los alumnos tienen que ver que cada ser humano es responsable de sus conductas y que cada conducta produce CONSECUENCIAS. Si los alumnos ven que no hay consecuencias, ése es un mensaje violento.
Se activa el “contagio”, total… aunque lo haga “no pasa nada”, pero por el contrario, los jóvenes deben saber -desde toda institución- que todo lo que uno hace trae consecuencias.
Por otro lado, es necesario dar herramientas de resolución de conflictos con casos prácticos y situaciones cotidianas, para discutirlas en grupos y HABLARLAS.
También invitar profesionales que hablen sobre GESTIÓN EMOCIONAL, sobre cómo manejar las emociones, cómo se disparan y cómo manejarlas.

Ante estos ataques que se van conociendo, ¿cómo cree que debe intervenir el Estado, implementando qué políticas de prevención?
En Harvard (Estados Unidos) se hizo una investigación sobre “corrupción” y se llegó a un resultado interesante… el 50 por ciento de la gente es honesta por convicción y por valor, el 10 por ciento es corrupta por deporte -pase lo que pase serán corruptos-, pero el otro 40 por ciento dependía: si se les presentaban situaciones de tentación a robar, lo hacían.
Ellos llegaron a las conclusión de que las leyes no son para ese 10 por ciento que son corruptos (que con leyes o sin leyes, igual robarán) sino para ese 40 por ciento que dependían de si lo podían hacer o no.
Las leyes deben ser justas, claras para todos y se DEBEN CUMPLIR. Si no, no son leyes: son una parodia.

¿Cuánto tienen que ver las clases sociales y la posición económica de los chicos con el hecho de que se den o no este tipo de actos de violencia en las escuelas?
Las clases pobres son más expresivas en su violencia. Es más cruda, más explosiva, más burda. En cambio, en las clases altas la violencia se manifiesta más por lo verbal, la burla, el insulto y el engaño que son otras formas de violencia, aunque también dice presente la agresión física.

¿Cuáles cree que son las consecuencias que traerá este fenómeno, en caso de que siga avanzando?
Las consecuencias serán el “todos contra todos”, el aumento por contagio de la violencia y el inicio de la ley del más fuerte. En síntesis, una sociedad sin valores y caótica.
¿Quiénes cree que son las principales víctimas de esta intolerancia en las escuelas?
De una u otra manera, todos somos víctimas. Todo lo que criticamos y acusamos en el otro es lo que tenemos nosotros. En psicología llamamos “la sombra” a las partes malas e inmaduras que son nuestras y que reprimimos por miedo al rechazo, son las partes que no aceptamos pero que tenemos.
Lo que hacemos con esas partes es proyectarlas y verlas en el otro, entonces las perseguimos y tratamos de destruirlas, como una manera de seguir negándolas en nosotros.
Encontrar la paz con uno mismo y aceptar las cosas buenas y las partes malas que todos tenemos es el paso para comenzar el cambio.

 

 


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