Por Laura E. Rotundo
La vigorexia fue mencionada por primera vez por el psiquiatra Harrison
Pope, del Hospital McLean de Belmont, Estados Unidos, haciendo referencia
a un desorden emocional con percepción distorsionada de las
características físicas, similar a la anorexia, pero
a la inversa.
Hoy existen distintas definiciones del término vigorexia (también
llamado “complejo de Adonis”). Se dice que “es un
trastorno en el cual las personas realizan prácticas deportivas
en forma continua, con un fanatismo prácticamente religioso,
a punto tal de poner a prueba constantemente su cuerpo sin importar
las consecuencias”. Distintos especialistas también aseveran
que se trata de “un problema mental que conduce a la obsesión
por desarrollar músculos y que es un mal caracterizado por
la presencia de una preocupación obsesiva por el físico
y una distorsión del esquema corporal, que también se
puede denominar dismorfofobia”.
Los afectados son en su mayoría hombres, de entre 18 y 35 años,
quienes comienzan a dedicar demasiado tiempo, por lo menos tres o
cuatro horas diarias, a la actividad física y lo restan de
sus ocupaciones cotidianas.
Los adictos al ejercicio practican deportes sin importar las condiciones
climáticas, sientan alguna molestia o indisposición,
a punto de irritarse y sentirse culpables cuando no pueden realizarlo
o alguien critica este tipo de actividad.
La mayoría no puede dejar de concurrir un día al gimnasio,
ya que éste se convierte en su segundo hogar.
Cabe destacar que las personas afectadas por la vigorexia poseen una
personalidad muy característica, similar a los que padecen
otras adicciones: tienen baja autoestima y muchas dificultades para
integrarse en sus actividades sociales habituales, son introvertidos
y rechazan o les cuesta aceptar su imagen corporal. Incluso, su obsesión
por el cuerpo comparte muchos rasgos con la anorexia (preocupación
por la figura, autoimagen distorsionada, tendencia a la automedicación,
edad de aparición y modificaciones de la dieta).
Quienes investigan sobre este tema determinan tres grupos de causas
que conllevan a padecer este mal: los factores predisponentes, los
desencadenantes y los mantenedores.
El primer grupo responde a agentes genéticos del individuo,
del entorno ambiental y social, que facilitan el desarrollo del trastorno
si algún otro factor lo desencadena.
El segundo se vincula más con factores individuales, sociales
y ambientales, que provocan el inicio del problema.
El último reúne elementos que son consecuencia de la
perturbación o que ocurren paralelamente y que tienen un efecto
de reforzamiento sobre el mismo, provocando que se mantenga y también
que se agrave.
El fisicoculturismo es el deporte que más comúnmente
se relaciona con la vigorexia.
Entre las consecuencias, se destaca la aparición de numerosos
problemas orgánicos y lesiones cuando la práctica deportiva
es excesiva.
Las desproporciones entre las partes corporales son muy frecuentes.
Por ejemplo, un cuerpo muy voluminoso con respecto a la cabeza.
La sobrecarga de peso en el gimnasio repercute negativamente en los
huesos, tendones, músculos y las articulaciones, sobre todo
de los miembros inferiores, con desgarros y esguinces.
La alimentación es otro problema muy frecuente e importante,
ya que consumen muchas proteínas e hidratos de carbono y poca
cantidad de grasa en un intento de favorecer el aumento de la masa
muscular, ocasionando así muchos trastornos metabólicos.
El uso de anabólicos es también otro resultado que se
asocia a la vigorexia, en un intento de mejorar el rendimiento físico
e incrementar el volumen de sus músculos. Sin embargo, el uso
de estas sustancias no aporta ningún beneficio, sino todo lo
contrario, ya que producen muchos trastornos en el organismo como
masculinización e irregularidades del ciclo menstrual en las
mujeres, acné, problemas cardíacos, atrofia testicular,
disminución de la formación de espermatozoides y retención
de líquidos, entre otras consecuencias.
Existen más de 100 tipos de esteroides anabolizantes, que se
administran por vía inyectable u oral. Los más habituales
son: oximetolona, oxandrolona, metandrostenolona, estanozolol, nandrolona-decanato,
nandrolona fenpropionato, testosterona cianato y baldonona undecilato.
Es importante tener en cuenta que estas drogas no aumentan la fuerza
muscular, la agilidad ni la resistencia.
Cómo tratarse
El tratamiento de la vigorexia no se encuentra realmente definido,
ya que esta “enfermedad” no está reconocida por
la comunidad científica.
El proceso de rehabilitación o mejora de las personas afectadas
debe enfocarse a modificar la conducta y la perspectiva que tienen
sobre su cuerpo.
El entorno afectivo -es decir, amigos y familiares- cumple una función
muy importante en su recuperación, al brindarle apoyo cuando
intentan disminuir su programa de ejercicios a rutinas más
razonables.
Es necesario reducir el entusiasmo y la ansiedad por la práctica
deportiva intensa logrando que se interesen por otras actividades
menos nocivas para su cuerpo.
El hecho de desear la imagen corporal ideal no implica necesariamente
que la persona padezca algún trastorno psicológico,
pero siempre debe estarse muy atento ya que las probabilidades de
que sí aparezca son mayores en estas personas.
La terapia fundamental es de tipo psicológica. El objetivo
es modificar el comportamiento del sujeto, recuperando su autoestima
y superando el miedo al fracaso.
En números
Los especialistas estiman que entre el 1 y el 10 por ciento de los
usuarios habituales de gimnasios sufren vigorexia.
En Argentina, aún no se registran ni procesan cifras sobre
esta problemática pero sí en algunos países del
exterior. Por ejemplo, en España se estima que ya existen 20.000
personas vigoréxicas, mientras que en Estados Unidos serían
700.000 aproximadamente.
Fuentes: Zona Diet – Revista Protomedicos – LatinSalud
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