Por dario soto
Si los acontecimientos futuros se inducen por la fisura claramente
abierta en la semana que termina, el presidente Néstor Kirchner
podría obtener en Río Negro un triunfo histórico
con un porcentaje, tal vez, superior al 80 % de los votos emitidos.
Esto sucedería si finalmente la mayoría de los radicales
con poder (gobernadores e intendentes) llegan a un acuerdo e insertan
en sus boletas a Kirchner (¿Néstor o Graciela?) como
candidato a presidente. Paradójicamente entonces, oficialismo
y oposición en la provincia reconocerían un mismo referente
nacional.
Si esto se concretara, será interesante observar de que manera
tanto el Frente para la Victoria como la UCR marcan las diferencias
para seducir al electorado rionegrino. Voceros del oficialismo consideran
que esto simplificará la cosas ya que el ciudadano podrá
votar conjuntamente a las dos personas con mas alto nivel de imagen
positiva en la provincia (Kirchner-Saiz). Desde el Frente para la
victoria ya se comienzan a ensayar latiguillos para azuzar a los radicales
ahora kirchnerstas, como lo expresado por el diputado nacional Julio
Arriaga quién espetó, “no se puede adherir a un
proyecto nacional y hacer todo lo contrario cuando uno gobierna”,
o aquél otro mucho mas de barricada, “por que elegir
al trucho cuando podés tener el original”.
Pero más allá de la parafernalia propia de las campañas
electorales, no cabe duda que la movida radical dejó por lo
menos sorprendidos a los hombres del kirchnerismo vernáculo,
que para colmo no tienen aún definida la fórmula que
ofrecerán como opción de cambio para el gobierno provincial,
más allá del anuncio del Senador Pichetto de lanzar
en breve su candidatura.
A pesar de los gritos histéricos del Titular del Comité
Nacional de la UCR, Roberto Iglesias quién acusó a los
gobernadores de su partido de «disfrazar» de pluralismo
gestos que sólo revelan «trueques» por «conveniencias
personales», y volvió a instar a esos referentes a ser
«sinceros y decentes» e irse del partido, no se debe descuidar
que quienes concurrieron a la Casa Rosada son los radicales que en
los últimos años y a pesar de la crisis partidaria continuaron
ganando elecciones y gobiernan distritos importantes, por caso seis
provincias de las cuales cinco dijeron presente.
Lo que hoy sucede en el seno del centenario partido no es producto
de los manejos pretendidamente hegemónicos del presidente,
sino que podrían observarse como consecuencia del caos en que
terminó la última administración que encabezó
Fernando de la Rúa, un radical que más de uno quisiera
que pase más que a la historia al olvido. Pero lo cierto es
que hoy los dirigentes radicales con pretensiones de duros opositores
son también aquellos que en las últimas elecciones nacionales
no superaron el 3%, carecen de influencia política en sus propios
distritos y por tanto tienen escasa autoridad para realizar planteos
en contra de los hombres que aparecen como los últimos defensores
de bastiones donde aún flamea la bandera roja y blanca.
Pero más allá de que los radicales dicen concurrir a
esta concertación manteniendo la identidad partidaria, algunos
(demasiados para mi gusto) gestos del primer mandatario hacen suponer
que su estrategia está mas cerca de una Argentina de partido
único que de un país más plural.
Curiosamente cuando el fundador de la UCR, Leandro N. Alem, se oponía
a la federalización de Buenos Aires en 1880, expresaba: “...Cuando
el poder central por sí solo tenga más fuerza que todos
los estados federales juntos, el centralismo absorberá a todos
los pueblos y ciudadanos de la república y la suerte de la
Argentina Federal quedará librada a la voluntad y pasiones
del jefe de Estado” (Yunque Alvaro: Leandro N. Alem, Centro
Editor de América Latina, 1983).
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