Por Darío Soto
Con paso firme, el oficialismo radical se encamina hacia el objetivo
nunca disimulado de garantizar la reelección del gobernador
Miguel Saiz, o al menos posicionarlo como el candidato natural del
partido.
Con la decisión tomada de reunir a la Convención (máximo
órgano partidario y soberano en sus decisiones) el próximo
27 de mayo, con el propósito que sea ésta la que realice
la convocatoria a elecciones internas, está de alguna manera
asegurando que esa convocatoria se realice en los términos
deseados, esto es, para la fórmula de gobernador y vice, en
concurrencia con lo máximos cargos partidarios, presidente
y vicepresidentes. Más allá de que en la mesa de deliberaciones
se tendrá también presente el requerimiento realizado
por el legislador provincial y precandidato a gobernador, José
Luis Rodríguez, para que la convocatoria alcance a todos los
cargos electivos, está claro que el saízmo se asegurará
los votos necesarios para plasmar su voluntad en los hechos.
Esta movida no debiera ser un obstáculo difícil de superar,
por lo que los hombres del gobernador paralelamente debieran trabajar
en mejorar la imagen de la gestión porque será ésta
en definitiva la que se pondrá en la vidriera a la hora de
pedirle a los rionegrinos la renovación del contrato social.
Tal vez por ello sea que la reunión de la Convención
coincida con la de «partido-gobierno» y que justamente
se realice en San Carlos de Bariloche, la ciudad más veleidosa
(en términos políticos) y la que todos desean seducir.
Bariloche además está en plena convulsión, una
muestra de ello son las escaramuzas que protagonizaron el cipoleño
y legislador provincial Fabián Gatti y la concejal de la ciudad,
Silvina García Larraburu, en oportunidad del anuncio de la
realización de las elecciones para convencionales municipales.
Al hombre de Arriaga le habría disgustado la presencia de la
ex compañera de fórmula de su jefe. La ex reina de la
nieve le habría recordado desde su altura que Bariloche no
es feudo del cipoleño y que la necesitaron a ella para poder
ganar allí en las últimas elecciones provinciales.
Pero el culebrón del FpV tuvo también un capítulo
interesante en el Alto Valle, donde el también aspirante a
la candidatura a gobernador, el intendente Carlos Soria habría
asegurado que de acceder a la nominación por el frente no llevaría
de compañero de fórmula a Julio Arriaga y que en todo
caso sí le aseguraría un ministerio. Las razones, entrarían
en el terreno de la desconfianza, y para ello el roquense socarronamente
habría apelado a las vicisitudes que padece actualmente el
propio Saiz con su vice De Regge.
Mientras tanto Pichetto abrió el juego y preanunció
elecciones internas frente a la terquedad de Soria de sostener su
precandidatura. Es que el ex Señor 5 mira las encuestas y se
pinta para la guerra, sabe que difícilmente el gran dedo presidencial
se pose en su cabeza, pero también es consciente que la prolija
gestión de su administración como intendente proyectan
una buena imagen en el resto de la provincia y no está dispuesto
a resignar una segunda oportunidad, ahora como un «chato»
más y no como un regresado de la gran urbe, lastre con el que
deberá cargar el senador.
Pero en el partido de El General no faltan lo escépticos que
le temen a los exabruptos presidenciales y casi fatídicamente
apelan a la metáfora para preguntarse: ¿Y si el candidato
no lleva la camiseta del «Depo» y luce la de «Cipo»?
¿Todo puede ser?.
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