Por Ángel Castillo
El fin del dilatado conflicto educativo después de un mes
donde la violencia plasmada en piquetes fue la protagonista en la
provincia, y el escenario donde Neuquén parece gritar en el
desierto reclamando una política que dé seguridad jurídica
para las inversiones en materia energética, marcaron la agenda
política de la semana.
El gremio de los maestros hizo gala el lunes de lo que muchos cuestionan,
su polémico asambleísmo, porque la participación
de sus 9.000 afiliados es relativa a la hora de levantar la mano por
no o por sí a propuestas que son sacadas por presión.
El clima de rechazo llega a un extremo catártico que desnuda
el mecanismo del piquete al que piensa distinto.
La capacidad de negociación del ministro Mario Ever Morán
se puso a prueba, tal vez una de las mayores de su carrera política,
incluso tratando de soslayar discusiones infantiles que se plantearon
en la mesa de acuerdo que se realizó en el salón de
usos múltiples del Epas a Leguizamón y Río Senguer.
Los mismos gremialistas admitían que la adhesión al
paro, que fue convocado el mismo día que comenzaron las clases,
era reducida, pero por lo bajo reconocían que la presión
no era esa sino los piquetes que habían logrado instalar en
las rutas cortando el circuito productivo. El punto de inflexión
fue el jueves de la semana anterior cuando fueron desalojados por
un grupo de obreros de la construcción en el acceso a la destilería
y planta de metanol en Plaza Huincul. Es decir, la última carta
de expresión violenta que les quedaba se les caía a
pedazos.
De todas formas, durante varias horas, el cónclave estuvo al
límite del fracaso, hasta que triunfó el sentido común
y la tan temida asamblea terminó aceptando la oferta salarial:
aumento del 40% del sueldo básico y se incrementó en
100 pesos el sueldo de bolsillo. Para adelante queda la discusión
sobre cómo recuperar los contenidos pedagógicos para
terminar negociando el pago de los días de paro, una suerte
de axioma en toda negociación con gremios, que ahora quedó
en manos de una comisión cuyo éxito sería interesante
traducirlo hacia los alumnos, que fueron los principales perjudicados
en la protesta de marzo.
Los reclamos de la provincia de Neuquén con respecto a la política
energética se han transformado en una suerte de grito en el
desierto, con un Congreso absolutamente dominado por el presidente
Néstor Kirchner que ahonda su política intervencionista
en la economía sin medir las consecuencias.
El gobierno encontró un auditorio de lujo en unas jornadas
energéticas que se realizaron en Villa La Angostura para dar
a conocer un dato relevante que marca, como ningún otro, una
seria consecuencia que tiene aquella política.
En el principal yacimiento de producción de gas del país,
Loma de La Lata, hace tres años que no se realizan inyecciones
para tenerlo activo. Los técnicos opinan que esto es grave
pero no ahora, sino a futuro, cuando se requiera su operación.
Es que desde hace cinco años no se realizan inversiones de
relevancia en el sector para poder transportar tanto el gas como el
petróleo. Las empresas reclaman un camino más claro
que vislumbre seguridad tarifaria a largo plazo mientras que el gobierno,
que se empecina en no ordenar la aprobación de la Ley de Hidrocarburos
en el Congreso, interviene como sea para mantener a raya la inflación,
el tema que desvive al matrimonio presidencial.
Neuquén, en tanto, sigue aportando el 54% del gas que se consume
en el país y una buena parte del petróleo, no consigue
advertir que si se sigue en esta senda va a llegar un momento en el
que se deba importar petróleo. El problema será que
no se lo importará a 37 dólares el barril, como se comercializa
en el mercado interno, sino a 66 dólares. Y en ese momento
será muy difícil dominar la tan temida inflación.
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