Por ALFREDO CELANI
Las miradas se dirigen hoy hacia la costa rionegrina. Pero no es
a Las Grutas. El verano ya pasó. Sin embargo, la térmica
sigue arriba. La del termómetro político, por cierto,
porque este año está sentenciado nomás a ser
vivido con una presión en constante alza porque el 2007 parece
estar a la vuelta de la esquina.
Oficialismo y oposición, lo que es decir Alianza de la Concertación
y Frente para la Victoria, se verán las caras de nuevo, a poco
más de cinco meses de aquella pulseada legislativa que inclinó
–temporariamente- la balanza hacia el kirchnerismo provincial.
Sierra Grande concentra la atención. Unos cinco mil electores
están convocados para decidir en las urnas la reforma a la
Carta Orgánica.
Si se pondera la cantidad de votantes, cualquiera podría preguntarse
hasta dónde podría incidir en el futuro un comicio en
el que apenas participa no más del tres por ciento del electorado
de la provincia. (El padrón en octubre pasado era de 368.680
electores).
¿Amerita tanta trascendencia una elección de 15 convencionales?
La respuesta es afirmativa. Esencialmente por la sobrevaloración
que al suceso la dan gobierno y oposición, los que en estos
últimos días concentraron todo lo que pudieron en este
hoy epicentro del pulso político rionegrino.
Para el Frente para la Victoria, la “parada” no es de
escasa monta. Hay razones que explican su interés. Justamente
su hoy precandidato a gobernador Miguel Pichetto fue primero concejal
(1983-1985) y enseguida intendente (1985 y 1987) en esa localidad
donde el entonces joven abogado que había nacido en la provincia
de Buenos Aires, ya despegaba en su carrera política en la
provincia que lo llevaría luego a ser legislador provincial
hasta arribar al Congreso como diputado nacional y ahora senador.
Hay intereses manifiestos en Pichetto de mostrar si allí posee
fuerza propia. Y por eso, clavó por estos días de nuevo
el “ancla” en Sierra Grande, donde extendió la
entrega de jubilaciones especiales a ex empleados de Hipasam. Se dice
que estos “beneficios”, que en estas circunstancias parecen
más “imanes” electorales, alcanzaron a un medio
millar de personas. Para el cierre de campaña el jueves, Pichetto
invitó a Carlos Soria. Fue cuidadoso el senador al evitar que
el intendente roquense se encontrara ese día con sus “enemigos
íntimos” del FpV (Arriaga e Icare).
Como peronista, Soria estuvo junto a su compañero. Eso sí,
nada de referencia a candidaturas futuras, fue el pacto que permitió
a ambos ocupar el palco.
Regresado el viernes a Roca, el intendente confiaba a allegados ciertos
entretelones de la jornada que vivió el jueves en Sierra Grande,
con cierto convencimiento de que su suerte ahí no está
en juego. “Yo quiero que gane el peronismo”, comentó.
Y la no mención alguna al Frente deja el interrogante abierto.
Del otro lado, el gobernador Miguel Saiz y parte de su plantel de
colaboradores también operaron en la ciudad. Se dio la casualidad
del primer embarque con hierro patagónico a China, en lo que
ha sido el primer eslabón de la recuperada producción
minera, ahora exportable.
“No me quería perder este momento”, dijo Saiz.
Y con respecto al acto eleccionario de la fecha en una localidad en
la que aún es gobierno el radicalismo, reconoció que
“todas las elecciones son un test” confesando su optimismo,
a partir de la efectiva acción que le imprimió su gobierno
para asistir a esta realidad que ofrece la localidad. Como pasa en
toda contienda electoral, no faltaron las versiones y denuncias de
distribución de “víveres electorales”. Que
envía Nación o que mandó la provincia. La historia
de siempre, aunque sin saberse si en definitiva es el único
–y repudiable- método para decidir la voluntad de la
gente.
El voto de unos cinco mil electores resolverá hoy el destino
de la futura carta orgánica de Sierra Grande.
Pero ese resultado, tan escueto en un gran universo electoral en Río
Negro, tendrá una influencia anímica preponderante porque
no será otra cosa que un signo en este camino que desembocará
en un 2007 que apunta a ser de “toma y daca”.
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