Por Ramiro Morales
Fiel a su sobrio estilo, sin nombrarlo y desde Chos Malal, el gobernador
Jorge Augusto Sapag responsabilizó a Jorge Sobisch por la “crisis
financiera” que afronta la provincia.
Desde hace semanas y de manera cada vez más insistente, el
Gobierno intenta explicar el alcance de sus problemas económicos
y la imposibilidad de aumentar los salarios de los estatales y, fundamentalmente,
de los docentes.
Para despejar las dudas, la ministra de Hacienda, Esther Ruiz, detalló
el proyecto de Presupuesto 2008 antes de ser enviado a la Legislatura
y el propio Sapag, a quien sólo le faltó el guardapolvo
blanco, ofreció un mensaje por demás didáctico
por la cadena provincial de Radio y Televisión.
Si algo quedó claro en estos meses de gobierno es que el mandatario
está dispuesto a evitar los roces y los enfrentamientos por
todos los medios.
Abrió las puertas de la Casa de Gobierno a los maestros y les
expresó su vocación de diálogo aún cuando
les negó, al menos temporalmente, el incremento de sueldos
que reclaman. Del mismo modo, pretende no señalar explícitamente
a su predecesor. En todo caso, su arremetida llegará hasta
acusarlo de haber cometido errores en materia económica. Pero
no irá más allá.
Mientras tanto, parte de la sociedad pide sangre. Pretende saber qué
pasó con el dinero que supuestamente hacía de ésta
una provincia rica y exitosa. Quiere responsables con nombre y apellido.
Y, hasta incluso, que la Justicia investigue hasta el final si existieron
hechos de corrupción.
Está claro que Sapag, a pesar de los acuerdos, no contempla
entre sus opciones seguir los pasos de Cristina Fernández,
por ejemplo, en su choque frontal con los ruralistas.
También es cierto que mucha gente, acaso la misma que reclama
justicia, está cansada de las pugnas y las divisiones. Muchos
están hartos de los cortes de ruta, de igual manera que de
las represiones. En fin, la sociedad demanda altura política
y moral de las partes. De los gobernantes y de los sindicalistas,
muy cuestionados luego de años de no cumplir con las expectativas
de sus representados.
Es saludable, sin dudas, que el Gobierno muestre los números
de la provincia y termine con el oscurantismo pasado. Sería
más saludable aún que los mostrara dentro de cuatro
años, cuando finalice su mandato.
En un contexto que lo sitúa en una posición casi de
concesión debida, Sapag eligió el camino más
arduo: pretender que la sociedad le crea y confíe en él,
a pesar de no “entregar” a su antecesor. Sólo una
administración transparente y ordenada justificará su
decisión.
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