Por Andrea de Pascalis
Por ordenanza, desde mayo del año pasado los concejales de
esta ciudad deben revisar cada seis meses la metodología de
costos del servicio de taxis. Si los números superan el 5 por
ciento de incremento en los gastos se debe aplicar el aumento correspondiente.
Sin embargo, en diciembre del año pasado la tarifa que se aprobó
no contentó a los propietarios, quienes afirmaban que debía
ser, al menos, el doble.
Ese día, el 13 de diciembre de 2007, los taxistas estuvieron
en el Concejo desde temprano, tratando de lograr el incremento deseado.
Pero las cosas no salieron como esperaban y se fueron amenazando con
una medida de fuerza. A las pocas horas el enojo pasó y el
incremento se aplicó un mes después, sin tanta vuelta
como el día en que fue aprobado.
Por estos días, otra vez, los propietarios de taxis volvieron
a la carga. Con el cambio de gestión le exigieron al intendente,
Martín Farizano, que cambie las caras del Ejecutivo para negociar,
calificando a los dos funcionarios que estuvieron siempre al frente
-Fernando Palladino y Luis Baca Cau– como dos personas “en
las que no se puede confiar”. Y agregaron: “Durante ocho
años discutimos lo mismo y siempre acomodaron los números
a su gusto”.
Los funcionarios fueron alejados de la negociación y suplantados
por Carlos Yanes y Raúl Dobrusín. Sin embargo, Palladino
–disgustado por esta decisión- sigue de cerca los encuentros
y escucha con atención las opiniones de cada una de las partes.
Los propietarios tienen muy claro lo que quieren: una tarifa igual
a la de Buenos Aires. No quieren un sistema satelital que los controle
y tampoco quieren blanquear a sus peones.
Todo esto suma en contra de los taxistas cuando deben sentarse a negociar
en el Deliberante, debido a que los ediles remarcan una y otra vez
que en todas las metodologías de costos aprobadas hasta el
momento se incluyeron estos ítems, que no son cumplidos pero
sí son facturados.
Los taxistas machacan contra los concejales con el discurso de que
las tarifas están atrasadas en años y exigen que el
costo de un viaje en taxi en Neuquén tenga el mismo valor que
un viaje en la ciudad de Buenos Aires.
Los ediles aseguran que todo es discutible, pero no se olvidan y les
retrucan asegurando que en Buenos Aires se consigue un auto ni bien
el cliente sale a la calle, situación totalmente distinta a
la que se vive en esta ciudad, donde la parada de taxi que menos espera
tiene alcanza por lo menos los cinco minutos y en algunas la demora
supera la media hora.
A pesar de las llamadas de atención, los taxistas sostienen
que se les debe dar cuanto antes el incremento, que blanquear a los
choferes no es fácil porque muchos no quieren y que el sistema
satelital no va a servir para nada. Y como corolario pidieron que
antes de junio –fecha en que se debe revisar otra vez la tarifa-
se les dé el 10 por ciento de aumento, que según ellos
se les debe desde diciembre, posición que no es avalada desde
el Ejecutivo, desde donde aseguran que en este momento el análisis
de la metodología da “cero”, por lo que no debe
haber aumento.
Para terminar con todas estas idas y vueltas, se propuso que se elabore
una nueva metodología de costos, pero el Ejecutivo y los taxistas
tampoco llegan a un acuerdo, por lo que el último ofrecimiento
fue que un tercero –la UNCo- elabore una nueva estructura. Pero
la idea tampoco pareció gustar mucho a los propietarios.
Frente a toda esta negociación, que parece no llegar a buen
puerto, la realidad es que los taxis demoran más de lo previsto,
que muchos no trabajan las 16 horas que exige la ordenanza, que el
municipio no controla que las horas se cumplan como debe ser, que
muchos taxis no tienen peones, etc. En definitiva, la ordenanza no
se cumple y cada cual por su lado intenta manejar la situación
de acuerdo a sus realidades y, como siempre, en el medio quien paga
el costo político de esta negociación es el usuario,
que cuando sale a la calle no le queda otra que esperar que un taxi
llegue a buscarlo.
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