Por Lucía Pysny
El crecimiento de las ciudades que por diversas razones no han tenido
la suficiente planificación provoca desbordes y colapsos que,
generalmente, afectan la provisión de servicios y la seguridad.
En diez años, Junín de los Andes duplicó su población
y pasó de tener un ejido de 7.400 hectáreas a uno de
142.000, incorporando población rural y dos urbanizaciones
satélites que demandan al Estado incluso lo que deberían
haberles exigido a quienes los comercializaron. Pero eso será
tema para otro análisis.
Desde hace algún tiempo la ciudad requiere mejoras urgentes
en el servicio de saneamiento. El sistema cloacal está totalmente
superado y la provisión de agua potable suele ser bastante
deficitaria a pesar de estar rodeados de ríos y lagos.
La terminal de ómnibus no da abasto, y ni hablar de la capacidad
de atención del Banco Provincia del Neuquén, o de la
Dirección de Rentas, cuya oficina es tan diminuta que da hasta
vergüenza. Ahora bien, modificar o mejorar estas situaciones
significa hacer inversiones, a veces millonarias, en cambio otras
requieren de menos dinero pero sí de decisiones políticas
oportunas.
Planificar la seguridad
Dentro de lo que tambalea cuando una ciudad crece siempre aparece
la seguridad. A veces sólo hay “sensación de inseguridad”
y en otros casos los números son más contundentes.
Con respecto al tránsito, la estadística es regional,
y bien vale tomarla porque seguramente la preocupación es similar
en toda la zona.
Durante enero y febrero del 2008, en la jurisdicción de Seguridad
que tiene sede en Junín, y que comprende San Martín,
Villa La Angostura y Piedra del Águila hubo 171 accidentes.
Leyó bien: 171 accidentes en sólo 60 días. La
mayoría ocurrió en las rutas, pero también muchos
en los cascos urbanos. 155 arrojaron daños materiales, pero
hubo que lamentar la muerte de 5 personas, 5 lesionados graves y 45
heridos leves.
El ejido municipal de Junín de los Andes está partido
al medio por el Boulevard Juan Manuel de Rosas, que en definitiva
es un tramo de la Ruta Nacional 234. A ambos lados, la población
creció vertiginosamente. Hay escuelas, barrios, comercios,
hoteles y hasta el nuevo hospital queda “cruzando la ruta”,
lo que genera un movimiento vehicular permanente a toda hora. De hecho
en el año 2006 hubo dos accidentes en una zona totalmente urbanizada
que se llevaron la vida de diez vecinos.
Las autoridades policiales y municipales vienen gestionando desde
hace varios años la colocación de semáforos en
algunos puntos estratégicos. Esto permitiría dar seguridad
en épocas del año donde atemoriza ver pasar a los turistas
o a los grandes micros y camiones como si no existiera una zona urbana,
o simplemente en el andar cotidiano para garantizar la mayor seguridad
posible y descomprimir la labor de los escasos y estresados policías
que, al margen de todas las tareas, deben “plantificarse”
bajo el sol, el frío o el viento durante largas horas, donde
muchas veces los pasan “como si fueran de palo”, porque
algunos conductores desconocen las señales de tránsito
y generan mayor peligro aún.
Es verdad que alguna vez se discutió si una “aldea de
montaña” debía tener semáforos. Es cierto
que el impacto visual probablemente no sea el más conveniente,
y sea preferible no colocarlos, pero considerando al crecimiento poblacional
y turístico de la ciudad y la región, quizás
“la pinta debiera ser lo de menos”, porque lo que está
en riesgo es la integridad física y/o la vida de personas,
que además en muchos casos circulan todavía sin haber
asumido plenamente que Junín creció.
Ojalá que no se espere a tener más muertos o una ruta
colapsada, como pasa con los servicios. La planificación y
los presupuestos en este tema están listos. Sólo falta
que alguien, desde el lugar indicado, acelere las decisiones.
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